domingo, 24 de enero de 2016

¡... Y se van otros dos!



Otra semana de verano:algún día de lluvia hasta con granizo,sol, muuucho calor y... otros dos capítulos para seguir los pasos de nuestros personajes. 
¡Que tengan una linda semana!

Capítulo XXIII

El avión está por aterrizar en el aeropuerto de México. Carolina ha tenido tiempo de pensar en el viaje: desde sus primeras conversaciones telefónicas con Nélida, hasta las explicaciones a su familia, pasando por la reunión en Capital. Pero lo que más vueltas le había dado en la cabeza, era su conversación con Ricardo. Suerte que había hecho caso al consejo de Marta y le había contado toda la verdad. Se había mostrado tan comprensivo, que hasta la había acompañado al aeropuerto de Ezeiza. ¡Y pensar que se le había pasado por la mente mentirle a esa maravilla de hombre! La única  condición que le había puesto era que telefoneara tan pronto como se hubiera instalado en el hotel.
Todavía estaba pensando en su cara de sorpresa cuando comenzó a relatarle el motivo de su viaje y en cómo se había ido transformado en una sonrisa (esa sonrisa dulce que la había cautivado desde la primera vez), cuando ella le había dicho, casi llorando: "Pero si vos no querés, me quedo, te aseguro que llamo ahora mismo y…" pensando "¿Qué hago si me dice que sí? ¿Empezar una discusión?", cuando la cinta del equipaje le traía su valija.
En el aeropuerto la estaba aguardando para llevarla al hotel un amabilísimo caballero argentino (quizás lo habían elegido a él para que se sintiera más  "como en casa"), antiguo amigo de Hidalgo que había corrido mejor suerte. Ya no trabajaba para Saberia, pero había accedido a su pedido como un favor. En el trayecto, él trataba de establecer una conversación, mezclando sus preguntas sobre su "Buenos Aires querido" con datos y recomendaciones para manejarse en México, y Carolina le contestaba como podía, mientras luchaba porque su cara de deslumbramiento, sus nervios y su expectativa no la hicieran aparecer como un ratón de campo llevado a la ciudad. Había leído sobre las ruinas de México y le habían comentado que era una de las ciudades más polucionadas, pero como ocurre siempre,la vista del viajero presente supera los relatos del viajero pasado, y la retina rebasa el testimonio de la máquina fotográfica. Era una jornada laboral en su plenitud, así que las calles rebalsaban automóviles y peatones, y los ojos de Carolina doblaban su tamaño ante la mezcla arquitectónica del viejo estilo español y la modernidad de los enormes edificios. En uno de ellos, según le había señalado su guía, estaba la empresa de Miguel. Ella había mirado hacia arriba, pero no había llegado a contar los pisos: lo único que pensaba era que en unas horas, estaría allí.
De ahí en adelante, todo se le había vuelto algo borroso: su llegada al lujosísimo hotel y los arreglos de su compatriota en el loby. Sabía que había completado una ficha y que le habían entregado una llave para su caja de seguridad; tenía conocimiento de que se había despedido de su Cicerón con un compromiso para tres horas después y que el botones la había llevado hasta la habitación doscientos dos. Cuando dejó de ver las cosas como detrás de una nube estaba recostada contra el marco de la puerta del baño: paseaba su perspectiva por el recibidor que daba a un amplio ventanal, la enorme cama, los espejos, el yacusi…y no podía creerlo. Comenzó por acurrucarse, luego sentarse, y finalmente estirarse con una larga enlongación en el sofá, desde el cual la vista de la ciudad era espléndida. Y no soportó más. Tuvo que reírse, reírse a carcajadas felicitándose a sí misma, al destino y a sus versos obstinados, que, cruzando fronteras insolente, obstinada  y esperanzadamente, la habían conducido hasta allí con un "¡Bien, Carolina, bien!" Y tuvo que bailar por la amplísima habitación y saltar en su cama y probar distintas expresiones en los bellísimos espejos. Cualquier observador la hubiera pensado loca. Cualquiera que no supiera lo que la poesía, los años de esfuerzo y los sueños…particularmente los sueños significaban para Carolina.
Pero al verse en el espejo del recordó algo: esa persona, ese ser que parecía un bosquejo enmarcado con lujo, debía estar en tres horas ¡apenas tres horas! en presencia de alguno de los colaboradores de Saberia (ni pensar en que fuera a tratarla él en persona). ¿Descansar? ¡Imposible! Tampoco podía probar bocado, tanta era su ansiedad.
¡Telefonear! ¡Eso! Llamar inmediatamente a Ricardo y a la pobre Marta que estaría comiéndose las uñas de la incertidumbre. A ambos les relató lo mismo: que todo era un sueño, que no podía poner los pies en la tierra, que el color del sofá, y los pisos, y el acolchado, y las estatuas de la entrada del hotel, y las esencias en la repisa de bronce del baño, y los cortinados y…allí se percató de que no los había telefoneado solamente para darles tranquilidad, sino para desahogar el volcán interno que se había ido preparando desde su partida y estaba haciendo erupción en el último cuarto de hora.
Cuando terminó ya se sentía más calmada: el sonido de voces conocidas y las palabras de entusiasmo compartido habían surtido un efecto tranquilizador. A sus padres los llamaría esa noche, para que su excitación no los perturbara. Miró su reloj con hora mexicana (lo había corregido cuando su acompañante le había aclarado la diferencia). ¡Dos horas! Luego miró la valija sin deshacer y el yacusi. Al intruducirse en el agua caliente, cerrar los ojos y gratificar su estresado cuerpo con los masajes del líquido elemento, se congratuló por haber tomado la opción correcta.
Hora y media después estaba abordando un taxi, con la tarjeta que le habían dado en la mano. Sabía que media hora era un tiempo más que suficiente para llegar a las oficinas de Saberia, pero no quería que absolutamente nada pusiera en riesgo su puntualidad, para dar una buena impresión. ¿Buena impresión? Había estado frente al espejo, envuelta en la bata de baño, arrojando ropa de la maleta a la cama y de la cama al armario con esa obsesión. Había pensado en ese momento desde el instante en que había colocado la carta con sus creaciones en el buzón y había preparado atuendos al hacer las maletas y había pedido consejo a Marta. Inclusive había comprado algunas cosas, según su presupuesto, claro. Pero ahora, en ese lujo, todo le parecía inadecuado y opaco.
Finalmente, se había conformado con un traje de saco y pollera, la única camisa de seda que tenía, unos zapatos no muy altos, una cadena casi imperceptible de oro (no por su valor material sino por apoyo afectivo, ya que se la había obsequiado su abuela) y muy poco maquillaje. "Después de todo _ se había dicho  _  se trata de trabajo. Yo voy a escribir las canciones, no a subir a un escenario".
Llegó, o podría decirse desembarcó frente al enorme edificio, con mariposas en el estómago y la tarjeta que le habían dado apretada ente sus dedos sudorosos.
En ese momento, un tropel de jovencitas se agolpaba frente a la puerta giratoria de entrada, gritando, tomando fotografías y agitando lapiceras y papeles. Carolina salió de su aturdimiento para darse cuenta de que era un grupo de fanáticas a la pesca de una imagen, un autógrafo, o una mirada ocasional que pudiera venir de su ídolo. Estaba en una disyuntiva: pasar entre el mar de suspiros, o esperar a tener vía libre. Se decidió por lo segundo, así que se apartó por su seguridad física. Sin embargo, como no sabía si tendría oportunidad de verlo frente a frente alguna vez (es más, se había convencido a sí misma de que siempre trataría con secretarias, músicos, y todo tipo de intermediarios, para no hacerse ilusiones) a los nervios se les había sumado ahora la curiosidad, y quería verlo. Carolina no era precisamente alta, así que ya estaba perdiendo  las esperanzas, cuando se hizo un pequeño claro en el bosque de humanidad emocionada y lo vio: le pareció de cabello más claro y de menor estatura que en las fotos de sus entrevistas o vídeos de recitales Definitivamente, era guapo y emanaba de él una ola de profundidad que no había notado en otros artistas; le parecía que salía de sus ojos castaños o, más precisamente de su mirada, que semejaba pasar a vuelo de pájaro sobre las cosas, pero, en realidad, penetraba en todas ellas. No sabía cómo podía aventurar tantos supuestos desde tan lejos. Simplemente, lo sentía. Y aún más, la asaltó un fuerte presentimiento: ese hombre influiría en su vida más de lo que ella creía. Nunca había sido una gran admiradora de él y la fama y le glamour del espectáculo jamás habían deslumbrado a la joven profesora; quizás porque le producía resquemor el hecho de que los que se dedicaban a la cultura nunca alcanzaran tanto reconocimiento como aquellos, y porque tenía un prejuicio: le molestaba la superficialidad que reinaba en ese mundo.  Sin embargo, algo había pasado en esos segundos, en esos dos o tres metros de distancia: un soplo de brisa, una hoja volando, el eco de una nota de mariachis, un verso viejo…algo. Algo que le hacía sentir que algunos de esos pensamientos cambiarían.
El grupo se había ido disolviendo, con la ayuda del guardia del edificio y de los autógrafos y las sonrisas de Miguel, así que el cantante pudo ingresar. Detrás de él, lo hizo Carolina. Mostró la tarjeta que le habían dado al guardia y este le indicó que se dirigiera al mostrador de recepción. Pero ella, quizás por los nervios, quizás por la intriga, tal vez por lo inexplicable de las situaciones inesperadas, observó, a un costado, a Miguel, charlando acalorada pero no agresivamente con otro hombre que no conocía. Era Walter. Como en una nube se fue acercando a ellos y escuchando en forma entrecortada la  conversación.
_ Pero, Miguel, debes ser más estricto con el guardia_sentenciaba  el hombre mayor.
_ No puedo "regañar"  aJosé como a un niño pequeño, Walter. Es un hombre de setenta años, leal, que trabaja aquí desde antes que tú…bueno…que yo naciera. Además, no puedo perder contacto con mis admiradoras; son ellas las que mantienen este sistema funcionando. Bastante protección tengo en mi casa, mi apartamento, y cada vez que salgo a una ocasión especial…
Llegado a este punto, Miguel percibió una presencia a sus espaldas y volteó. Allí estaba esa joven baja, de ojos castaños con chispas verdes y cabello cobrizo atado.
De su garganta seca y sus labios temblorosos sólo se oyó:
_Me llamo Carolina…_ y extendió lo que parecía un trocito de cartulina.
Segundos después, Carolina se encontraba de nuevo en la acera, con un "Para Carolina, con afecto, de Miguel Saberia", escrito en la tarjeta que había presentado del lado del revés.


