miércoles, 24 de agosto de 2016

Sol de invierno y capítulo LII


Otro día más en que podemos olvidarnos por un rato de que el invierno está en este hemisferio. Dicen que no durará mucho, así que, mejor aprovecharlo mirando alguna flor que ha salido a espiar qué es lo que pasa. Y seguir acompañando a nuestros personajes, claro.


Capítulo LII

Al día siguiente, mientras Miguel  va a la delegación a ver a su hermana y hablar con los abogados, Carolina está en su casa comentando lo sucedido a Juan, muy preocupada. Telefonea a Walter pero este aún no tiene noticias.
Apenas cuelga el teléfono, recibe una llamada de Marta, quien le dice que tiene que hablar en extenso con ella y le pide que se acerque a algún lugar con internet y así podrán hacerlo más tranquilas. La empresa le había entregado una computadora portátil, así que Carolina le da su dirección y allí espera su mensaje: Después de las preguntas de rigor sobre su bienestar general, Carolina empieza a ver por dónde viene la cuestión. Ricardo está destrozado y ha recurrido a Marta. Esta, que se había prometido a sí misma no defenderlo más, se enterneció y ahora le pide a su amiga que reciba una llamada de él o que le permita darle su dirección electrónica. Ella le responde negativamente. Al principio no parece filtrarse ni un rayo de luz en ese “no”, pero tanto insiste su amiga que logra que Carolina lo piense.
“No hay explicación satisfactoria para lo que yo vi”, argumenta Carolina.
“Por lo menos escuchá lo que tiene que decirte. Eso te permitirá ampliar tu visión, aunque tu decisión no cambie”, escribe su amiga. “Yo también había jurado no darle más oportunidad si quería que intercediera. Sin embargo, después de que me rastreó por todos lados, lo vi realmente compungido y me pareció muy sincero.”Como ella no le responde, continúa: “Aunque sea para no terminar así,  con una huida en taxi, después de varios años de amor verdadero como el que tuvieron ustedes. No sólo por él, vos te lo merecés”
“Dejáme pensarlo” obtiene como última respuesta.
Ya es de tardecita, y ella y Juan se han sentado en el balcón de las confidencias, así que le confiesa lo que Marta le ha pedido. Juan, muy prudentemente, no inclina la balanza ni a un lado ni al otro. Sólo trata de que ella tome en cuenta todos los aspectos, si el contacto con él le traerá confusión o tranquilidad y sobre todo qué siente: ¿aún lo ama? ¿o el rencor de la traición sobrepasa cualquier sentimiento amoroso que hubo antes? Y si él le da una explicación . . .¿hasta qué punto le creerá? ¿Qué espera de este nuevo contacto? ¿Una reconciliación o un rompimiento amistoso?
Carolina le agradece a Juan la ayuda: al menos con las respuestas a esas preguntas tendrá una línea punteada por donde dibujar su decisión. Se despiden, porque ella quiere tomar un relajante baño y ver un poco de televisión después de todas las emociones vividas en veinticuatro horas.
Después de bañarse, envuelta cómodamente en su bata de baño, con el cabello aún húmedo y un té, se asoma a la ventana donde tiene una lejana pero hermosa vista de las luces del centro de México  y le surgen recuerdos de la Argentina. Entre ellos, el de Ricardo y algunas cosas divertidas que hacían de su relación algo tan especial. Para despejarse de ello enciende el televisor, con la suerte o la desgracia de encontrar una película romántica, así que los recuerdos se multiplican: el día que los sorprendió la lluvia en un pic-nic y tuvieron que refugiarse en el modesto auto de Ricardo. Las cosas no habían transcurrido como las habían planificado, y, sin embargo, ella lo recordaba como uno de los momentos más felices. ¡Cómo se reían! La vez que casi chocan porque ella, por algo dulce que él le había dicho, había estallado en un ataque de demostración afectuosa y le había dado un beso. Cuando la gata se había enroscado toda la tarde en la campera de él y esta había quedado llena de sus pelos, que descubrió cuando ya la tenía puesta para irse. Cuando a ella se le había ocurrido hacer una receta nueva para que él la probara, y, por más que trataran de disimularlo, era horrible y terminaron pidiendo pizza. La noche en la sala de espera del hospital cuando su hermano había sufrido un accidente, las veces que la sorprendía a la salida de la escuela, la ocasión en que, para el cumpleaños de ella, se había pegado un moño y colgado una tarjeta para simbolizar que era suyo . . .
Aunque la película tiene un final feliz, las lágrimas corren por sus mejillas cuando termina y se va a dormir. Piensa: ¿una reconciliación? Y se le aparece la imagen de su descubrimiento en el departamento de él. No. Imposible: ¿qué explicación razonable podía tener para eso? En un derroche de romanticismo trasnochado, a lo “Casablanca”, se imagina un final amistoso.
Esa noche sueña con los recuerdos que había  construido con él.
Al día siguiente, en el correo electrónico que envía a Marta dice: “Dásela”



