miércoles, 27 de julio de 2016

Capítulo XL


Brrrrr... noche invernal. Como para acurrucarse entre las frazadas y seguir la historia de Carolina. Yo sólo les doy las palabras, las imágenes serán el trabajo (¿o juego?) de su imaginación. Esa es una de las cosas que siempre me gustó de la lectura. El lector es co-autor. Pónganse cómodos porque este capítulo es más extenso. ¡Hasta la próxima! 

Capítulo XL

Ya han pasado dos semanas desde la conversación entre Ricardo y Carolina, yendo y viniendo varios e- mails. A pesar del arduo trabajo, ella ha tenido tiempo de reflexionar y ha tomado una decisión: debe viajar a la Argentina y aclarar las cosas, tanto con su familia como con Ricardo. La mitad de las canciones ya están listas y Miguel debe ensayarlas. Los pasos siguientes podrían darlos Jorge Díaz y él sin su ayuda. Por una semana o quince días no la necesitarían, tiempo suficiente para que ella regresara más aliviada.
Por supuesto, al que manifestó primero su idea fue a Juan, a quien le pareció muy acertado, excepto porque iba a extrañarla mucho.
Esa mañana, antes de que empiecen a trabajar, habla con Walter, quien no ofrece objeción. Cuando ven llegar a Miguel lo llaman para hablar tranquilos en la oficina y le explican. (Ella, por supuesto, no ha tocado el tema de su novio) El cantante mira el calendario, calcula el trato con la disquera y le parece bien.
_ Es más, _acierta a comentar _además de ser justo, porque has trabajado en forma tan dura y eficiente, es el momento conveniente, ya que ahora me toca a mí ponerme a tono. Aprovecha a descansar y a absorber tus afectos, así volverás con más energías. Después de todo, no hay mejor motor creativo que un corazón satisfecho _ le lanza una mirada tan intensa que ella no puede evitarla _ ¿verdad?
Carolina nota que se está ruborizando y que Walter comienza a mirarlos a ambos de manera extraña, así que se apresura a cambiar de tema:
_ ¡Ah! En cuanto a la cuestión del anonimato . .  .
Los dos se miran, y el representante prefiere usar la psicología:
_ ¿Qué es lo que preferirías tú?
_ Bueno . . . a mí la fama . . .
_Te da un poco de miedo.
_ Sí.
_ Es propio de la mezcla de tu talento y tu modestia, Carolina. Sin embargo, en algún momento tendrá que darse a conocer.
_ Si . . . pero . . ¿no podría ser de manera discreta?
Miguel y Walter sonríen:
_ En este ambiente, lo único que puede decidirse (y eso si no te descubren antes) es cuándo darás una noticia. La repercusión, los mensajes . . .eso ya se nos va de las manos.  En eso son los medios los que mandan.
A Carolina le da vergüenza saber tan poco de estos manejos, pero Walter la tranquiliza.
_ ¿Qué te parece lo siguiente? : Cuéntales lo imprescindible a tus más allegados, a los que sabes que no van a hacer olas. Más adelante, aquí, sin darle un tratamiento especial, cuando lancemos las nuevas canciones, anunciaremos quién eres y de dónde vienes. Así, por lo menos, evitarás el asedio en tus lugares cotidianos, donde tendrían más acceso. ¿Están de acuerdo? _ pregunta a sus interlocutores, que quedan conformes.
La fecha queda fijada en tres días, los suficientes para hacer los arreglos necesarios.
Esos tres días son tan intensos como los anteriores, pero Carolina los vive con alas en el corazón. De nada puede quejarse: todos la trataban muy bien, en ningún momento (excepto el breve episodio de Néstor y Nélida) la habían hecho sentir como una intrusa . . . pero  la tierra se extrañaba.  La última tarde de trabajo todos la saludan afectuosamente y hasta, a instancias de Walter, desde luego, se brinda con champán por el regreso.
Como si eso no fuera suficiente, al llegar a los departamentos se encuentra con una fiesta preparada por sus vecinos a la luz de la luna, al borde de la piscina y un letrero que dice: "Hasta pronto…o te vamos a buscar". Desde luego, cuando corta la torta que tiene escrito un "Buen viaje", no puede evitar las lágrimas.
A la mañana siguiente mira ansiosa su pasaje, en el aeropuerto, con Juan. Le habían ofrecido personal de la empresa para ir, inclusive la limusina, pero ella quería la mayor sencillez posible. Quería volver a su país como la misma de siempre: como una profesora de Literatura a la que el destino le había presentado, inesperadamente, una curva.
Antes de abordar, Juan le entrega una pequeña caja para que abra en el avión. Ella lo besa, agradecida, y comienza a subir las escaleras. Una vez sentada, la abre: es un broche pequeño, un cóndor. Hay una nota firmada por su amigo: " Es una artesanía de Taxco. Es el símbolo de la fidelidad. No lo olvides cuando se encuentren".
Cansada a consecuencia de tanto festejo de despedida, Carolina duerme la mayor parte del viaje, y un recuerdo se entromete en su sueño: la noche en que, de la limusina, asoma el brazo de Miguel. Pero en el sueño hay una variante: En la vereda del hotel están parados Juancito y Aurura con rostros radiantes.
_ ¡Caro! ¡Caro! _gritan los dos, señalando sus zapatos.
La chica levanta su bellísimo vestido unos centímetros y ve con sorpresa que son de cristal.
Despierta cuando están llegando las bandejas con comida, y, mientras hace lugar a su compañero de asiento y trata de descifrar a qué huele el interior de la envoltura, sonríe. Y piensa: "Bueno, al menos el hechizo no se rompió a las doce".
Le había costado mucho hacer que Ricardo desistiera de ir a esperarla, que entendiera que lo mejor sería verse después, en privado, y no delante de toda esa gente.
Quien está, infaltable y ansiosa, es Marta, que le da un interminable abrazo y le hace más preguntas de las que se podrían contestar en toda una tarde. Van al departamento de Carolina y su amiga la ayuda a preparar un equipaje más pequeño para ir a su pueblo. Marta ya había sacado los pasajes para ambas, pues era un fin de semana largo y se había ofrecido a acompañarla. Después de dos llamadas telefónicas (una a sus padres y otra a Ricardo) para avisar que ha llegado bien, y unos cuantos mimos a su gata, a quien lamenta tener que abandonar otra vez, parten a la estación de autobuses.
 En el viaje, Carolina practica distintas formas de empezar la charla con su familia:
_Mamá, papá, disculpen que no se los dije antes pero me pidieron discreción y pensé que ustedes, sin querer . . .
_ No, no, no _  interrumpe Marta _Primero: no te retuerzas las manos, parece que fueras a decirles algo muy grave, y menos que menos te refieras a su indiscreción. Lo tomarán como falta de confianza.
 _ Está bien, pero, entonces . . .¿cómo se los digo?
_ A mí no me parece que tengas que sentarlos aparte y tratarlo como un tema especial. Ya sé que lo es: no todos los días sucede lo que te pasó a vos, pero si aprovechás una sobremesa, o algún momento en que un programa de televisión se ponga aburrido, lo van a tomar de manera más natural. Y sobre todo, que les quede bien claro que no se los contaste porque era una condición indispensable. Es más, yo voy a fingir que no lo supe hasta que fui a recibirte al aeropuerto.
Hablando de este tema, se pasa el viaje sin que Marta tenga oportunidad de desquitarse las ganas de saber más sobre los entretelones de un ambiente que imagina mágico e intrigante, pero se consuela pensando que tendrán tiempo durante las desveladas en la habitación de Carolina en casa de sus padres.