Capítulo XXIV

"¿Qué habrá sido? El cabello, seguro, el cabello…tendría que haber hecho algo más extravagante con él…o cortarlo…sí…cortarlo: eso da apariencia más sofisticada…Pero . . .¡con esta nariz! ¿Y por qué no terminé la presentación que había preparado desde que entré: Encantada, soy Carolina Duprat. Vine de la Argentina y tengo una cita a las cuatro de la tarde? ", iba pensando con una mezcla de rabia y confusión durante su regreso al hotel. "¿Por qué no fui directamente a recepción como me dijo el portero? Me hicieron venir aquí por cuestiones legales y para proponerme más trabajo, pero yo me había imaginado desde el principio que él no se ocuparía de los detalles, y que dejaría todo en manos de sus colaboradores. Él trata con periodistas, productores, músicos importantes…¿qué tiempo tendría para una simple profesora como yo?"
Después del tragicómico incidente en que fue confundida con una admiradora, era tanta su vergüenza, que no había mirado a su atrás, atravesado la puerta, y caminado por la acera en camino al hotel sin saber exactamente qué camino tomaba. Dos cuadras más adelante, saliendo lentamente de su aturdimiento, echó una mirada a su alrededor y cayó en la cuenta de que no sabía si iba en e camino correcto. ¿Tomar un taxi? No: el aire fresco le hacía falta, así que le mostró a un transeúnte la tarjeta con la dirección del hotel donde se hospedaba y siguió sus indicaciones, que eran muy sencillas.
"Si tuviera más carácter, una personalidad más arrolladora (miró su figura en el reflejo de una vidriera y suspiró)…y otro aspecto, no me hubiera intimidado tan fácilmente.", continuaba en su diálogo consigo misma. Nunca había sido una mujer superficial y jamás había valorado a las personas conocidas por su aspecto, pero, por primera vez, envidiaba a quienes, al entrar en una reunión, o, simplemente, subir a un transporte público, provocaban un silencio de admiración y atraían todas las miradas. ¡Cómo le habría gustado, al menos por ese día, ser llamativa! No sólo por su presencia ante los demás, sino porque creía que eso le daría más confianza en sí misma, como una carta de presentación que la hiciera sobresalir entre los demás.
¿Qué haría ahora? ¿Regresar? En ese estado anímico no podía. Además, con semejante comienzo, ya se imaginaba el resto de su estadía: ¿iba a continuar así, balbuceando cada vez que le presentaran a alguien, especialmente cuando sus responsabilidades y compromisos crecieran? Pero, por otro lado, la estarían esperando, además....¡perder una oportunidad así! Lo mejor sería telefonear desde el hotel, pedir disculpas con la excusa de una leve indisposición, y, de esta manera, tener más tiempo para pensar y calmarse. Enviaría un mail a  Marta o a Ricardo, tratando de no angustiarlos, pero la ilusión de un contacto familiar la fortalecería espiritualmente.
Mientras Carolina hacía esta caminata más agotadora mental que físicamente, Walter recibía una llamada de Roberto, quien la había recibido en el aeropuerto. Telefoneaba desde el hotel.
_ ¿Cómo que no está? ¿No le advertiste que pasarías por allí a las cuatro?
_ No te preocupes _ respondía Roberto_ los argentinos somos conocidos por nuestra impuntualidad. Más aún las mujeres. Seguramente salió a dar una recorrida y se tentó haciendo compras.
_ El error fue nuestro: debí pedirle a Nélida que se comunicara unos minutos antes para recordárselo.
_No hay problema, te repito. Si hubo un malentendido, lo aclararemos y en un rato estaré.. . estaremos allí.
_ ¿Estás seguro?
_Seguro - contesta Roberto, mientras ve a Carolina cruzar la puerta de vidrio hacia el lujoso loby _ Más que eso: segurísimo.
_ ¿Cómo?
_No importa, ya vamos_ afirma el chofer circunstancial, que sonríe, guarda su celular en el bolsillo y se dirige hacia la misma joven que vio a la mañana, pero más despeinada y agotada.
Carolina se sorprende de verlo y, al descubrirse reflejada en uno de los espejos de la entrada, se da cuenta de que la situación de nervios y la caminata han dejado huellas en su apariencia: su cabello está enmarañado, tiene tierra y hojas secas adheridas a los zapatos y siente la blusa pegada al cuerpo por la transpiración. Roberto está a dos metros; es tarde, ya no puede hacer nada más que enderezar su saco, que ahora parece dos talles más grande en su espalda agobiada de pensamientos y ejercicio no planificado
_ No veo bolsas. ¿No te gustó nada de lo que viste?
La expresión de Carolina le indica a Roberto que no comprende.
_ Saliste de compras y se te pasó la hora, ¿no?
Carolina trata de peinar los cabellos que se han soltado de su sitio:
_ ¿Compras?  ¡No, no! _ ella cree que entendió lo sucedido, pero está lejos de la verdad_ No es por eso que no fui. Bueno…en realidad sí fui…
_ ¿Cómo que fuiste? ¿A dónde?
_ A la dirección que usted…
_ Tuteáme, por favor, ¿te acordás de que te lo pedí esta mañana?
_ Está bien: a la dirección de la tarjeta que me diste. Y estás acá porque no asistí. Si llamaste por teléfono, te habrán dicho que no estaba y viniste a ver qué había pasado.
_ Un momento, por favor, esperá: yo vine aquí porque en eso habíamos quedado. Te pasaba a buscar para llevarte.
_ Pero…yo creí…_ Carolina cae en la cuenta de la confusión.
_ ¿Que íbamos a pedirte que fueras sola? Es comprensible, no estás acostumbrada a este medio. Vas a trabajar con nosotros: hubiera sido una falta imperdonable de cortesía dejarte en un país desconocido, sin ninguna compañía.
_ Pero hay taxis, y el idioma es el mismo. A demás no está tan lejos.
_ ¡Ni hablar! Miguel no lo hubiera permitido. Bueno, aún no lo conocés.
_ En realidad, sí. Bueno…en cierta forma.
_ ¿Cómo lo conocés? 
A Carolina le avergüenza revelar lo que ha sucedido. ¿Cómo explicar la estupidez de haber regresado sin insistir. Piensa que lo dice no dará una buena impresión de ella.
_ Bueno…quiero decir…como todo el mundo…por televisión.
Roberto no entiende bien, pero abre la portezuela de la limusina para que Carolina suba. Ella continúa su interrumpido sueño. ¡Una limusina para ir a recogerla! ¡Y ella con esos zapatos…sucios, además!
Ha ido retocándose  el maquillaje y ante la imagen que le devuelve el pequeño espejo que llevaba en su cartera, se ha sentido desolada, así que, al descender, no conserva la más mínima esperanza de que su apariencia sea aceptable.
