Bueno ... pero al fin nos reencontramos: ustedes, yo, Carolina, Ricardo ... y los personajes que, hasta ahora, tejen esta historia. Ya irán apareciendo más.
Hasta la próxima , que espero sea MÁS próxima.
Nuevamente México, en el estudio de Miguel Paredes, el exitoso cantante.
Cuatro horas después de que Néstor, presionado por Walter y bajo la mirada
atenta de Miguel, se internara a trabajar, Nélida retoma la carta que había
estado leyendo y repasa con la vista las poesías. De repente, oye voces
conocidas por el pasillo y oculta las hojas, mezclándolas con otros papeles.
_¿Y? Sólo tuve que "bucear en el océano de mi imaginación" y
ahí estaban todas las ideas . . . como en los buenos tiempos, ¿eh?
El entusiasmo de Néstor es totalmente fingido. Trata de convencerse a sí
mismo de lo que decía, pero la expresión en los rostros de Walter y Miguel, no
oculta nada: una mezcla de desilusión, enfado y preocupación. Néstor echa mano
de cuanta posibilidad le viene a la mente para revivir las esperanzas.
_Mañana . . . con los músicos . . . todo va a ir tomando forma . . .
_Sí, sí . . . _ contesta Walter por compromiso _ Mañana . . .con los
músicos . . . Ya mismo voy a telefonearles. Ustedes adelántense. Nos veremos en
el estacionamiento.
Walter entra en su oficina mientras Miguel y Néstor se dirigen al
ascensor. Al pasar por el escritorio de Nélida, Miguel le pregunta si ha habido
alguna novedad.
_Lo de siempre: admiradoras fuera de sus cabales que envían regalos muy
íntimos. No te preocupes: ya les estoy
enviando las fotos con tu agradecimiento y un autógrafo, que, por
cierto, cada vez me sale mejor.
_Bien. Entonces . . . hasta mañana, Nélida.
_Hasta mañana _ contesta la secretaria. Enseguida, abandona la sonrisa
fingida para dirigirse a Néstor, seriamente_ Tienes que venir esta noche a mi
apartamento.
Néstor, nervioso, aprovecha que Miguel está demorado por un amigo que ha
iniciado conversación, se acerca a ella:
_No cuentes con eso. Hoy he tenido un día terrible. Ya te dije, que si
es para reproches, no soporto otro más, y si es para alguna "velada
especial", no estoy de humor.
_¡Pero si no es para nada de eso! Créeme: es algo que te convendría
muchísimo.
_Nada que me mantenga fuera de casa o del estudio me conviene en este
momento. Mis temas no les están gustando, por más que me esfuerzo.
_Precisamente por eso te conviene que hablemos esta noche.
_¿Qué? Pero . . .¿qué tiene que ver? No te entiendo. Además, es imposible.
Lo nuestro ya no es un secreto a voces y Alicia está confirmando sus sospechas.
Ella no me importa, pero es la única que me defiende ante Miguel. No me
conviene avivar esas sospechas faltando esta noche de casa. Si mi matrimonio
termina, acabaré en la calle. Ella es dueña de todo y su hermano ya no tendrá
motivos para soportarme.
_Precisamente por eso te conviene escucharme. Tengo la solución, o, al
menos, una salida temporal a tus problemas. No te preocupes tanto por Alicia:
puedes inventar una excusa. Vé ahora a tu casa, cena amablemente con ella y
luego le dices que volverás aquí a trabajar, porque es el lugar donde mejor te
concentras. Te despides y vas a mi apartamento.
_¿Y si telefonea aquí para comprobarlo?
_No te preocupes. Antes de irme, desconectaré tu línea y luego le dirás
que fuiste tú quien lo hizo, para evitar distracciones.
Néstor duda un momento, pero, cuando ve que Miguel se despide de su
interlocutora y va hacia el ascensor, determina, nervioso:
_Está bien . . . si estás tan segura de que es tan importante. Me
desharé de Alicia a eso de las diez u once.
_Adiós. Te espero.
Departamento de Nélida. Muebles modernos de gusto discutible: abunda el
metal, los colores llamativos y los ornamentos geométricos. En la pequeña mesa
de la sala, una botella de champán y dos copas. Vestida en forma muy sugestiva,
Nélida sale de su dormitorio, nerviosa, consultando la hora en el reloj de
pared, que está enmarcado por un triángulo violeta.
Suena el timbre y Nélida abre la puerta, arrojándose a los brazos de
Néstor. Él, un tanto fastidiado, la besa sin entusiasmo, así que ella baja los
brazos, mientras él se queja:
_No deberías abrir así la puerta, sin más ni más . . . ¿Y si no era yo?
_¡Ay! ¡Qué dulzura! _ Contesta
ella, acaramelando la voz _ ¡Te preocupas por mí!
_No. No estoy para eso. Simple precaución. Y . . . ¿Qué es todo esto? _
pregunta él, al ver la mesa preparada _Dijiste que era algo importante, y era
sólo un truco para que viniera aquí. Ya te lo dije: No puedo dejar a Alicia.
Tampoco pretendo abandonarte ti.