Llegan y ya divisan por las ventanillas las caras familiares: su madre, su padre, su cuñada con su sobrino de tres años en brazos para que pueda saludarla mejor y hasta la tía Amanda, con sus ochenta años, a quien el bastón sirve más como signo de distinción que como apoyo al andar. Su hermano no está: es horario de trabajo y, si hay algo en lo que se parecen es en la responsabilidad. Además, no confía tanto en el ayudante recién recibido que tiene en el estudio jurídico como para dejarlo arreglarse solo. Se guarda para la cena, donde, como siempre, le hará tantas bromas cuantas sean necesarias para hacerla enojar.
Abrazos, besos, ¡tía, tía!, bolsos, el padre colocándolos en el portaequipaje y preguntándose, como siempre: " ¿por qué las mujeres necesitan tantas cosas?", y el nieto pidiendo a los saltos sentarse con el abuelo para "ayudarlo" a manejar . . . En el desorden habitual llegan a la casa, donde se repite la ceremonia: A ver quién llega primero, el nene que quiere bajar el equipaje y termina en brazos de la tía Carolina después de recibir el reto de la madre: "¡Dejá de correr que vas a hacer caer a la tía Amanda!" Ya desde la entrada el aire huele a jazmines que su madre renueva frecuentemente, de su propio jardín y la nostalgia envuelve a la hija de regreso.
 A las chicas les cuesta trabajo que las suelten un momento para ir a acomodar sus cosas a la habitación, mientras todos revolotean  en la cocina poniendo la mesa y ayudando a la dueña de casa con la cena, a pesar de que ella les asegura que todo está listo, que no se molesten, guardándose el comentario de que a la que realmente están perturbando, es a ella.
Aún están sacando las cosas de los bolsos cuando se oye la voz inconfundible de Daniel, el hermano mayor, quien, como siempre, lleva al nene colgado del cuello desde que entra y empieza a jugar con él.
Las proporciones físicas de los hermanos no tienen comparación, así que en cálido reencuentro, él no puede evitar la tradición de levantarla en el aire.
Durante la cena, su sobrino come en la falda de la tía, a pesar de la madre, convencida por aquella: "Dejálo, pobrecito. ¡Hace tanto que no lo veo!" y el resto de la familia la invade a preguntas:"¿Qué comías?" "¿Te hiciste de amigos en el curso?" "¿Son simpáticos los mexicanos?"  "¿Visitaste algún lugar típico?"
Ella contesta a todas las preguntas, evadiendo, desde luego, lo profesional, que piensa dejar para la sobremesa, o cuando, como casi siempre, se sienten en el living. Después de entregarles los regalos de recuerdo, le parece lo más apropiado.
Terminada la cena, los hombres se sientan en la sala, frente al televisor, con esas caras propias de abstracción del mundo real, mientras (por ley de costumbre que el feminismo no ha podido vencer) el sexo femenino se reparte el trabajo de ollas, platos, detergente y repasador y el pequeño Manuel aprovecha el descuido de los mayores para sacar todo material gráfico en existencia en el revistero, para segmentarlo como una autopsia, pero en forma, desde luego, menos ortodoxa.
Carolina, a pesar de que quieren tratarla como una invitada para que no haga nada, se las ha arreglado para ir acomodando las cosas en los muebles. Pero en tanto sus manos se ocupan de la vajilla, su cerebro se debate en la duda: ¿Decírselos ahora, que están todos, o esperar a que sus padres queden solos, y así menos personas lo sabrán? Después de pensar en su madre, se da cuenta de que, por más esfuerzos que haga la pobre, no podrá ocultarlo a la familia más cercana, así que, decide hacerlo ella misma, con la promesa casi bíblica de que nadie más lo sabrá.
Así, una vez que están todos juntos y que la señora de la casa persuade (con un leve pellizco en el hombro, como suele hacerlo) a su esposo de que apague el televisor porque: "Una vez que tenemos a la nena en casa . . .", Carolina empieza a explicar:
Que en realidad no se había tratado totalmente de un curso, que había tenido una entrevista con Miguel Saberia . . . y  así llegó al avión que, temporalmente, la había traído de regreso.
Las expresiones de sorpresa y de alegría se suceden en todos los integrantes de la familia, a veces con la simplicidad de las bocas abiertas, otras con una interjección, otras con las manos crispadas de curiosidad, pero por suerte nadie ha interrumpido, y la relatora ha podido terminar sin tener que tomar aire varias veces. Marta había comenzado con un gesto de visto bueno, con el pulgar en alto. Luego, recordando la promesa que ha hecho, simula las mismas reacciones que el resto de la interesada audiencia.
Por supuesto, como lo imaginaba, vuelven a llover las preguntas, esta vez de distinto tipo: "¿Cómo es Miguel Saberia en persona?" "¿Y realmente hablabas con él todos los días?" "¿Conociste otro famoso?" "¡Les debe de haber encantado lo que escribiste! ¿No te decía yo siempre que ibas a llegar lejos, mi chiquita?". Su madre le llena las mejillas de besos y casi le quita la respiración.
La conversación dura hasta que pasa la medianoche.Su hermano, la esposa y Manuel emprenden la retirada, con poca complacencia de este último, que se ha quedado dormido en la comodidad y calidez de un sofá.
Ya en la habitación, Marta y Carolina cuchichean y ríen como cuando eran adolescentes, aunque ha cambiado la conversación: de los bailes, los muchachos y la vestimenta que había llevado fulanita, habían pasado a Juan, a la primera impresión que había tenido de Miguel, a la amabilidad de su representante y la hostilidad de la secretaria. En cuanto a la noche en que asistió a la fiesta con su maravillosa transformación, Marta no le permite omitir detalle, ya que en una carta apenas le había hecho mención. Lo que sí se permite reservarse Carolina es el "encuentro cercano" que ha tenido con el cantante y el posterior diálogo personal. Sabe que no va a poder evitar las suspicacias y lo único que quiere con respecto a ese incidente, es dejarlo atrás.
Tanto hablan que les da sed, así que Carolina se dirige a la cocina. Allí echa una mirada al reloj colgado en la pared y las agujas que marcan las dos la asombran mientras vierte el agua en los vasos. Pero más la asombra la silueta de su madre en la sala, a oscuras, con el rostro hacia la ventana.
Se cuelga de su cuello, le besa la mejilla, y con la voz infantil que suele usar para consolarla o sonsacarle algún secreto, le pregunta:
_ ¿Qué le pasa a mi mamita que no se puede dormir?
Ella se vuelve y la abraza.
_ ¿Tiene miedo de que me vaya y me quede a vivir allá? ¡Pero no! ¡Ni se le ocurra! ¿Quién me va a mimar como me mima usted? Además, ¿qué saben los mexicanos de escabeche? ¿Y estofados? ¡Estofados como los suyos no se hacen en ningún lugar del mundo! _continúa Carolina.
_ No, no es eso _se decide a contestar su madre, haciendo pucheros con más naturalidad que el mismísimo Manuel.
_ Entonces, ¿qué es?
_ Es que . . .
_ ¡Vamos! Desde chica vos me dijiste que te contara todo. Entonces, del otro lado tiene que funcionar igual.
_ Precisamente, si de chica te animabas a contarme todo porque tenías confianza en mí . . . ¿Qué pasó ahora? Todo este tiempo, creyendo que estabas en un curso y ahora resulta que . . .¡mirá todo lo que tenías guardado!
_ Pero . . .mamá, ya les expliqué. Fue una condición que me impusieron, y no quería perderme esta oportunidad.
_Sí, ya sé lo importante que es. Si estoy orgullosa de vos. Que lo reservaras de los demás, vaya y pase. Pero de mí . . . de mí . . . de tu propia madre . . .
_ ¡No, mamá, por favor! No me digas que te vas a ofender ahora, que estoy pasando un momento tan especial, que no se va a repetir y que va a durar apenas un poco más.
_ No, corazón, no. ¿Cómo voy a querer arruinarte esta experiencia? Pero, ponéte un poquito en mi lugar: como madre, duele un poco.
A Carolina le da lástima ver la expresión de su madre y la comprende, pero tampoco quiere que la invada la culpa, pues sabe que con eso nada soluciona.
_ Perdoná, mama´, si te ofendí de alguna manera, pero, tenés que entender que ya soy una mujer adulta, y tomo mis propias decisiones, aunque a veces no coincidan con las opiniones de los demás _ de repente, le parece que ha sido demasiado dura, así que se suaviza _ Además, te insisto, no dependía de mí. Yo te lo hubiera contado, pero hicieron hincapié en eso.
La madre se va convenciendo y las marcas del rostro van volviéndose menos tensas.
Carolina aprovecha el terreno ganado y frotándole los hombros continúa:
_ Por otro lado: ¿no es mejor así? Se hubieran preocupado. Y, ¿si me hubiera ido mal? Seguro que habrían sufrido más que yo.
Otra vez entre los brazos de su madre, la chica sabe que el nubarrón ya pasó, e, invirtiendo  los roles madre - hija, le susurra al oído:
_ Y ahora, derechito a la cama, usted, que es muy tarde. Hoy trabajó demasiado y tuvo muchas emociones. Además, su marido debe de esta extrañándola.
_ ¿Tu padre? Hace rato que se quedó dormido con el televisor prendido. _ Se desprende lentamente de su hija y, cuando ya va cruzando el pasillo, agrega_ y no sabés la nueva : ahora duerme con la boca abierta ¡y ronca!