El edificio conocido, el recibidor visto, nuevamente, como en un sueño que se repite. Pero esta vez, flanqueada  por su robusto acompañante, siente que un camino se abre a su paso y entra al ascensor, casi con naturalidad. Sin embargo, siente una punzada en el estómago. No, no es la velocidad del elevador; es que su acompañante acaba de mencionar el nombre "Miguel Saberia" junto a las palabras "está esperándonos". ¿Cómo? ¿Y los representantes? ¿Y los escribanos, o los abogados y secretarias? ¿Él, el mismo Miguel Saberia hablaría con ella, con la pobre hormiguita venida de Argentina, que un rato antes había estado caminando por una ciudad desconocida y la autoestima por el piso?
Al descender, Roberto extiende la mano a una mujer que lo recibe sonriente. Él hace las presentaciones y Carolina reconoce en quien la saluda la voz del teléfono. Nélida es amable, o, para alguien perceptivo, intenta parecerlo.
Cuando entran a la oficina de Miguel, Carolina encuentra de pie, abotonándose los sacos, a los dos hombres que acababa de abordar en la entrada. "Que no me recuerden, que no me recuerden…" reza, mientras estrecha sus manos.
_ Mucho gusto, señorita Duprat _ dice Miguel, que no ha soltado su mano por concentrarse en su rostro.
Carolina mantiene su mirada sospechando lo que pasa.
_ ¿Acaso nosotros no…?
En respuesta a los ruegos de ella, alguna fuerza superior hace que Roberto interrumpa:
_ ¿Qué les parece si, para hacer sentir a nuestra futura colaboradora como en casa, la saludamos a la argentina, con un beso?
_ Buena costumbre_ apoya Walter, y acerca su mejilla.
Miguel asiente con una sonrisa y hace lo mismo.
Con un suspiro profundo, Carolina acepta el asiento que le ofrecen y se despide de Roberto:
_ Sana y salva, así que, mi deber está cumplido_ dice su compatriota, antes de cerrar la puerta.
"¿Y ahora…qué? " se pregunta ella.
_ Señorita Duprat…
_ Carolina, señor…
_ Bien, comencemos de nuevo: tú no eres la señorita Duprat, sino Carolina; entonces, yo no soy ningún señor, sino Walter.
_Y yo soy Miguel y nos tutearemos…o nos "vosearemos", como hacen ustedes.
Se ríen y eso ayuda a Carolina a que al menos algunos de los nervios que tenía tensionados en su cuerpo, se relajen, y que deje por unos segundos de pensar "Estoy frente a Miguel Saberia, estoy frente a Miguel Saberia", para poder concentrarse en lo que escucha.
Walter le explica de la manera más clara posible el "malentendido" que se produjo
con su trabajo, pondera la calidad del mismo y le propone seguir trabajando con ellos allí, en México, con toda la colaboración que necesite. Le pregunta por su situación en el hotel para asegurarse de que está cómoda y de que ha recibido la atención acordada, además de prometerle que la situación es momentánea, ya que si el trabajo resulta satisfactorio para ambas partes, alquilarán una casa y un auto con chofer a su disposición. Miguel asiente con la cabeza a todas las afirmaciones de Walter, mientras revuelve el café que Nélida les ha traído.
A Carolina todo sigue pareciéndole demasiado bueno para ser cierto, pero no tanto como para no comprender que las cosas le están yendo maravillosamente bien.
Acuerdan una reunión con los abogados para el día siguiente, asegurándole que le darán el tiempo necesario para leer y sopesar todos los aspectos de su conveniencia y la invitan a cenar, no sólo en consideración de que es su primera cena en el país, sino para presentarle formalmente a algunas de las personas que trabajan en su empresa.
Ante tan halagadora invitación, Carolina, con mucha dificultad, busca las palabras adecuadas para no negar, pero posponer cortésmente. Su atuendo, su cansancio, las ininterrumpidas emociones a las que ha estado expuesta, la excusan de dicha reunión, que se decide para el almuerzo del día siguiente.
_ Sin embargo…no podrás negarnos una pequeña pero representativa celebración, ¿verdad? _ le pregunta Walter, mirando de soslayo a su amigo con una sonrisa cómplice.
_ ¿Te refieres a lo que yo sospecho? _ inquiere Miguel.
_ Desde luego.
_ ¿Qué es? _ interroga Carolina.
Miguel se retira por un segundo y regresa con Nélida, que trae una botella de champán y tres copas.
_ Gracias, pero…es que…yo no bebo.
_ ¿Ni en una ocasión como esta? _ la anima el cantante.
_Vas a entrar al mundo del espectáculo _ afirma Walter _ quizás no puedas seguirnos el ritmo, pero con probar…Además, no te preocupes: un chofer estará esperando para llevarte de regreso.
Carolina acepta, brindan, y se entretiene unos momentos comentándole sobre los lugares de la ciudad que no podrá dejar de conocer.
_ Ya sé que es imposible, pues es la primera vez que estás en México, y afirmas que no nos vimos jamás en mis viajes a Argentina…pero tu cara…me parece haberla visto. ¿Qué piensas, Walter?
Por suerte para ella, el representante no estaba atento en el encuentro anterior, así que, aunque la observa, nada advierte:
_ En una vida anterior, quizás.
Mientras ríen de la ocurrencia, Nélida le advierte a su jefe:
_ Miguel, tienes una llamada de tu hermana.
_ Dile que en cuanto termine le telefoneo.
_ Es que…pienso que deberías atenderla ahora. _y agrega en tono confidencial_ Créeme.
Carolina ha vertido unas gotas de champán en el dorso de su mano, así que saca un pañuelo de su cartera para secarse, sin advertir que de ella se desliza la tarjeta autografiada y cae en el escritorio. Sin embargo, alcanza a ver la mirada grave que han intercambiado sus anfitriones al oír esta advertencia, así que, aunque no sabe exactamente cuál es la situación, les pide que la dejen retirarse. Miguel se despide y Walter se ofrece a acompañarla hasta el coche.
El cantante, una vez solo en su oficina, levanta el tubo, preparado para escuchar las quejas de su hermana y empieza a jugar, distraído, con un misterioso cartoncito que ha quedado olvidado. Finalmente, lo lee, curioso. Al dorso, está su firma.

domingo, 17 de enero de 2016

Dos capítulos más

Otro domingo y ... dos capítulos más. ¿Les pareció mucho la semana pasada, así como un "atracón", después de tantas demoras el año pasado? Bueno: si es así, me  dan su opinión en comentarios, ¿les parece?
Un abrazo: para los que están de vacaciones, sigan disfrutando, y para los que no ... a sobrellevarlo con alguna bebida fresca en su jardín, en un parque, o donde encuentren "su lugarcito"

