lunes, 9 de marzo de 2015

¡Hola, amigos! Les di diez días de descanso, así que ... aquí está el cuarto capítulo. ¿Les va interesando la historia? Espero que sí.
Capítulo IV
                  
Aunque la secretaria no le hubiera advertido, con los gestos y la postura de Miguel le habría bastado a Walter, su representante, para deducir la situación. Sin embargo, conocedor de la psicología humana (en especial la de este cantante al que trata desde que era un niño promisoriamente triunfador), trata de no contagiarse y, menos aun, de exasperarlo más.
_Bueno, bueno . . . vamos . . . Hagamos un trato: tú me cuentas el problema; si tiene solución, yo te ayudo a verla, y, si no . . . pues . . .salimos a tomar el aire hasta que te calmes.
Miguel, con las manos en los bolsillos, no sabe si seguir furioso, o adoptar una pose humorística.
_La verdad es que no sé, pues. En los años en que te conozco, no comprendo cómo puedes conservar siempre esa tranquilidad aunque las cosas se desmoronen.
_Quizá porque soy soltero.
Walter suelta una carcajada, se sienta, y hace que Miguel también tome asiento.
_Escucha un minuto: primero; no es tranquilidad lo mío. Es . . . filosofía de vida. De no ser así, a mi edad, ya estaría enfermo del corazón o . . . loco de atar. Desde que empezamos a luchar por tu carrera, hemos enfrentado crisis graves y . . . ¡Mira dónde llegaste! Y a mí aún no se me ha caído el cabello.
 Walter se pasa la mano por el cabello para darle una nota colorida a lo que dice, y continúa:
_¿Crees que si fuera nervioso, no hubiera pescado, al menos una úlcera? Cuídate, que camino a eso, vas tú.
Miguel lo interrumpe:
_¿Sermones?
_¡Claro que no! Te conozco lo suficiente como para saber que no los escuchas. Sólo trato de calmarte. Y déjame continuar.
_¡Ah! ¡Cierto! Dijiste "primero". ¿Hay . . . décimo?
_No. Sólo segundo: ¿Qué es lo que puede estarse desmoronando? Vendes millones de compactos, llenas los recitales, las mujeres te adoran en todos los países . . . ¡Ah! ¡Sí! Ya me imagino: Esta mañana te sirvieron el café frío.
Miguel se levanta, bruscamente, agitando los brazos.
_Por lo visto, sigues pensando que soy el niño caprichoso que llevabas a los concursos hace veinte años.
Walter sonríe y lo mira, como preguntando: "¿No lo eres aún?"
_¿Así que no reconoces que he mejorado?
Miguel sigue sonriendo, y Miguel, tratando de calmarse, le replica:
_¿Ni un poco?
_Pues . . . Sí. No debo ser injusto. Antes hacías berrinches porque no te servían el desayuno, y ahora sólo te enfureces si el carro que deseas no está en el color que te agrada. Es un cambio, sí.
_No hay forma de que te tomes las cosas en serio.
Walter apunta con el dedo índice y abre la boca, pero Miguel lo interrumpe, antes de que emita un sonido.
_Sí. Ya sé: la úlcera.
_Por fin entendiste. Y ahora, vamos al punto.
_¿Y quién puede ser? ¡Néstor, por supuesto! ¡No ha llegado todavía!
Walter finge no saber lo sucedido  y presta atención:
_¿Eso era? Pues, ¿cuál es el problema? Los músicos siempre están dispuestos. Toma las partituras y comencemos el ensayo.
_¡Ja! ¡No! Si es como dije: sigues creyendo que soy un niño caprichoso. ¿Qué piensas tú? ¿Qué si tuviera el material yo aquí estaría haciendo tanto escándalo?
La expresión de Walter, que hasta entonces había sido tan jocosa, cambia abruptamente:
_¿Quieres decir que no . . .?
_¡No! ¡No trajo nada! Bueno, igual que nada. Tú no estabas ese día; habías viajado para arreglar los contratos. Trajo un solo tema. Intentamos arreglarlo y fue horroroso. ¡Ah! Y no es la opinión de este "niño malcriado". Hasta los músicos estaban extrañados.
_¿Y no se te ocurrió probar con otro tema?
_¿Qué otro tema? ¡Era el único que se había dignado terminar!
_¡No!
_¡Sí! Y es más. Te voy a confiar mis peores sospechas. ¿Estás firme en tu silla?
_¿Qué puede ser tan grave?
_Que no debe de haber compuesto ningún otro.
_Imposible.
_¿Imposible? ¿Y por qué no aparece hoy?
_¿Pero no sabe que el plazo se vence . . .?
_Sí, lo sabe. Y más lo sé yo, que acabo de recibir una llamada de la distribuidora recordándomelo.
_Ahora entiendo: no hay letras, no hay música, no se puede ensayar, y mucho menos grabar. Ni hablar de la gira para la promoción.
_No era furia de súper estrella la mía, ¿no?
Minutos después, Walter sale, palmeándole la espalda a Miguel, y, aparentando calma, dice:
_Vete a tu casa a descansar, que aquí sólo verás el problema agigantarse. Aquí quedamos Nélida y yo para avisarte de cualquier novedad _volviéndose a ella _¿No es así?
_Sí, sí _contesta ella, sobresaltada.
Walter acompaña a Ricardo hasta el ascensor. Cuando regresa, encara el escritorio de Nélida. No parece ya el solterón tranquilo de segundos anteriores.
_¿Y? ¿Llamaste?
_Sí.
_¿ Por qué no lo dijiste, para tranquilizar a Miguel?
-¿Y por qué crees tú que tenía yo esta cara de terror cuando me interrogaste delante de él?
_¿Quizás porque atendió el teléfono su esposa y discutieron?
_¡No! Basta con esas indirectas. Eso es problema mío.
_Problema tuyo hasta que Miguel se entere de lo que le están haciendo a su hermana ustedes dos. Pero, basta: a lo importante.
_Me atendió él, por suerte. Furioso porque lo desperté; le dolía la cabeza y no pensaba ni pasearse por aquí.
Walter suspira profundamente, apoya los puños cerrados en el escritorio cargando el peso de su cuerpo en ellos. Baja la cabeza y murmura:
_Éste es el único hombre que conseguirá colmar mi paciencia.
Nélida lo observa, como desconociéndolo, y  oye sus últimas palabras, al retirarse:
_Miguel tiene que soportarlo porque es su cuñado. Tú lo excusas porque crees en sus falsas promesas y en su sonrisa. Yo no tengo esos compromisos.