lunes, 25 de julio de 2016

Otro día invernal


Día frío con lluvia y viento. Como para una rica polenta bien caliente y un vinito ¿no? Lo aconsejo por experiencia, ¡ja, ja! Aquí está la que preparó mi marido. Después, mientras pasa la modorra o al despertarse de la siesta: ¿qué tal un rato de lectura?¡Allá vamos con el capítulo XXXIX!



Capítulo XXXIX

   Después de la conversación con Miguel y la mudanza, Carolina focaliza toda su atención en realizar bien su trabajo y encajar en el vecindario de Juancito, lo cual no le cuesta mucho: todos la tratan muy bien y los chapuzones en la piscina, amenizados con las charlas que van de un tema a otro, le sirven para relajarse. Hasta encuentra una pareja de argentinos, con quienes en algunas trasnochadas entona algunos tangos desafinados para sobrellevar la nostalgia.
Debajo de su cotidianeidad, subsisten en ella dos problemas: Ricardo y sus padres. En cuanto a Ricardo, tan pronto como Carolina recibió el llamado de Marta explicándole todo, aunque se enojó un poco, comprendió la preocupación cariñosa de su amiga, pero le pidió que no le diera su nueva ubicación hasta que ordenara las ideas en su mente.
Y a sus padres, aún no les había dicho sobre su verdadero oficio. ¿Cómo hacerlo? ¿Por carta? ¿Por teléfono? Además, en estas cosas no confiaba mucho en la discreción de su madre. Como si la oyera: "Porque la nena está trabajando para Miguel Saberia."
Desde el día siguiente de su conversación con Miguel, se había mostrado distante con él. No demasiado, para que no se notara a simple vista. Ni siquiera se lo había comentado a Juan. Pero después de una semana, un observador agudo como Walter no pudo dejar de notarlo. En una sesión en el estudio, mientras miraba a Carolina hablar con Jorge Díaz, le comenta a Miguel.
_ Me dijiste que tu conversación con Carolina había resultado muy clara, y que ella había estado completamente de acuerdo contigo, ¿no?
_ Sí. ¿Por qué?
_No, nada. _sigue mirando a la chica y se rasca la barbilla.
_ Te conozco, amigo: ese gesto no es de "nada". Vamos, sé sincero.
_ Bueno, la noto un poco alejada. Sigue siendo atenta y cordial con todos. Pero, especialmente contigo, ¿no te parece que te evita, si puede?
_ ¿Te parece? _ pregunta el cantante, que ya se ha percatado y se siente culpable, en parte porque teme no haber tratado bien el tema, y también porque el alejamiento está muy lejos de sus deseos.
Carolina, como lo hace cada vez que se sirve un café, ofrece a los que están presentes. Levanta la vista y ve a los dos en la cabina. Les hace una seña que ellos responden afirmativamente.
_ Ocasión perfecta. Pareceremos poco caballeros, pero, por esta vez, no vayamos a buscarlo, dejemos que ella venga y observa lo siguiente: a los dos nos entregará el café, quizás nos dirá alguna palabra pero a mí me mirará a los ojos; a ti, no.
En  cinco minutos, cualquiera juraría que Walter tenía la bola de cristal. Todo ocurre exactamente como él lo ha profetizado. Sin embargo, cuando Carolina se retira, el representante no se contenta con esa demostración, y manifiesta otra idea.
_ Se me ocurre algo: invítala  a cenar esta noche, los tres, como la vez pasada. Yo fingiré aceptar, pero, inmediatamente, recordaré otro compromiso, así que quedarán ustedes dos. Veremos qué pasa.
Así es cómo la aguardan y le piden que entre en la cabina para hacerle la propuesta. Carolina no quiere olvidar su propósito de "no intimar", pero tampoco ser descortés, así que hace una señal afirmativa y está por hablar, cuando Walter se golpea la frente con la palma de la mano.
_ ¡Ah! ¡Ahora lo recuerdo! Mi sobrino llega esta noche y tengo que ir a buscarlo al aeropuerto para que cenemos en casa.
_ ¡Es cierto! _ finge Miguel, observando cómo cambia la expresión de Carolina_ Me lo comentaste ayer.
_ No puedo llevarlo con nosotros tres porque es un adolescente, y, ya saben como son: para él sería una tortura, una "reunión de viejos". Preferirá hartarse de papas fritas frente al televisor o escuchar música a todo volumen. Pero ustedes pueden . . .
_ No, no_ se apresura ella _ Después de todo, es mejor así. En realidad, estoy muy cansada. No faltará oportunidad de que nos reunamos los tres. Como antes. Será más divertido.
_ Claro, claro. _ apoya Miguel, mientras su amigo sonríe.
Carolina aprovecha la ocasión que Juan le ofrece. Ha ido a buscarla y la saluda con la mano, además de abrir el saco que lleva puesto, nueva adquisición que justifica una vuelta de pasarela.
Al llegar al departamento, Carolina va directamente al teléfono. Desde Argentina Marta responde, y recibe el visto bueno para dar el nuevo número a Ricardo.
Está saliendo de la ducha cuando el teléfono suena. Le parece extraño que ocurra tan pronto, pero sí, es él.
Ambos se piden disculpas, se acusan a sí mismos de tontos y en medio de la confusión, la emoción, el temor y la angustia de la distancia, surge la pregunta de Ricardo.
_ Iría mañana mismo, pero no puedo. ¿No podés venir vos?
_ No, no por ahora. Además, me parece mejor que nos calmemos un poco y podamos explicarnos mejor. ¿Qué tal si te escribo, me contestás, y después trato de viajar? Eso nos da más tiempo para pensar.
_ Está bien. No es lo que más me gusta, pero tengo que admitir que es lo más sensato.
Les cuesta despedirse, hasta que tocan a la puerta. Es, infaltablemente, Juan, quien, para delicia de sus oídos, escucha toda la historia y no puede evitarlo:
_ ¿Viste, tonta? ¡Tanto que te preocupabas!
_ Todavía no está todo dicho, Juan.
_ Bueno, mejor me voy, antes de que empieces con tus vueltas. ¡No pienses tanto y disfrutá, nena!
Esa noche, cuando Carolina apoya la cabeza en la almohada, resuenan aún en sus oídos las últimas palabras de Ricardo: "No te olvides de que te quiero", hasta que se le cierran los ojos.