Capítulo XXI

Al día siguiente, en México, son las ocho de la mañana cuando, como todos los días, (excepto en las épocas de gira del cantante) Miguel y Walter empiezan la jornada con un diálogo personal. Esta vez no se realiza en la oficina de ninguno de ellos, sino en una cómoda sala de estar de los estudios. Allí están los discos de oro y de platino de Miguel,  fotos de él con sus artistas favoritos, y algunos libros (después de la música, su pasión es la lectura) y discos compactos preferidos. La decoración de este espacio no es tan antigua como la de su mansión más importante, en Acapaulco, ni tan cara como la de su apartamento en el D. F., ni tan moderna como la de su otro apartamento en Nueva York. Es simplemente un rincón para recordar que en el mundo había algo más que aviones y estadios para recitales. Una sola vez había dado una entrevista allí a un periodista, a quien le había llamado la atención que ni en ese lugar, ni en ninguna otra de sus propiedades tuviera colección de armas, habiendo sido su padre ( o al menos el que lo había tratado como tal) un gran aficionado a estas. Él le había respondido:
_ Hay mucho dolor en el mundo. No me atraen las cosas que puedan traer más, sino las que tratan de atenuarlo. Por eso canto_ y casi inmediatamente se había arrepentido de expresarse de manera tan cursi, aunque fuera la verdad, pero el periodista había contraatacado:
_ ¡Pero eran un recuerdo de su padre!
_ Nada le hubiera disgustado más a él que el hecho de que yo no fuera fiel a mí mismo.

El tema es importante: qué hacer con Néstor antes de que se presente, esa tarde, la verdadera autora.
_Al menos ya sabemos por qué vía llegó esa carta a manos de Néstor_ explica Walter_ Todas tus cartas pasan primero por Nélida. Y sabemos que a ellos los une una "especial amistad"…
_ Los unía_ interrumpe Miguel.
_ ¡Vamos Miguel! Eres un hombre inteligente. Me resulta difícil que hayas creído toda esa historia que te contestó Nélida de que "ya no había nada más, que había sido un error, etcétera, etcétera _responde su representante, a la vez que se levanta y sacude los brazos _ ¿No sospechaste que podía ser un argumento fingido para que los dejáramos en paz? Además: recuerda bien el momento en que volvió mágicamente su inspiración: vivía en juergas, llegaba tarde o no venía y no podía escribir una frase original. Nélida recibe entre las cartas de admiradoras, una que le parece valiosa y no te la muestra porque se le ocurre una idea salvadora.
_ ¿Para él?
_ ¡Para los dos!_Vuelve a sentarse y se acerca a Miguel en un tono más íntimo, como un detective que acaba de develar un misterio_ Con esas letras, él volvería a tu estima y, ¿quién quedaría como su salvadora? ¡Ella!
_ Tiene sentido.
_ ¡Por supuesto! Piensa que con un mujeriego como tu cuñado, ella sabía que era muy difícil conseguir fidelidad, así que se la asegura de dos maneras: por agradecimiento, ya que la jugada que ella puso en sus manos le salvó la carrera…
_ ¡Y por silencio!
_ ¡Elemental, mi querido Watson!
_Si Néstor se veía tentado por alguna aventura, quizás pensaría en lo que le debía a su amante o que si ella lo descubría, vendría decirnos toda la verdad.
_Me inclino más por lo segundo. Néstor no es un sentimental, ni capaz de sentir gratitud u obligación moral por nadie.
_ Bien: ya tenemos solucionadas dos partes: de Carolina a Nélida y de esta a tu cuñado. Ahora… ¿y el anónimo?
Esta vez el que se pone de pie, da vueltas por la habitación, mirando sin ver las fotos y los discos, es Miguel. Voltea, con la mano en la barbilla y exclama, para sorpresa de Walter:
_Nélida.
_ ¿Cómo?
_ Es la única que tiene acceso a mi oficina, además de ti, cuando yo estoy ausente._ se sienta_  Pero… aún así, lo que no me queda claro es el porqué.  Si ella  quería congraciarse con él, ponerlo al descubierto la hubiera llevado a lo opuesto.
_ Sí; pero no te olvides de que era un anónimo, así que quizás ella estaba segura de que Néstor no sabría quién había puesto esa información en sus manos.
_ ¿Y de quién más iba a sospechar él, si era la única en saberlo?
_ ¿Y si no es así? ¿Y si alguien más los descubrió? ¿Algún enemigo de Néstor que aprovechó la ocasión?_ Con gesto irónico, Walter recalca _ En ese caso se nos complica demasiado: la mitad de México sería sospechosa. Y hasta en la Argentina…
_Sí: ya hablamos de Hidalgo, pero él no tiene acceso a mi oficina.
_ ¡Aj! _ onomatopeya Walter, pasándose las manos por su ya no tan oscura ni tan abundante cabellera_ Volvemos al punto de partida: tu secretaria.
_ ¡Pero por qué arruinar su oportunidad de retenerlo y, quizás, hasta apartarlo de mi hermana!
El representante camina por la habitación, haciendo el periplo que antes había hollado su amigo, toma un disco compacto que Walter acababa de dejar unos segundos antes sobre una mesita y comienza a rumiar para sí, hasta que su interlocutor se percata de ello:
_ ¡Ja! ¡Eh, tú, eterno defensor de la soltería! Si llego a tu edad, espero tener a mi lado a una mujer que me recuerde que hablar solo es uno de los síntomas de… _ y hace un gesto sugestivo sobre su sien derecha.
_ No estoy hablando solo. Estoy hablando conmigo mismo, que no es lo mismo.
_ ¡Oh, perdón! ¿Puedo saber que estás hablando contigo, que no puedas hablar conmigo?_ cuestiona Miguel, inseguro sobre la relación que ha hecho entre la lógica y la gramática española.
_ Dime, amigo: ¿Por qué dejaste esto aquí? - pregunta Walter mostrando el objeto.
_ No sé. Ni siquiera me percaté.
_ No te diste cuenta.
_ No. Pero qué diablos tiene que ver con lo que estamos hablando?
_ Eso: ¿Cuántas veces hace uno las cosas sin darse cuenta?
_ ¿Estás insinuando que Nélida dejó la nota sobre mi escritorio, fuera del horario de oficina, "por distracción"? ¿Pero por qué iba a negarlo después?
_ No estoy diciendo que lo dejara sin darse cuenta de que lo estaba apoyando en tu escritorio, sino de QUÉ era lo que depositaba.
_ Así que no tenía idea de su contenido, que resultaría en perjuicio de ella y de su amante. ¡Pero, vamos, Walter! Nélida no es brillante, pero tampoco ninguna estúpida que haga las cosas y no se cuide las espaldas! ¿Crees que no es consciente de la situación riesgosa en la que se encuentra y que no sería capaz de revisar la nota antes de entregarla?
_No si tuviera otra motivación, como, por ejemplo… dinero.
_ ¿Que alguien le hubiera pagado por hacerlo? ¿Hidalgo, tal vez? Pero, imposible, siendo él enemigo acérrimo de su amante, no hubiera arriesgado lo que podía ganar con mi cuñado por dinero.
_ Hay un detalle que se te está olvidando. TÚ sabes que Hidalgo y tu cuñado tuvieron un problema y que no fue sólo laboral. YO lo sé también. Pero: ¿Recuerdas cuándo sucedió eso?
_ Sí, fue en…
_ ¿Y cuándo comenzó Nélida a trabajar aquí?
_ ¡Cierto! Más de un año después. Es muy posible que ella no lo sepa.
_ Seguro, más que posible. A no ser por un chisme de oficina, que sería muy poco probable, ya que tú, por proteger a tu hermana, mantuviste todo en silencio así que los empleados no lo saben. ¿Quién iría a decírselo? ¿Él? No le daría ningún rédito. Al contrario: ¿confesar qué es lo que él acostumbra hacer una vez que se ha cansado de sus "amigas íntimas"?
_ Así que, sobornada por Hidalgo, pudo haberse prestado a la complicidad, creyendo que nada tenía que ver con ellos dos.
Como ve que Miguel continúa cavilando, Walter inquiere:
_ ¿Hay alguna de estas sospechas que no te convence?
_No. No es eso. Es que justamente son lo único que tenemos: sospechas. ¿Cómo las comprobamos? ¿Crees que ellos confesarán así, sin más?
_ No, seguramente que no. Pero  olvidas una cosa: no son sólo sospechas lo que tenemos: tenemos una prueba muy firme.
_ ¿Qué? ¿La nota sobre mi escritorio? Eso no significa nada.
_ No. Tenemos más que una constancia de papel: es de carne y hueso. Carolina Duprat, hoy mismo, en México. ¿Ya lo olvidaste?
_Pero ya te dije que una confrontación está descartada. Esa muchacha…
_ Sí, ya lo sé: no deseas que su inicio sea en esas circunstancias. Pero no es en un encuentro en lo que estoy pensando, sino en la "amenaza" de ese encuentro.
_ Pero sería ponerlo sobre aviso.
_U obligarlo a confesar.
_ ¿Quizás a los dos?
_ Juntos, lo dudo: ella, delante de su amante negaría  todo para no perder su confianza, y él argumentaría que se trata de una trampa tendida por una amante despechada y un exiliado que siempre lo odió.
_ ¿Qué sugieres entonces?
Walter vuelve al tono bajo, y, señalando en dirección a la oficina de Nélida especifica:
_ Deberíamos comenzar por ella. Pero ella sola, así es más vulnerable. Tal vez no confiese todo, pero se me ocurren algunos trucos para que diga más de lo que quiere sin darse cuenta.
Miguel asiente con la cabeza cuando su amigo hace un gesto para llamarla en ese mismo instante.
_ Pero tú mismo dijiste que no era ninguna tonta.
Walter ya está en el conmutador ordenando:
_Nélida, ven un momento por favor. _y se vuelve a Miguel con una sonrisa _ Sí, pero nunca dije que fuese más inteligente que yo.


