lunes, 29 de junio de 2015

Capítulo VI

¡Hola nuevamente! Ya sé que prometí no alejarme por tanto tiempo la última vez, pero fue involuntario: ¡Estuve sin Internet durante más de un mes! Y en realidad, todavía se va y viene cuando quiere, así que aprovecho ahora para continuar. Algunos tendrán que empezar a leer desde el primer capítulo porque ya se habrán olvidado... ¡ja,ja!
Capítulo VI

                                                                   
Media hora más tarde, Walter y Néstor abordan el ascensor hacia las oficinas. Néstor, aún disgustado, interroga a Walter:
_¿Qué quieres que le diga?
_¿Cómo? Tú eres el  "creativo"; no deberías preguntarme a mí.
_¡No te burles!
_No me burlo. Además, tienes tiempo. Lo envié a descansar _ y agrega, lanzándole una mirada grave _ Por bien de él, no por el tuyo. Así que, llamaremos a los músicos y se pondrán a trabajar.
_Néstor va a quejarse, pero Walter lo interrumpe:
_O . . . puedes decirle la verdad.
_¡Me mata!
_Si no lo ha hecho hasta ahora . . . Bueno, aunque hoy estaba furioso.
Bajan del ascensor y avanzan por el amplio pasillo. Nélida, que estaba distraída leyendo una revista, los mira, boquiabierta.
_¿Has visto, Nélida? _ le dice sarcásticamente Walter, mientras presiona a Néstor detrás del cuello _ Un analgésico hace maravillas.
Aún con cara de asombro, ella pregunta:
_¿Le  aviso a . . .?
_¡No! Déjalo descansar. Además, mejor que sea una sorpresa.
Walter va encaminándose  hacia su oficina y, como ve que Néstor se aproxima al escritorio de Nélida, le dice:
_No te demores _ y agrega _ ¡Ah! Nélida: no le pase al señor ninguna llamada. Tiene mucho trabajo.
Walter se retira y Néstor se dispone a seguirlo, pero la secretaria lo retiene de un brazo.
_¿Dónde estuviste? Anoche no estuviste en tu casa, ni fuiste a mi departamento. Hoy no viniste. Miguel estaba como loco,  así que llamé para prevenirte. ¿Y si atendía tu mujer?
_Imposible. Ella, cuando está deprimida, sale de compras. Además, en todo caso, llamas como secretaria de Miguel.
_Por teléfono, sólo refunfuñaste y ahora, tampoco te explicas. ¿No estaré haciendo el mismo papel de tu mujer . . . y nos engañas a las dos?
Néstor se suelta del brazo:
_Ya he tenido suficientes regaños por hoy. Lo último que necesito es una escena de celos.
Dejando a Nélida entre sorprendida y enojada, Néstor va detrás de Walter porque su instinto de supervivencia se lo indica. Entran en la oficina sobriamente decorada de Walter y se sientan, aunque por su postura puede preverse que no permanecerán así por mucho tiempo.
_Aclaremos las cosas, Néstor _ se apresura a comenzar Walter _No me interesa tu persona en lo más mínimo . . .
_Gracias por tu sinceridad _ interrumpe con ironía Néstor.
_No hay por qué. Hasta tú te la mereces. Es un regalo que prodigo a todos los que conozco, aunque no muchos saben apreciarlo. No me importa en absoluto lo que hagas con tu vida: juego, borracheras, trasnochadas . . . mientras eso no me perjudique, o, mejor dicho, no perjudique a la empresa. El estudio nos apresura para que grabemos el nuevo compacto y tú no has entregado material que valga la pena. Con facilidad conseguiríamos otros autores que hace mucho tiempo desean trabajar para Miguel. Sin embargo él, seguramente por fidelidad hacia su hermana, se muestra  paciente contigo.
_No es por eso _ interrumpe Néstor _ ¿Y los temas que llevaron a Miguel a la fama? ¿Los que se vendieron tan rápido? Eran míos.
_Cuando tú conociste a Miguel, ya era popular. Lo era por su voz y por temas clásicos. Tus temas le sirvieron para "refrescar" su imagen, pero él era toda una personalidad, así que no trates de que se te reconozca ahora el título de genio. Además, eso era antes . . . cuando pasabas más tiempo sobrio . . . y más noches en tu casa . . .
Néstor está a punto de replicar, pero Walter no se lo permite:
_Ya te dije que no me importaba, pero la cuestión es que nos están presionando y tu cuñado no quiere  despedirte. En este estado de cosas, yo sólo veo una solución: vamos al estudio y te pones a trabajar sin cesar hasta que tu mente dé algún fruto.
_¿O . . .? _  Pregunta Néstor, dudando de la conveniencia de ponerse insolente en ese momento, pero resistiéndose aún a mostrarse humilde.
_O yo me ocuparé de que Miguel te despida. Ya hace tiempo que se lo sugiero, pero él creía que te reformarías, así que se resistía . . .
_¡Ja! ¿Ves? No me despedirá nunca. No importa lo que le digas. Y no es por mi esposa: es porque él sabe que tengo talento.
_No te sientas tan seguro; hasta hace poco tiempo yo también pensaba que era imposible, pero, según lo que vi esta mañana, entre las sospechas que tiene sobre Nélida y tú y tus últimos trabajos insatisfactorios, es muy corto el paso que lo separa de tomar la decisión. Y yo estoy dispuesto a darle un pequeño impulso para que lo haga . . .
_ . . . Si yo no trabajo . . .
_Así es.
Néstor queda unos segundos pensativo, mientras Walter repiquetea los dedos sobre el escritorio, se para y mira por el ventanal, con las manos en los bolsillos, resoplando.
_Está bien _ dice Néstor, finalmente, poniéndose de pie _ Vamos.
Una hora más tarde, Nélida se encuentra sumergida en uno de los trabajos que le resultan más arduos: leer las cartas de las admiradoras de Miguel, que llegan a montones todos los días. Luego, decide cuáles responder y cuáles no, y, en algunos casos, envía una foto autografiada. Todo esto sin apartar a su jefe de sus múltiples ocupaciones. 
Tiene entre sus manos una que le ha parecido diferente: el vocabulario no es el que usan sus admiradoras: no le dice que lo adora ni parece desesperada por recibir una muestra de su afecto. Pondera en forma moderada la actuación del cantante (que, en realidad, parece no conocer en profundidad) y adjunta unas páginas con poesías.
Ensimismada está en eso, cuando aparece Miguel, que apenas la saluda.
_¡Miguel! ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No te envió Walter a descansar? _ pregunta, sobresaltada, al tiempo que dobla la carta entre sus manos.
_Lo intenté. Almorcé y traté de dormitar algo, pero decidí volver. ¿Novedades?
_Sí. Y muy buenas _ se apresura a responder Nélida _Néstor está trabajando en el estudio desde hace casi una hora.
Miguel, abandonando su gesto de preocupación, pasa a la sorpresa y le queda tiempo para la sorna:
_¿Y no ha pedido nada para beber?
Nélida no se atreve a cuestionar la ironía y sólo responde:
_Walter no se lo ha permitido: sólo agua y café.
_¡Esto tengo que verlo! _ dice Miguel, mientras se aleja hacia el estudio.
 Nélida retoma su lectura, voltea el sobre y lee el remitente: Carolina Duprat. La carta ha llegado desde Argentina.