                                                                                                                   

jueves, 21 de julio de 2016

Capítulo XXXVIII

Capítulo XXXVIII

Al día siguiente, Ricardo recibe la visita de Marta, con la que han quedado en encontrarse. A Marta no le gusta meterse en la vida ajena, pero al ver que sus amigos están sufriendo, y con una carta en la manga, o, más bien, en la mano, no puede quedarse de brazos cruzados, así que, se había decidido, se había anunciado por teléfono y ahí estaba, aunque no muy segura de lo que pensaría su amiga si lo averiguaba.
El día que Carolina había telefoneado a su novio y la conversación con Sandra la había llevado a tan erradas e hirientes conclusiones, le había enviado un mail a Marta, confesándole  todas sus sospechas y su desilusión. Leyéndolo y releyéndolo, algo le decía que Ricardo no podía haber hecho eso. Y en cuanto a esa otra mujer . . . algo olía mal. No sabía exactamente qué, pero era de sospechar. Marta había decidido arriesgarse: si lo que hacía llorar a Carolina era la verdad, ella le diría unas cuantas (como para no traicionar a su carácter), según el grado de arrepentimiento del sospechoso; si no, algo tenía que ocurrírsele para volver a reunirlos.
Después de hablar unos minutos de cosas intrascendentes, Marta le comenta de su preocupación y con ella se justifica de hacer entrega del mail que ha recibido, para que él mismo mida el dolor que está causando.
El rostro de Ricardo va cambiando, pintado de extrañeza a medida que avanza en los renglones. En un momento va a farfullar algo, pero sigue leyendo.
_ ¿Pero cómo…? ¿Creyó que yo sería capaz…?
_ ¿Y no lo fuiste? _ preguntó Marta, que lo estima mucho pero quiere cerciorarse _ Sos joven, no te faltan oportunidades, ella está lejos. Puede ser que te hayas sentido herido al saber que no te contó los motivos de su viaje de primera intención. Yo no te estoy juzgando, Ricardo, creéme, pero necesito saber la verdad para apoyarla, aunque sea desde lejos y que no se sienta tan sola.
_ Yo no dudo de tus buenas intenciones. Pensálo bien: queriéndola como la quiero, es imposible que la traicione. A menos . . .
_A menos que . . . ¿qué?
_ Que fuera la que ya no me quisiera y estuviera con otro.
_ ¿Y de dónde se te ocurre eso? Ya ves que es muy sincera conmigo, así que, en ese mismo papel estarían los comentarios sobre los que sospechás.
_ Una vez que llamé al hotel me dijeron que no había pasado ahí la noche.  Ella es muy sencilla y muy buena, pero, una vez que se está en ese ambiente . . . qué se yo . . .la cabeza se te debe dar vuelta. Además, ese Miguel Saberia no debe dejar títere con cabeza.
_Así que, no querés que te prejuzguen a vos, pero sí la incluís a Carolina entre los títeres. Esas  ideas, con todo respeto, no me parecen del Ricardo que yo conozco, ni del Ricardo que conoce a la Carolina que los dos queremos tanto. Parece que algún diablito escondido en la almohada te hubiera estado susurrando al oído mientras dormías para mortificarte. 
Ricardo no contesta, pero se muerde los labios y la mira profundamente. Marta comprende inmediatamente y piensa: "Ya lo decía yo", y no le cabe ninguna duda que ese demonio es el que regaba las plantas cuando se le presentó el momento de clavar el tridente.
_ Además_ continúa ella _ para ser justos _ ¿No están cometiendo los dos el mismo error? Por distancia, por no hablarse, por dejar que los invadan fantasmas, están sufriendo en base a supuestos. En tu caso, con menos motivo. Al menos a ella se lo dijo una voz real, de alguien que conoce, y como un hecho ya consumando.
_ Si confiara en mí no le hubiera creído, o al menos me hubiera dado el beneficio de la duda.
_ ¿Y qué tal si vos le das el beneficio de la duda y hablás con ella?
_ Si ella es "la" mujer . . ._ dice  por lo bajo él.
_ ¿Qué?
_Nada, un consejo de un compañero de trabajo, que opina que si es la persona indicada, hay que hacer todo lo posible para que funcione.
_ Un compañero inteligente, parece. Entonces: ¿vas a comunicarte?
_Te prometo que voy a pensarlo.
Marta ya ha tomado la cartera y va hacia la puerta.
_ Bien, muy bien, pero. . .si no te basta con reflexionar solo, hacélo con tu compañero. A la almohada, ¡nunca más!
Ambos ríen y Marta se dirige a su casa. Hay un mensaje en su contestador. Es de Carolina, que le avisa que se ha mudado y le da su nuevo número telefónico.
Dos horas más tarde, después de encender y apagar la televisión, escuchar la radio un minuto en cada estación, tomar una ducha, abrir y cerrar la heladera sin sacar nada, Ricardo toma coraje y llama al hotel. El empleado le responde que la señorita a quien busca no se aloja más allí.