Capítulo XXII

Nélida entra en la habitación con cara de preocupación. La intuición femenina le indica algo.
Walter no quiere mucha introducción, así que ni bien Miguel le pide que se siente, dispara:
_ ¿Quién envió la nota del otro día?
Ella empieza a jugar con su primera carta: la distracción:
_ ¿La cart…?
_ ¡Sí, sí, la misma nota con la que fingiste sorpresa! ¡Como si hubiese algo que no pasara por tus manos antes de llegar a Miguel!
A Miguel le parece demasiado fuerte el tono que está usando su amigo y, como no alcanza a darse cuenta de que está actuando, le parece que lo echará todo a perder, inhibiendo a la mujer, así que en voz no muy alta pero con gesto de recriminación, se acerca a él:
_ ¡Walter!
Ella, mientras, saca de la manga su otra carta: la indignación, el orgullo herido ante una sospecha sobre su integridad:
_ ¡Walter! ¿Cómo se te ocurre pensar que yo… con lo que te debo a ti y a Miguel… que yo haría algo… que escondería…?
Los ojos llorosos, la mirada de injusticia hacia los dos, todo forma parte de su actuación. Pero Walter sabe que ella está interpretando un papel, y sabe también que él está interpretando uno, y que quien sostenga con más arte sus cualidades histriónicas, ganará. Y ha llegado el momento en que el malo se convierta, aunque sea por un momento, en compasivo, para que la que simula estar herida, baje un poco la defensiva y deje un rescoldo para el siguiente rayo de lucidez.
Así que el representante se acerca, le apoya suavemente la manonen el hombro y cambia el tono de voz:
_ ¡Vamos! Nadie está diciendo que lo hayas hecho con mala intención. Quizás alguien te dijo que era beneficioso para la compañía. Y de hecho lo fue. No tienes nada de qué avergonzarte. Tal vez lo único que te pidieron fue silencio.
Nélida continúa en su mutismo y su cerebro trabaja con celeridad. Ya saben la farsa de Néstor, ella misma está haciendo los arreglos para que reciban a la verdadera autora y quién sabe qué medidas tomarán con su amante. ¿Cuál será la carta que le ganará su permanencia en el trabajo? ¿La mentira o la verdad? Hidalgo no diría nada, pero… ¿y la chica? Bueno, eso no sería problema: todavía podía hablar con ella y comprar su complicidad. Seguramente sería una ingenua que haría cualquier cosa por ganarse una amiga en ese ambiente tan raro. Pero, ¿cómo explicar la llegada de las letras a manos de Néstor sino era por ella? ¡Rápido, rápido, algo tenía que ocurrírsele! Iba ganado tiempo mientras le pedía un pañuelo a Miguel para secar sus falsas lágrimas.
Miguel entiende ahora que está en el medio de un juego, y mira a Walter, buscando un indicio para saber qué pieza le conviene mover a él, pero parece que su representante no le ha atribuido más que el papel de espectador. Sin embargo, a su egocentrismo, si bien es extremista, acusa una estocada, así que interviene.
_ ¿Sabías Nélida _ comienza, en tono benévolo_ que las últimas letras no eran de Néstor? ¿Sabías que las escribió una admiradora de la Argentina, que es a quien recibiremos hoy?
Ella, aún medio escondida detrás del pañuelo, niega con la cabeza.
_ Todas las cartas, salvo las que van dirigidas directamente a Walter, pasan por tus manos. ¿No es posible que Néstor haya robado alguna en alguna distracción tuya?
Walter no puede creer que su amigo sea tan ingenuo y lo toma de un brazo, llevándolo a un rincón de la habitación para que Nélida no los oiga:
_ ¿Pero qué interés tendría ese apático en las cartas de tus admiradoras, a no ser que coleccione ropa interior femenina? ¿Cómo iba a saber que podía encontrar algo para su conveniencia?
_No seas tonto. Ya lo sé, pero con tu técnica de sacar la verdad con acusaciones no estamos logrando nada. Se atraen más moscas…
_ Sí, sí, con miel que con hiel. Pero esta no es ninguna mosca. Y ¿desde cuándo riges tus acciones por filosofía barata?
_ Desde que a ti se te ha ocurrido jugar al detective.
Nélida no puede creer en su suerte ¡Una distracción y que Néstor había sustraído…! ¡Pero cómo no se le había ocurrido a ella! ¡Este Miguel era un amor! ¡Darle él mismo la pieza del rompecabezas que la mantendría en su empleo!
Cuando regresaron junto a ella, ya estaba practicando su cara de víctima y armando mentalmente las oraciones con las cuales apoyar la teoría de Walter:
_ Bueno…quizás…en algún momento…no se me había pasado por la cabeza…
Pero Walter no quiere más mentiras:
 _ ¿A quién estás defendiendo, mujer? ¿A un hombre que puede engañarte a ti como lo hace desde hace mucho tiempo con su mujer? ¿Qué te prometió? ¿Qué si lo ayudabas dejaría a su esposa para quedarse contigo? ¿Y crees que eres la primera con quien lo ha hecho, y la última con quien lo hará?  En este mismo viaje… ¡vamos! Ni tú te habrás creído lo del "retiro creativo". ¿Acaso no se te ocurre pensar que aprovechará la primera oportunidad de enredarse con la primera que conozca? ¡No sé quién es más tonto: nosotros por pagarle o tú por serle fiel en esta estafa, mientras él se estará riendo de nuestra ingenuidad tomándose unos margaritas junto al mar con una turista!
Miguel se echa hacia atrás en su silla, creyéndose vencido por la violencia de Walter que ha malogrado sus esfuerzos por una confesión voluntaria y en buenos términos.
Sin embargo, las fuerzas de Nélida han llegado al límite, y la máscara de incomprendida se ha ido cayendo, más que con las palabras de Walter, con las imágenes que han corrido por su mente mientras lo escuchaba: Alejandra, el viaje, la reacción frente a un embarazo, y su cara…y los celos… y esos cabellos pelirrojos ondeando descaradamente… y esa risa…y "¿Está Néstor?" Nada de señor, ni de apellidos. Y las mentiras, y el auto, esa noche:
_ ¡Bueno, sí, sí, basta! _prorrumpe
Miguel no puede creer que la trampa de su amigo haya funcionado. Pero la máscara no ha terminado de caer, así que ella se asegura de que su relato no tenga más porcentaje de verdad que el conveniente.