Néstor va abandonando el tono enérgico para pasar al razonable:
_Sabes que me gustas . . .mucho. Pero debemos ser muy discretos.
_¡No, no! No fue una excusa, créeme. Lo que sucede es que, cuando
escuches mi idea, no podrás resistir los deseos de celebrar _ dice ella,
mientras da una vuelta para que luzcan mejor los encajes de su atuendo
provocativo.
_Está bien, pero más vale que valga la pena _ la toma de la cintura y la
acerca a él _ Porque me costó trabajo convencer
a Alicia para que me dejara irme solo. Insistió en acompañarme al
estudio y servirme café toda la noche. Cuando me negué, alegando que necesitaba
soledad para concentrarme, prorrumpió en uno de sus habituales accesos de
llanto, así que tuve que armarme de paciencia para calmarla. Cuando acabó de
llorar decidió acostarse . . . con su medicina acostumbrada: la vi subir las
escaleras con el vaso y la botella.
Nélida se aparta un minuto:
_¿Qué? ¿Remordimientos ahora?
_La culpa y el remordimiento son sentimientos que no he tenido nunca. No
se llevan conmigo. Lo que tengo es preocupación. La infelicidad de Alicia es la
recriminación de Miguel. Ése es el problema.
_Pues ahora no será así, porque tu cuñado va a estar tan contento con tu
trabajo, que no se ocupará de tu responsabilidad en los problemas conyugales de
tu hermana.
Néstor no habla. Conoce a Nélida y sabe que irá revelando su idea poco a
poco. La mira mientras ella va en busca de su bolso y extrae unas páginas.
_Aquí están . . . las letras . . . de tus próximos éxitos.
_¿Qué estás diciendo?
_Tú léelas. Luego te explico. Relájate . . . y . . . lee _ dice,
mientras lo conduce al sofá, enciende la lámpara junto a él y va hacia la
cocina _Yo prepararé algo sencillo para acompañar el champán.
Néstor lee atentamente un poema, luego el segundo, y, al tiempo que
Nélida reaparece con un plato colmado de bocadillos de distintas clases,
comienza a leer el tercero.
Nélida está impaciente, pero se controla para no distraerlo. Cuando
Néstor concluye, le pregunta:
_¿Qué te parecen?
_¿De dónde los sacaste?
_No contestaste a mi pregunta.
_La verdad es que son bastante aceptables.
_ ¿Aceptables? _ Pregunta ella, asombrada, mientras le ofrece el plato y
se sienta junto a él _ A mí me gustaron mucho. Tanto, que pensé que sólo les
faltaba música y . . .
_¿Qué? ¿Piensas en temas musicales?
_Pero, no me respondiste: ¿De dónde sacase esto?
_Una admiradora de Miguel. Bueno,
no sé si será realmente admiradora de Miguel, porque no se deshace en elogios,
ni le dice que se está muriendo por él. En lugar de besos impresos con lápiz
labial, papel perfumado o las más íntimas demostraciones de afecto, ésta le
mandó poesías, pero deja bien claro en la carta que no lo hace para lectura
personal, sino para que, si le agradan, las utilice para sus canciones.
_¿Y pretendes que las presente como si fueran mías?
_¡Ja! Antes parecía que sentías culpa, y ahora suenas como si tuvieras
escrúpulos.
¿Vas a resultar un puritano, de repente?
_¡Qué poco me conoces! No se trata de escrúpulos, pero, ¿qué tal si ésta
. . .?
_Se llama Carolina . . . no recuerdo su apellido. Es argentina.
_Bien: Si ésta Carolina se ha asegurado, y las registró? Puede haber un
juicio.
_¿Quién se atrevería a ir contra una empresa tan grande como la nuestra?
Debe de imaginarse que tenemos los mejores abogados.
_Mmm . . .No me parece seguro . . .
_En todo caso, podemos llegar a un arreglo económico, para que nos venda
las letras y guarde silencio. A nadie le viene mal el dinero; seguramente
aceptará.
_Pero Miguel no. No le gustará en absoluto este tipo de arreglo.
_Pero . . . ¿por qué tiene que enterarse? Precisamente por eso traje la
carta y te pedí que vinieras. Para que, ante Miguel, obtuvieras todo el
crédito. En todo caso, para que te quedes tranquilo, nosotros, sólo nosotros dos trataremos la
cuestión con la chica.
_Está bien . . .quizás resulte . . . Al menos me sacaría, por el
momento, de estos aprietos.
_¡Claro! _ Exclama ella, entusiasmada, sentándose en sus rodillas y
acercándole nuevamente el plato _ Ahora abre el champán, antes de que se caliente
más.
_No, no puedo, tengo que irme _ se excusa él, al tiempo que hace ademán
de levantarse.
_¿Por qué ? _ argumenta ella, enfadada _ A tu mujer le dijiste que
trabajarías, así que
no le extrañará que regreses . .
. digamos . . . a las tres o las cuatro.
Néstor sigue dudando, así que ella se para y toma las poesías:
_Después de todo, si quiere pruebas, aquí está el fruto de tu desvelo .
. . _ dice, agitándolas.
Él se da por vencido, toma las páginas, las arroja al sofá y la
abraza.