martes, 19 de julio de 2016

Sol de invierno

Empezó el receso invernal para profes y alumnos. Planes de paseos, cine, encuentro con amigos, algún viajecito, pero... ¡bien abrigados porque hace muucho fríííooooo! Hoy con el sol estuvo bastante lindo.
Les cuento que el viernes fue mi último día de clases.... de mi carrera. Sí: en breve paso a pertenecer al sector "pasivo". Pero no de otras actividades, ¿eh? 
¡Hay tantas cosas que me gustaría hacer que no sé por dónde empezar! Bueno, en realidad, el mismo viernes empecé... DURMIENDO FLOR DE SIESTA, ¡Ja, ja!
Bueno, ahora otra tarea que amo: compartir historias.

Capítulo XXXVII

A muchos kilómetros de distancia, un médico exhausto y confundido, está sentado en la cafetería del hospital. Pronto se le suma otro, que le alcanza un té y toma un sorbo de gaseosa.
_ ¿Estás seguro de que no querés comer algo?   _ pregunta Julio _ Está bien que trates de alejarte de la cafeína. Es más, si yo tuviera fuerza de voluntad, te imitaría, pero . . .unas galletitas, aunque sea . . .
_ ¿Y qué tal de las mujeres? ¿Nunca probaste abstenerte de ellas? Quizás sería un cambio saludable, ¿no te parece? _bromea Ricardo, como vieja herramienta para ahuyentar las preocupaciones.
_ ¿Mujeres? _ ríe Julio _Con una esposa y tres hijas, la mayor adolescente y doce a catorce horas de trabajo . . .creo que no es necesario que te responda. Pero que raro es oírte hablar de estos temas. Vos sos tan reservado . . .¿algún problema con Carolina? Sé que viajó. Si es por la distancia, siempre es dura, y, por supuesto, las tentaciones se presentan al alcance de la mano, pero si se quieren de veras, van a superar todo, te lo aseguro.
_ Pero . . .¿y si sospecharas de una traición, o de que se está alejando no sólo físicamente?
_Voy a hablarte como esposo a punto de cumplir dieciocho años de casado. No creas que los meses antes de mi boda no tuve dudas. ¡Si hasta recuerdo que por una discusión por unos muebles estuvimos una semana sin hablarnos! Pensaba en todas las demás mujeres que me perdería, en el aburrimiento de la cotidianeidad . . .hasta que me concentré en lo más importante: ¿Era ella la indicada, la que deseaba, no sólo como compañera de cama, sino como madre de mis hijos, la que me hacía sentir más hombre cuando me decía "te quiero" o pronunciaba mi nombre, la que vería mis arrugas y mi calvicie? Y la respuesta fue: "sí".
_ ¿Y nunca un problema, una decepción?
_ ¡Miles! El que te diga lo contrario te miente. ¿O no ves las enfermeras hermosas y jóvenes que hay acá? ¿Y que no discutimos cuando le dejo todo tirado, o me olvido de un aniversario? Sin embargo, al llegar, mientras me abraza y me pregunta "¿Cómo te fue?",  miro a mis hijas, o cuando me prepara una cena especial para mi cumpleaños . . .
_ ¿Volvés a contestar "sí"?
_ Exacto. No sé cuál será el problema puntual por el que están pasando, Ricardo, pero si seguís queriéndola, si aún pensás que es "la" mujer, entonces hay que hablar, hay que buscar la solución.  En cuanto a la infidelidad, lo primero es la seguridad: no te dejes llevar por supuestos o rumores, confrontá la situación. Y si ya no hay salida, ahí tendrán que tomar una decisión, pero al menos vas a saber que será la correcta porque hiciste todo lo posible.
Una enfermera con paso apresurado viene a buscar a Julio, quien se para y voltea para agregar:
_ Si necesitás hablar más en otro momento . . .Espero haberte sido útil.
_ Más de lo que creés. Mil gracias.
En realidad lo ha dejado pensando, y no sólo en vanas teorías románticas que parecieran ser patrimonio sentimental exclusivo de las mujeres, sino en una decisión.
      Como si el destino le enviara una ayuda para saber cuál sería el primer paso, Sandra pasa a su lado y, sin perder oportunidad, utiliza toda su coquetería para ocupar la silla que Julio acaba de dejar. En lugar de sentirse incómodo, Ricardo ve clara la ocasión para el diálogo.
_ ¿Qué tal anoche? ¿Cómo la pasaste? Espero haber sido una buena anfitriona. ¡Qué lástima que no me diste tiempo a servirte un buen desayuno. Bueno, la próxima, no faltará oportunidad. Es más: esta noche misma si querés. _habla ella sin parar, entusiasmada.
Ricardo revuelve su té, que ya está frío, porque no sabe cómo hablarle a su colega para explicarle que no es más que eso, y que la "oportunidad" no se dará nunca.
Comienza con una sonrisa y le toma una mano por unos segundos, así que el corazón de ella se acelera y sus labios le devuelven la sonrisa, pensando que todo ha resultado mucho mejor y más rápido de lo imaginado.
_ Vuelvo a agradecerte, Sandra pero . . .
A partir del "pero", la doctora empieza a preocuparse y su gesto feliz se va borrando a medida que el discurso que oye se aleja, igual que la mano, de lo que imaginaba que iba a escuchar: Ricardo le aclara que fue de mucha ayuda, pero no quiere que las cosas se confundan, que él aún ama a Carolina y que prefiere verla únicamente en el hospital, para evitar el riesgo de hacer cosas de las que ambos puedan arrepentirse después. Que luego sería muy violento tener que verse en el trabajo sin que el recuerdo de un acto desatinado se les cruzara continuamente.
Sandra es una hipócrita innata, así que puede soportar el golpe sin que un rasgo se le altere.
_ ¡Querido, querido! _ríe mientras le palmea el brazo_ ¿De veras se te ocurrió que nosotros . . .? ¿Que a mí se me habría pasado por la cabeza . . . ? ¡Pero no, no, de ninguna manera! Además, las habladurías, aquí . . .te imaginás.
_Bueno _responde él, aliviado _Me alegra que lo hayas tomado así.
_ Al contrario, a mí es a quien me alegra haber ido de frente. _ Mira su reloj y finge sorpresa y apuro para levantarse_ Además, es mucho mejor aclarar todo desde el principio. No sabés la cantidad de hombres que se han acercado a mí . . .bueno, te imaginarás _ y recorre su silueta con el índice en una actitud sumamente vanidosa _ haciéndose los "amigos", para desilusionarme después con sus verdaderas intenciones.
_ Sí, claro, claro, es natural.
_ Eso sí: necesito una promesa. Cualquier cosa que necesites, aquí estoy.
Ricardo asiente con la cabeza para no ser descortés y ella se aleja, sin darse cuenta de que, en su esfuerzo actoral, se ha llevado el vaso plástico que Julio había dejado. Con toda su furia reprimida, lo estruja y lo arroja al suelo, justo donde la mujer de ordenanza está limpiando.
"Ricardo, Ricardo . . .  _ va rumiando _ Estarás pensando que ya soy historia. ¡Qué equivocado que estás! Un día te voy a oír repetir mi nombre en pleno éxtasis. Ya lo estoy oyendo: "¡Sandra Sandra!"