_Yo estaba leyendo la carta de esa chica cuando él llegó y se le ocurrió usarla. Yo le dije que no estaría bien, que lo que correspondía era que yo te la entregara a ti, Miguel. Pero me convenció…tú sabes cómo es él hablando. Que tú no la tomarías en cuenta por ser de una admiradora y que no sólo él, sino tú, todos nosotros, la compañía perdería una oportunidad, Que él estaba pasando por un mal momento con tu hermana, y por eso no se le ocurría nada. Que si las cosas continuaban así, llamarían a otro…y que no debería yo favorecer a alguien extraño, pues convenía que las cosas quedaran entre nosotros. Y…bueno.. tú sabes…me pareció un beneficio para todos.
_ ¿Y cómo entra Hidalgo en todo esto? _La interrumpe Miguel, aprovechando que a su representante el regodeo en la satisfacción lo ha dejado sin palabras.
_ Es que empecé a pensar en esa chica y que todo esto era injusto para ella, y mi conciencia empezó a recriminarme.
Walter tuvo que simular un gesto de cansancio y taparse la boca para evitar que su risa escapara súbitamente.
 _ Así que lo llamaste para que arreglara tus cosas.
_ Y fuiste tú la que compró su silencio, y no al contrario _agregó Walter, tratando de disimular que ni él creía lo que estaba argumentando, con el único fin de tenerla confiada.
_ ¡Así fue!
Cuando Miguel y Walter entrecruzan miradas, como preguntándose: "¿y ahora qué?", Nélida no pierde oportunidad:
_Pero fue con buena intención, Miguel. Tú sabes que desde que he trabajado para ti, te he sido fiel. Tú mismo has ponderado mi eficiencia. ¿No me echarían por un error, verdad, Walter? ¡Por favor! Le tomaría mucho tiempo a alguien nuevo aprender mi trabajo, y en este momento, con la argentina por llegar, lo que menos nos sobra es tiempo. "¿Nos?" ¿Dije "nos"? ¿Ven? Ni yo misma me había dado cuenta. Es que esto es para mí una familia; ya saben ustedes que no tengo otra. Pregunten al resto del equipo: nadie tendrá queja de mí. Al contrario. Dime, Walter: ¿Alguna vez reservé mal un vuelo? O tú, Miguel: ¿quién hizo frente a los productores cuando los temas no estaban a tiempo para grabar?
_Está bien, Nélida _ le responde Miguel antes de que hable su representante, porque sabe que este querrá despedirla _ Por ahora no hablaremos de eso. Te necesitamos para las próximas actividades. Ya decidiremos más adelante. ¿Verdad, amigo?
_Está bien_ responde Walter de mala gana.
_ ¿Puedo irme? _ pregunta tímidamente ella, volviendo a su papel de pobrecilla, estrujando el pañuelo de Miguel, apagando los últimos sollozos y usando su fidelidad al deber como excusa para salir de allí de una vez_ Todo debe estar a punto cuando ella llegue.
Miguel mueve solamente la mano indicándole la puerta, mientras Walter, aún visiblemente molesto por la magnanimidad de su amigo, se limita a darle la espalda.
_ ¡Ah! Una cosa más _dice ella antes de abrir la puerta.
"¡Increíble!" piensa Walter,"Acaba de salvarse de la horca y es capaz de pedir un favor".
_Por favor, no le digan a tu cuñado que yo lo delaté. Se enojaría mucho y…ya saben cómo es…
_ ¿Te atreves a ponernos condiciones, cuando acabas…?
_Walter _vuelve a increpar Miguel_  por favor. Ya logramos lo que queríamos. Cálmate. Está bien. No te preocupes. Le diremos que Carolina Duprat se presentó con su material, para asegurarse de que lo recibiéramos y así descubrimos todo.
Cuando ella se retira, Miguel y Walter discuten sobre la decisión del primero de apartarla de su labor, pero lo hacen muy brevemente, porque el segundo se da cuenta de que no lo hará cambiar de opinión.
_De verdad que al principio no tenías idea de lo que estaba haciendo, ¿no? Pregunta Walter
_En absoluto. Pero es que no tenía los elementos que manejabas tú. ¿Cómo te enteraste de que Néstor está con otra mujer?
_ ¿Y quién te dijo a ti que es verdad? Para Nélida, con suponerlo es suficiente. El fantasma de "la otra - otra" está en la mente de todas las amantes. Lo único que hice fue exteriorizarlo en palabras. Para las mujeres, querido amigo, tiene más fuerza la sospecha de lo temido que la realidad de lo deseado. Por otro lado, hacer hablar a una mujer no es nada del otro mundo. ¡Lo difícil es hacerla callar!
Miguel sonríe; no puede creer de qué forma  han obtenido lo que deseaban.
_ Además _ agrega Walter, irónicamente_ ¿No te lo había dicho? Es suspicaz y astuta, pero no más inteligente que tu humilde amigo.
Luego, la conversación teje la trama de lo que le dirán a Néstor.
Una hora después, Néstor, transfigurado, sale de la oficina de Miguel. Está furioso, y no se ha creído el cuento de que ha sido la argentina quien ha descubierto la farsa. Toma a Nélida violentamente de una muñeca hasta hacerla levantar de su silla:
_ ¡Tú, has sido tú, desgraciada! ¡A mí no me engañas! ¡Estúpida! ¡Echarlo todo a perder! ¿Para qué? ¿Qué ganas, idiota? ¡Ya te pondrán a tí también de patitas en la calle! ¿Por qué crees que correrás mejor suerte que yo?
Al oír los gritos, Walter y Miguel salen de la oficina y lo obligan a soltarla.
_ Ya te explicamos suficiente, hombre. Más de lo que merecías. Déjala. Ella no ha tenido nada que ver. Te ha defendido hasta último momento_ dice Miguel, mientras Walter lo empuja hacia el ascensor, donde Néstor se suelta.
Pero mientras las puertas se cierran, con los ojos fijos en ella, el falsificador la señala y dice entre dientes:
_Esto no se termina aquí, Nélida.






domingo, 10 de enero de 2016

Estrenando año


¿Recuperados después de las fiestas? ¿Alguien se va o regresa de vacaciones? Bueno ... cualquiera sea la situación, con los días de calor o de lluvia, podemos acompañarlos con lectura. Y vamos a probar con dos capítulos por semana, para seguir mejor la trama. Espero que así les parezca más entretenido.
¡Ah! Un detalle que me dio alegría: hoy, domingo, en el diario "El Día" se publicó la reseña de " Historias de paz ¿Quién dijo que todo está perdido?".
Demasiadas ponderaciones para mi sencilla obra, pero ... ¡un gigante empujón para seguir trabajando! Si les interesa, y no compraron o entraron el diario, en cuanto pueda lo subo a mi Face.
¡Gracias por su compañía!