miércoles, 13 de julio de 2016

Seguimos con este invierno gris


Media tarde y ya parece que estuviera oscureciendo. Con los árboles pelados, un poco de nostalgia, quizás. Si se puede ... ¿no estaría bien un mate, un café, un sillón cómodo y un ratito de lectura? Podemos acompañar a Carolina en el camino que está transitando.
Capítulo XXXVI

Toda esa tarde y hasta la madrugada el trabajo es arduo pero fructífero. Miguel observa a Carolina: la pasión que pone en cada estrofa, lo mismo que la forma de llevar la situación  armonizando con Jorge Díaz y con Néstor, cumpliendo como anteriormente la función de samaritana que tanto lo había impresionado antes, lo hacen meditar. ¿Cómo es posible que  de ese cuerpo que parece tan frágil, emane tal entusiasmo?
Sale varias veces del estudio para atender llamadas telefónicas o hablar con asistentes, sin darse cuenta de que, mientras él ha mirado a Carolina, ha sido observado, a su vez, por Walter. Eso no le impide recluírse unos veinte minutos en su oficina y pensar hasta llegar a la conclusión de que su amigo tiene razón, y aunque no tiene en claro qué es exactamente lo que dirá, hablará con Carolina.
Cuando todos salen, al tiempo que el sol comienza a acariciar el edificio, Miguel espera a Carolina en la puerta del estudio, con las manos en los bolsillos, apoyándose alternadamente en los talones y en las puntas de sus pies, lo que produce un balanceo curioso de su cuerpo. No puede creer su actitud de colegial, que, en realidad, por su estilo de vida, nunca alcanzó a experimentar.
Ella entiende por su gesto que quiere dirigirle la palabra en otro lugar y lo sigue. A pesar de que no ha pasado por alto la intensidad del encuentro de esa tarde, la tarea no le permitió reelaborarlo en su mente.  Recién en ese momento lo recuerda. ¿Y si hubiera estado Juan? ¿Se lo hubiera contado? No. Porque ya se lo imaginaba construyendo castillos en el aire. Nunca le pareció tan largo el corredor que iba del estudio a la oficina, y mientras sigue  a Miguel, se le cruzan  miles de cosas por la cabeza, pero ninguna clara.
Cuando llegan, él le ofrece asiento, y al percatarse de los rasgos de cansancio en su rostro, se arrepiente por un momento de haber elegido ese instante para hablar, pues el no tener los pensamientos claros, sumado al agotamiento, no auspicia resultados satisfactorios. Pero es sólo un segundo. Enseguida retoma su decisión: cuanto antes, mejor.
Carolina no acepta el café, cosa que Miguel atribuye a las ansias imperiosas que la joven tendrá de retirarse a descansar.
_Disculpa, estoy retrasando tu sosiego.
_No es nada. _ sonríe_ Soy tu empleada, debo responder en cualquier momento. Especialmente si hice algo mal.
Aunque sabe que ella no lo dice muy seriamente, Miguel no dejará pasar la estocada.
_ En primer lugar, ya sabes que a Walter y a mí no nos gusta pensar en términos de jefes y empleados. Todos somos colaboradores. Cuanto más conscientes seamos de eso, más cómodos trabajaremos y mejores serán los resultados.
  _ Espíritu de grupo.
  _ Exacto. Me alegra que lo veas así, porque quería hablarte de algo relacionado con el tema.
 Carolina adopta un gesto serio:
_ Entonces, de veras, ¿estoy cometiendo algún error? Porque si es así, no temas decírmelo. Es más, con algunos prejuicios que tenía sobre este ambiente y mi inseguridad de novata, me asombró que hasta ahora nadie me hubiera gritado por lo más insignificante, o por lo más merecido.
 _ ¡No, no, por favor! ¡Nada más alejado de eso! Al contrario: el trabajo que estás haciendo y cómo te estás adaptando a la forma de trabajo y a la gente son admirables. . . En realidad no es una conversación muy seria . . .es . . .algo . . .como decírtelo . . . personal.
  Carolina no responde, pero la expresión de interés se refleja, como siempre en su caso, en los labios apretados y el pronunciamiento de delgadas arrugas en el contorno de sus ojos.
_ ¿Recuerdas la cena en mi casa?
_Cómo no hacerlo si fue muy agradable.
   Miguel continúa planeando una estrategia que le permita poner la situación en perspectiva sin necesidad de traer a colación de esa tarde en forma explícita, y, a la vez, que ella lo comprenda.
_ Bien. Entre nosotros _ y se apresura a aclarar moviendo las manos en el espacio que los separa _ No me refiero a ti y a mí. Nosotros . . .  incluyendo a Walter, Juan, todos los que trabajamos juntos, especialmente los que tenemos más afinidad y simpatía.  Creo que allí está la palabra clave: simpatía. Y hasta . . . ¿quién sabe? Puede darse la amistad. ¿Te parece?
_ Por supuesto. Es más. En poco tiempo, Juancito se ha comportado como tal conmigo y su afecto me ha sido de mucha ayuda.
_ Se nota. Pero . . .a lo que me refiero yo va más allá de la amistad. Es decir: pasar esa barrera, implicaría muchos riesgos.
 Sus miradas se penetran mutuamente y no queda duda: en el medio está  la situación anterior.
_ O podría confundirse _ continúa Miguel _con una atracción pasajera, o una obnubilación, ¿cómo saberlo? Y caer luego a la realidad sería una gran desilusión, y muy violento regresar al contacto cotidiano. ¿No lo crees así?
  Carolina trata de disimular la alteración que estas palabras le producen, porque jamás hubiera imaginado que Miguel trataría esa situación. Sí, no era su imaginación: esa tarde habían enfrentado unos minutos extraños, pero . . . ¿él, acostumbrado al acoso constante de las mujeres y, seguramente, a que no se le negara ninguna, se tomaba la molestia de hacer aclaraciones? ¿Qué podría significar para él el roce de una mano? Nada. Entonces no era por "ellos" que ponía las cosas en su lugar. Era por ella, por una poco atractiva profesora de Literatura que podía cometer el error de construir castillos en el aire "obnubilada" por el brillo de la gran estrella. No sabe qué responder, pero, quizás por el cansancio, tal vez  por lo confuso de la situación, olvida el concepto que se ha formado de él al trabajar y en la visita a su casa. Como un rayo, vuelve a la primera impresión: rechazada mientras firmaba autógrafos. Se le figura lo que estaría pensando: "Pobrecita. Mejor detengo todo antes de que se haga ilusiones", Y  con esa misma velocidad, ella, que en muy pocas ocasiones lo había sentido, alberga resentimiento.
_ Claro, claro _ apresura, elegantemente _ Estoy totalmente de acuerdo.
   Ya en la calle, no recueda la breve despedida. Seguramente se había parado alegando cansancio y él, contento de dejar todo aclarado, le había abierto la puerta después de algunas palabras corteses y arreglos para la tarea posterior. Sólo toma el taxi hacia el hotel, pensando en reponerse con unas horas de sueño y empezar a planificar su mudanza.







sábado, 9 de julio de 2016

Y va el XXXV también


Y por si los entusiasmó el XXXIV y es un día con más tiempo libre, uno más

Capítulo XXXV

Carolina y Juan han recorrido varios lugares de la ciudad, pero, como siempre, el afecto puede más en ella que cualquier conveniencia de lujo o ubicación cómoda con respecto al estudio, así que, mientras toman una rápida merienda antes del trabajo, le dice a su "asesor inmobiliario" que se quedará con la propuesta original y será su vecina. Las demostraciones de felicidad de Juan no se hacen rogar, así que, sin que les importen las miradas ajenas, se abrazan y besan.
_ ¡Cómo vamos a divertirnos! _ estalla él _ Chusmearemos sobre la oficina, intercambiaremos recetas de cocina. Como dicen aquí, será chévere. ¡Y tengo tantos amigos para presentarte! Esta misma noche podríamos dar una fiesta, lástima que tenés que trabajar.
_ Pero, Juan, no te olvides de que no voy a estar aquí para siempre. Alguna vez mi trabajo terminará y . . .
_ ¡Ay, mi amor, mi amor! Mejor aprendélo ahora, de alguien que te lo dice por experiencia, o dáte cuenta más adelante, cuando quizás sea muy tarde: viví el presente, disfrutálo. No trates de adelantarte al futuro. Ese te alcanza cuando menos lo esperás, para bien o para mal.
_ Está bien _ dice Carolina y mira el reloj _Y ya que hablamos de presente, mejor me voy al hotel a ducharme y cambiarme de ropa o llego tarde.
_ Te alcanzo y después voy a casa de Aurora a darle la buena noticia.
Carolina llega a la puerta del ascensor rogando que la inspiración la siga iluminando y una voz conocida la sorprende por sobre el hombro:
_ ¡Qué puntual! Bueno. . . como siempre.
Carolina ve a Miguel y responde a su frase mitad saludo, mitad cumplido, con una sonrisa.
_ ¿Descansaste? _ pregunta él, sabiendo que está más interesado en su cambio de vestuario por la broma de Walter que por la respuesta.
_Sí. Y hasta tuve tiempo de ver  posibles  "hogares provisorios con Juancito".
Suben al ascensor  y la perspicacia de Miguel no se hace esperar:
_ ¿Y escogiste el vecindario de él, verdad?
_ ¡Sí! ¿Cómo sabías?
Miguel ríe:
_Lo conozco lo suficiente.
_ Pero te aseguro que no me presionó para nada.
_ Desde luego que no. No me refería a eso al decir que lo conozco, sino a que sabía que te ayudaría a decidir lo mejor para ti.
_ Así que . . . ¿estás de acuerdo?
_¡ Por supuesto! _ exclama Miguel, con un entusiasmo mayor del que quisiera demostrar.
Al llegar al piso, él le hace señas para que ingrese a su oficina, siguiendo la conversación con el objetivo de que su respuesta se aleje del plano personal.
_ Es decir . . . ya habíamos hablado  de esto, pero, a riesgo de ser repetitivo: quiero… queremos que te sientas parte de una familia. Por eso me parece magnífico que fuera de las horas de trabajo estés con alguno de nosotros.  No será lo mismo que estar en tu país, pero quizás te ayude a extrañar un poco menos.
_Gracias.
Carolina se siente intimidada por ese hombre, a pesar de que se da cuenta de que él hace todo lo posible porque no se sienta así. Por eso, aunque le ha ofrecido asiento, ella se ha puesto a observar las plantas de interior. Él continúa creando más acercamiento:
_Nunca te lo pregunté: tal vez porque la respuesta es obvia, quizás porque no quería provocarte nostalgia, pero . . . ¿extrañas a tu familia y a tus amigos, verdad?
Carolina, que le daba la espalda y aparentaba estar tan ensimismada en la planta, se vuelve hacia él por unos segundos:
_ Sí, mucho. Lo que sucede es que con todo este trajín y el ambiente tan distinto, creo que todavía no "caí".
Como mejicano, el cantante no entiende la expresión.
_ No . . .¿"caí"?
Ella sonríe:
_ Quiere decir que todavía estoy como en el aire. . . .que no tomo conciencia de la situación.
_ ¡Ah!
_ Pero, sí, muchas veces extraño a mi familia.
Miguel se ha ido acercando a la chica, intrigado por su interés en la planta. Cuando está justo detrás de ella, se atreve a preguntar:
_ ¿Y a alguien en especial?
Carolina no entiende por qué un estremecimiento la recorre y agradece tener sus manos  en las hojas para que no se note su leve temblor. A pesar del suave y a la vez masculino aroma de Miguel, puede salir del paso con una nota bufona:
_ A mi gata, Kitty.
Ambos ríen, pero ninguno puede alejarse, menos aún cuando las manos de él han comenzado a rodear la maceta. Ella se vuelve y quedan cara a cara, pero él (inconscientemente, instintivamente, sin la menor intención de forzar una situación desagradable para ella) no se aparta lo suficiente como para dejarle paso.
_ Si no la riegan más seguido, va a secarse _ se le ocurre a Carolina, en un intento desesperado de salir de esa mezcla de ilusión y realidad que siente como un hielo delgado sobre el que no quiere arriesgarse a caminar.
_Es cierto _ contesta él, apartándose, volviendo también a la realidad _ Yo no sé nada de plantas. Tendré que decirle a Delia. No quiero que se me acuse de ningún crimen vegetal.
Ambos sueltan la risa nerviosa propia de los que han pasado una situación tensa. Así los encuentra Walter, quien saluda  y deja la puerta abierta para que Carolina pase,  cuando se percata de tal urgencia.
No se le escapan al representante ni la expresión de Carolina, ni la mirada de su amigo, que, con las manos aún en la planta, ha seguido la  figura de la chica hasta que la puerta se ha cerrado.
_ ¿Desde cuándo eres tú aficionado a las plantas? Si desde que se fue Nélida esa pobre está en terapia intensiva.
Miguel se aparta y carraspea, pero aunque se sienta para recomponerse, el momento pasado le ha dejado huellas en la mirada, por eso la esconde  al hablar con su amigo.