Capítulo XIX

A la mañana siguiente, la empresa de Walter está en agitada tarea: Miguel en su oficina, Nélida en su escritorio, haciendo telefónicamente las previsiones necesarias para la estadía de una argentina en México, y los músicos, en plenos arreglos, cuando llega Walter. Ni bien arriba y le da los buenos días a la secretaria, que anota números de vuelo, le pregunta si ha habido novedades sobre el autor de la nota que habían recibido el día anterior. Como Nélida le contesta con un movimiento negativo de cabeza mientras observa el mail que le han enviado, da, como siempre unos golpes de nudillos a la puerta de Miguel y entra.
_ ¿Todo en marcha?
_ Todo _ responde Miguel _ Nélida está haciendo lo que le indicaste ayer, pero yo he salido sin desayunar, así que… ¿Qué tal unos huevos rancheros y café?
_ Si le agregas unos panes con mermelada, sería un comienzo de jornada más que perfecto.
Como aún es temprano, pueden ir a la cafetería de la calle sin demasiado peligro a ser importunados por las fans de Miguel.
_ ¿Has decidido cómo le dirás a Néstor que conoces toda su patraña? _ interroga Walter.
_ No… en realidad no.
_ ¡Pues dícelo directamente, hombre y ponlo de patas en la calle!
_Pero…
_ Ya lo sé, ya lo sé_ interrumpe Walter _ que es el marido de tu hermana, y que le darías un disgusto a ella… Te lo he oído decir mil veces. Pero piénsalo bien, amigo: ¿no crees que al fin de cuentas le harías un bien a ella, quitándole la venda de los ojos y revelándole con quién se ha casado? Hay cosas que ya debe de sospechar, como sus infidelidades, por más que tú las hayas ocultado. Si no, si en verdad ella pensara que está casada con el mejor de los hombres: ¿Por qué esas frecuentes escapadas a casa de tu madre? ¿Por qué tantas botellas vacías en su casa? Disculpa la crudeza, pero eres como un hermano para mí y si no te lo advirtiera, me sentiría en falta: no creo que tu hermana sea una alcohólica…aún. Pero Néstor jamás cambiará, y si siguen juntos la arrastrará con él a la ruina.
Miguel sorbe su café con ceño de preocupación que va transformándose en un gesto resuelto:
_ Creo que estás en lo cierto, y hemos llegado hasta aquí porque no quise escucharte antes.
_ Entonces, no hay más que pensar: A mediodía regresará de su "retiro espiritual". Si telefoneas a su casa, es probable que no aparezca hasta mañana a trabajar.
_ Es que no quisiera hacerlo así, tan bruscamente. _Walter va a hablar pero Miguel se apresura _ No, no. No es por consideración. Es que decírselo así, sin pruebas, sin más que un anónimo y una llamada. Él lo negaría y aunque yo fuera inflexible, siempre quedaría la duda. Hay que buscar la forma de que caiga en su propia telaraña, que no sospeche nada hasta que esté cercado.
_ Pero… ¿cómo? A menos que organicemos una reunión cuando llegue la verdadera autora y él se encuentre con la sorpresa.
_ No sé… Se produciría una discusión muy desagradable y él sería capaz de agredir a la mujer. Ella es nueva en todo esto: debe estar asustada y expectante. No sería un buen comienzo; no tiene por qué perjudicarse con nuestros problemas. Es más: cuanto menos sepa, mejor.
_ Entonces: ¿Qué propones?
_No estoy seguro todavía. Debemos encontrar la punta del ovillo.
_ Que sería… quién te envió el anónimo.
_ Y cómo llegaron esas letras a manos de Néstor.
_Bien; comencemos por un enigma y tal vez la respuesta nos lleve a resolver el siguiente. Por ejemplo, es evidente que quien te advirtió de la reunión en Argentina había formado parte de su organización. Quizás había prometido silencio, pero, por alguna razón, decidió romperlo.
_ ¿Miedo a ser descubierto? ¿Despecho?
_ Me inclino por lo segundo. Pero no contra ti, sino contra Néstor. No te olvides de su harén de amantes despechadas.
_ Y de maridos furiosos.
_ Ya tenemos dos pistas.
_ ¡Cómo dos! Acabamos de hablar de unos cuantos.
_ Es cierto, pero de las amantes despechadas ¿cuántas tiene acceso a tu escritorio?
_ ¡Nélida! Pero… no es posible: la última vez que hablé con ella me aseguró que todo había terminado, aparentemente, de mutuo acuerdo, porque estaba muy tranquila.
_ ¿Y tú le creíste? Puede haber sido un truco para que dejáramos de sermonearla. Quizás siguieron juntos en una forma muy discreta.
_ Pero… ¿y el viaje de él? No iba con mi hermana, podría haber huido con Nélida.
_ Mmmm… Los dos al mismo tiempo, en época de trabajo, hubiera despertado sospechas. O quizás eso mismo: ella quiso acompañarlo, él se negó y decidió desquitarse.
_ Bien. ¿Y el otro sospechoso?
_ De todos los maridos furiosos contra Néstor, ¿quién está en la Argentina?
_ ¡Hidalgo! ¡Es verdad!
_ ¿Recuerdas que su esposa lo abandonó por Néstor y este la dejó?
_ Peor aún: recuerdo que se fue de aquí injustamente. Desgraciadamente cuando me di cuenta era demasiado tarde.
_ En resumen: ahora lo que nos falta encontrar es cómo se realizó la conección Carolina Duprat- Hidalgo- Nélida - Néstor.
_ Y en qué orden. Aunque, si vamos al origen, lo primero sería la composición de las letras: ¿Se las habrán encargado directamente a ella? ¿Organizarían un certamen sin que nos enteráramos?
_ Empezaremos por allí: por telefonear a Carolina Duprat y preguntárselo. Parecía inexperta pero sincera.  O a Hidalgo; quizás ya no tenga nada que perder.
_ Tal vez les hayan exigido estricto silencio.
_ Probemos. Si no, ya se nos ocurrirá algo.
Se apresuraron a pagar la cuenta. Todo debía hacerse antes de la llegada de Néstor.
Media hora más tarde, Walter entraba a la oficina de Miguel, con la cara de un detective que va en camino a resolver un caso:
_ Primera fase resuelta: la joven mandó las letras por correo, como una simple admiradora.