_  Te levantaste bromista esta mañana, parece. ¿Romance nuevo?
_ ¿Perdón? ¿Qué dijiste? ¿Romance? _ en una caminata intencionalmente ridícula, Walter va por la habitación, oliéndola_ Romance . . .romance . . .Sí, sí, a mí también me pareció eso.
Miguel asiente, pensando que se ha sacado un peso de encima, y que la conversación rondará (hasta donde a un caballero se le permite) alguna aventura pasajera. Pero se equivoca.
_ Pero no soy yo el que lo traigo. ¡No me juzgues tan tonto, amigo! Esas caras, una retirada apresurada  y el aire . . .aquí queda flotando algo que quizás no admitirán ni tú ni Carolina. La planta tal vez, sí, porque no está contaminada con esa manía de racionalizar todo como nosotros, los humanos. ¡Pero a ella no puedo preguntarle!
_ ¡Otra vez lo mismo! _ se queja Miguel. Pero la actitud de su interlocutor le asombra. Esta vez, detrás de la broma, nota mezclado otro tono de voz, un poco más serio _ Además, ¿desde cuándo te has vuelto un romántico?
La entonación de Walter, a partir de ese momento, va cambiando, con mayor firmeza que antes.
_ Es cierto, no soy un romántico, y hemos tocado ese tema muchas veces. Pero no me prejuzgues: no confundas mi elección de no comprometerme, con una postura cínica hacia el amor. Puedes seguir fastidiándote con mis bromas, o continuar repitiéndote a ti mismo que no puede pasar nada porque es una colaboradora. Pero . . .¿hasta cuándo vas a poder protegerte? La realidad se impone, amigo mío, y, más allá de lo que uno decida hacer con ella, un día se te planta y te dice: "Aquí estoy". Créeme: algo está pasando. Y aunque decidieras continuar con tu ceguera, ¿no te parece un poco egoísta? ¿No has pensado en esa joven que ha viajado tanto, y, además de llegar a un medio tan diferente, debe de estar tan confundida como tú? No es una mujer cualquiera, ¡hombre! Eso ha sido a la vez tu bálsamo y tu tortura: es un alma sensible, que te atrae y te causa temor por igual.
Walter adivina, por la expresión de Walter, que este va a prohibirle continuar  el sermón.
_ Sí, ya sé, ya sé: "¿Qué me enseñarás tú de mujeres, que nunca te has comprometido con ninguna?" Precisamente, porque las conozco (no diré que las comprendo porque sería una mentira muy obvia, ni yo mismo le creería a otro hombre si me lo dijera), es que decidí no hacer  sufrir a ninguna. Y también por eso es que me doy cuenta de que  ella no es una que merezca ser lastimada.
_ ¿Comprometerse? ¿Lastimar? ¿No te parece que te estás apresurando un poco? Además, me sorprende tu seriedad repentina al tocar estos temas.
_No voy a negarte que suelo sorprenderme a mí mismo en estos casos. Pero, dáme aunque sea ese gusto: admite que algo . . .algo . . .  _ mira a su alrededor y frota los dedos entre sí _ sucedió hace unos minutos.
Miguel baja la guardia. Se da cuenta de que de nada sirve ocultárselo a alguien tan suspicaz como su amigo, así que, decide, aunque sin mucho detalle, relatar el episodio de la planta.
Después de escuchar la historia, el representante se siente un poco aliviado, porque  había imaginado algo más. Sin embargo, no es tonto, como para menospreciar lo que un minuto de contacto espiritual puede desencadenar. Su primer impulso es preguntarle, a quemarropa, qué siente, pero una ráfaga de lucidez psicológica le indica que es muy peligroso: la puerta que con tanto esfuerzo se le ha abierto, podría cerrarse de nuevo y no crear más que confusión en Miguel. Decide cambiar de tema, aunque sin irse muy lejos:
__ ¿Ya sabes si está encaminada a mudarse del hotel?
__Sí. En el mismo condominio de Juan.
_ Es comprensible: son compatriotas y le ayudará a sobrellevar su desarraigo. Además, él se comportó muy bien con ella desde el primer momento y la estima, así que habrá sido el primero en entusiasmarla. A ti también te alivia bastante, ¿verdad?
Miguel lo mira extrañado:
_ Bueno . . . tranquilo, sí, porque pienso en los mismos beneficios que tú Pero . . . ¿aliviado? ¿Qué tiene que ver?
_ Con Juan sabes que estará protegida de cualquier "acecho".
_ ¿Qué dices? ¡Vamos, Walter! Te acepto que es una muchacha sensible, pero no es ninguna tonta. Estoy seguro de que sabe defenderse de los aprovechadores, y no ha necesitado llegar aquí para aprenderlo.
_ No. No me refiero a eso. Me refiero a ti. Así podrás tenerla más controlada. Y no sólo de los personajes que consideres indeseables.
_ Tú lo dijiste. No es ninguna tonta. Pues yo te agrego otra: es una mujer libre. Nada me correspondería hacer si por propio gusto eligiera  una compañía masculina.
   _ Sí. Pero al menos lo sabrías. Y así como tú mismo no querrías lastimarla, buscarías la forma de que otro no lo hiciera.
_ Te repito: te adelantas mucho a los acontecimientos. Además, ¿qué pretendes que haga?
_ No me corresponde eso, por más estimación que te tenga. Pero hay algo que sí me arrepentiría de no aconsejarte: no vuelvas a negar lo que pasa. Eso sería el único acto incorrecto.
Miguel no contesta, y Walter considera que ya lo ha torturado suficiente, aunque fuera por su propio bien, así que decide dejarlo tranquilo:
_Bueno _ se para_ Mejor, al trabajo, que tengo unas cuantas llamadas que hacer.
Antes de cerrar la puerta, al ver a su amigo tan serio, agrega:
_ Lo siento si fui muy duro. ¿Estás bien?
_ ¡Claro, claro!_ se apresura a contestar con una sonrisa, para que Walter se vaya tranquilo.
Retirado este, después de un minuto de pensamientos perdidos, llama a Delia:
_ Delia, ¿qué sabe usted de cuidado de plantas?