Capítulo XX

En el departamento de Carolina se reflejan los dedos rojizos del crepúsculo y caen sobre una valija abierta sobre la cama.
Marta ceba mate a su amiga, mientras esta revuelve el placard, saca ropa y le pide su aprobación.
_Gracias por prestarme el vestido largo _dice Carolina mientras da un giro con un vestido elegantísimo en color lila, apoyando la percha sobre sus hombros.
_ ¡Ah! Es que te queda mucho mejor que a mí. Además, no podías ir sin un vestido de fiesta. Seguramente vas a ir a alguna. ¡Qué digo alguna! ¡A muchas! En ese ambiente siempre están festejando: presentaciones de discos, entrega de premios, discotecas…
_ ¡Ah, sí, Marta! ¡Mirá que me van a invitar a mí!
_ ¿Por qué no? Ahora vas a ser parte de su equipo.
_ No, no, no. No voy a ser parte de ningún equipo. Yo voy a trabajar para ellos, Martita. Una simple profesora, que no pertenece a su ambiente ni a su clase social, sin ningún tipo de experiencia…con esa gente que lleva años escalando posiciones, conectándose con compañías internacionales… No, nunca me aceptarán como una igual.
_ Eso no tiene nada que ver. Escucháme, Caro: ¿Por qué tantas llamadas, y contratos y este viaje completamente pago? ¿Te creés que es generosidad? ¡Te necesitan! Lo que sucede es que sos tan humilde que no podés verlo.
Marta se dirige hacia la cocina para renovar el mate y cuando regresa observa a Carolina apretujando las cosas en la valija.
_ Voy a tener que sacar cosas. No me va a cerrar.
_ ¡De ninguna manera, querida, de ninguna manera!  Todo lo que llevás es indispensable. El maquillaje, por ejemplo. ¿Cómo no vas a llevar un color de sombra para cada color de vestimenta! ¿O pensás vestirte de rosa y usar sombra marrón? Lo mismo con los lápices labiales y los esmaltes. ¡Sería un atentado a la elegancia!
_ Y el secador de pelo…
_ ¿Y vos creés que vas a poder darte una ducha y salir corriendo? Pensá que el clima es diferente, vas a estar un poco estresada por la situación nueva… ¿Te imaginás llegando a una entrevista con Miguel Saberia, con un cabello apuntando a cada punto cardinal?
_ Y tanta ropa, y carteras…
_ Es que necesitás cubrir tres estilos: uno sport, para recorrer la ciudad de día, o navegar, o hacer alguna excursión turística, otra de sobria elegancia, para ir a trabajar, y otra para las salidas nocturnas. Pero, por sobre todo, no olvides esto_ dice Marta alcanzándole el pasaporte que está en la mesita ratona.
_Suerte que lo saqué el año pasado _comenta Carolina, mientras lo hojea  con cara de satisfacción.
_Sí, cuando habíamos planeado el viaje a Estados Unidos y no pudimos ir por mi culpa.
_ ¡No digas eso! Tú mamá se enfermó se fue agravando y…
_ Hasta que murió, sí. _ Los ojos de Marta se ensombrecen de tristeza_ Pero vos podías haber ido con otra amiga, o por tu cuenta.
_ ¿Y dejarte sola, con la incertidumbre de los diagnósticos, tratamiento tras tratamiento?
_ Pero es que no te conformaste con acompañarme. También me diste todo lo que habías ahorrado para el viaje para ayudarme con los gastos.
 Carolina abraza a su amiga, que ha soltado alguna lágrima.
_Bueno, pero, ¿ves? _ dice Marta, restregándose los ojos y recomponiéndose_ Las obras buenas son recompensadas. Ya te enviaron el pasaje y mañana, a esta hora, te estarás codeando con la cremme de la cremme del espectáculo.
Marta mira la valija, el pasaporte y a Carolina.
_ ¿Te das cuenta? ¿Te das cuenta a lo que has llegado? ¡Y cuánto más podés lograr todavía!
_No es para tanto. Un golpe de suerte que no sé cuánto va a durar.
_ ¿Golpe de suerte? ¡No, no es eso! Siempre tuviste talento y dedicaste horas y horas a leer y escribir. Fue tu esfuerzo; sólo te faltaba una oportunidad. ¿Cómo es que no estás dando saltos?
_Creo que aún no tomé consciencia.
_ Mejor apuráte: tenés menos de veinticuatro horas. A propósito: ¿Llamaste a tu casa?
_ Sí
_ ¿Y? ¿Cómo reaccionaron?
_Bien.
_¿ Bien, nada más? ¿No se pusieron nerviosos, ni se asombraron, ni te llenaron de recomendaciones?
_Es que… bueno… no les conté todo.
_ ¿Cuánto sí les contaste?
_ Les dije que me iba a México a hacer un curso, aprovechando lo que había ahorrado el año pasado. Querían venir a despedirme en el aeropuerto, pero los convencí de que no valía la pena tanto viaje, y que Ricardo me acompañaría.
_ Pero… ¿por qué les mentiste? Nunca lo hacés.
_ Es que… sola, en otro país, con un trabajo tan incierto. Vos sabés que, en cierta forma, para mis padres, no importa la edad que tenga, siempre seré "la nenita". Se preocuparían sin necesidad. Además, ¿y si fracaso? Sería una desilusión para ellos.
Marta detiene la frenética carrera de Carolina del placard a la valija, tomándola por los hombros:
_ ¿Qué estás diciendo? ¡Eso es imposible! Tus padres son amorosos; nunca se desilusionarían de vos. Al contrario, siempre están orgullosos de vos: viniste a la ciudad a estudiar, te recibiste mientras trabajabas y desde entonces los ayudás económicamente. En la escuela sos responsable y las autoridades te tienen en el más alto de los conceptos. Los chicos te quieren y te respetan, porque saben que sos comprensiva pero exigente y justa. Tenés muchos amigos que te quieren…  Nunca vas a desilusionar a nadie. Creéme: te va a ir fenomenal; y, en el último de los casos, si no llegan a un acuerdo de trabajo, ellos se lo pierden. Vos no perdés nada, al contrario, vas a vivir experiencias maravillosas.
De pronto, Marta huele el aire:
_Mmm… ¿y ese olorcito? ¿Estás cocinando algo?
_¡Ay! _  grita Carolina soltando algunas prendas en la valija y tomándose la cabeza con las manos_ ¡La lasaña!
Corre a abrir el horno y suspira al observar que aún le falta cocción:
_Es que… la preparé para Ricardo. Va a venir a cenar.
_ ¡Ajá! Ya tengo todo clarísimo: todavía no le dijiste nada, y, sabiendo lo que le gusta comer, vas suavizando el terreno, aunque… no sé para qué: ¿la verdad, o lo mismo que inventaste para tus padres?
_ ¿Podés creer que todavía no me decidí?
_ Caro, Caro: hacéme caso y decíle la verdad. El es muy comprensivo y no se opondría a nada que signicara un avance para vos. Al contrario, estoy segura de que va a ser un apoyo incondicional. Además, en algún momento vas a tener que decírselo. ¿Qué pensás? ¿Telefonearle desde México y decírselo desde allá, una vez que las cosas sean más seguras? ¿O esperar a tu regreso? ¿No creés que se sentiría herido por tu falta de comfianza?
_Es que…
_Otro detalle: la mentira no es tu fuerte, al contrario, una de las virtudes que tus amigos apreciamos es tu sinceridad. Una cosa es mentirles a tus padres, por teléfono, pero cara a cara… si no, ¿por qué insististe tanto en que no vinieran a despedirte? Ricardo te conoce muy bien y no es ningún tonto: con sólo mirarte, algo va a sospechar.
Suena el portero eléctrico y Carolina se sobresalta:
_ ¡Debe de ser él! ¡Rápido, por favor, ayudáme a guardar las cosas.
_ ¿Cómo? ¿No le diste ni algún adelanto? _ dice Marta mientras pone cosas en el equipaje y, entre las dos, intentan colocarlo en el placard infructuosamente.
Suena el timbre nuevamente y Marta corre.
_ ¡Hola! ¡Ricardo! ¡Sí! Ya te abro… es que estamos… ordenando un poco.
Vuelve a ayudarla a Carolina, quien ahora está empujando la valija debajo de la cama.
Finalmente abren y Ricardo sube. Cuando Carolina abre la puerta, Marta se da cuenta de que han quedado algunas cosas sueltas y las toma para guardarlas, pero no alcanza a hacerlo antes de que Ricardo la salude.
_ ¿Así que ordenando?
_Bueno… más bien . . .yo tengo una cita esta noche. . .y vine a pedirle prestado algo a Carolina.
Ricardo mira lo que su amiga tiene en la mano y le pregunta:
_ ¿Sandalias blancas? ¿En pleno invierno? ¿Y una musculosa?
_ Pe… pero…
_ ¿Desde cuándo sabés de moda, vos? _interviene Carolina para salvar la situación.
_ De moda, no, pero por lógica…
_ ¡Ah, querido, querido! Con razón los hombres dicen que no nos entienden, es que tampoco se toman el trabajo. ¿Cómo se te ocurre que las mujeres mezclamos la moda con la lógica? Si algo nos hace parecer divinas, no importa que la temperatura sea bajo cero.
_Tenés razón.
_ ¿En qué? ¿En que tenemos que estar espléndidas a cualquier precio?
_ No. En que nunca las vamos a entender.
Marta hace un gesto de cómico desprecio y se apresura a despedirse.
_ Bueno, mejor me voy. Una vez que "pesco" algo, no me voy a arriesgar a que se me escape. Hasta pronto y buen provecho.
Les da un beso y va hacia la puerta, pero se detiene cuando Ricardo, que ve la remera y el calzado sobre una silla, la interroga:
_ ¿Cómo? ¿No te llevás nada?
_ Eh… no. Cambié de idea. Mejor me llevo… el perfume. ¿Me lo prestás, no?_ se dirige a Carolina y aprovecha la proximidad cuando ella le da el frasco, para susurrarle: _ ¿Ves que no se lo puede engañar tan fácil?
_ ¡Cuidado con cómo lo usás! ¡Portáte bien! Le dice en voz alta Carolina para disimular.
_ ¡Ah, no, no me pidas eso! ¡Si lo divertido es portarse mal! Besitos, besitos_ dice al cerrar la puerta.
_¡Qué personaje! _dice Ricardo, sacudiendo la cabeza y se va acercando al horno ¿Estoy oliendo…?
_ Sí, sí : lasaña.