martes, 23 de agosto de 2016

Capítulo LI

Es martes y está atardeciendo. Cada día tenemos un ratito más de luz. Falta bastante, pero uno va fantaseando con la primavera, ¿no?

Capítulo LI

El día en que le dan aviso de lo de su hermana, acude inmediatamente; por la distancia no llega a tiempo para presenciar la conversación, ni para tomar la precaución de que esté presente un abogado, pero sí para contenerla y aclararle las cosas que su tía, ante el total desconocimiento de esta, ha tenido que adelantarle.Al parecer no han sido muy agresivos: se han limitado a establecer la relación entre la víctima y ella, la situación en la que se halla actualmente con su esposo y el lugar en el cual se encontraba en el momento del crimen. Ante las declaraciones de Alcia y la ratificación de su tía, tomaron los datos del psiquiatra para tener una charla con él. Desde entonces, lo que se ha obtenido de las investigaciones es que el hecho se ha cometido con un solo y certero tiro de arma de fuego por alguien conocido de la víctima, quien, aparentemente había sido tomada por sorpresa, pues no había ofrecido resistencia. El arma había sido arrojada en un basurero cercano y no se encontraron huellas digitales. Ningún vecino había visto ni oído nada, así que deducían que había utilizado silenciador. Néstor, por falta de pruebas, ya no estaba detenido, pero no se le permitía irse de Acapulco.Han pasado quince días del incidente. Quince días durante los cuales se ha trabajado arduamente para la presentación del disco esa noche. Los preparativos para el lugar, el lunch, los agentes, la prensa y las canciones de presentación de Miguel han tenido sin descanso a Walter. El movimiento es intenso, y Carolina está nerviosísima, ya que es la primera vez que se presenta un trabajo suyo en público. Aun Jorge Díaz, que ya ha pasado otras circunstancias iguales, está inquieto. En realidad, el trabajo de ellos ya ha terminado: ahora lo que falta es el juicio del público, y a eso es a lo que le temen, porque lo consideran incierto.En medio del oleaje de llamadas telefónicas, confirmaciones, idas y venidas al lugar del evento (un lujoso hotel de México) pedidos y agendas completas, el que siempre ha conservado más la calma, es Walter. Llega el momento en que cada uno se retira para su casa a preparar sus galas y se desea suerte.Desde luego, Juan espera a Carolina ansiosamente para convertirla por segunda vez en princesa. Ella apenas si ha alcanzado a ver el vestuario que él eligió para aprobarlo, porque ya le tiene absoluta confianza: un vestido fucsia, largo, con amplio escote en la espalda que luce su suave bronceado, y zapatos y cartera negros con hilos plateados, al igual que el chal. Al llegar el momento del peinado, se decide por uno alto, con la ayuda de Aurora, con quien acuerdan en agregar una pequeña y delicada aplicación de strass, al igual que los aros y la gargantilla, jugando con tonalidades de rosa subido a la hora del maquillaje. Ella queda muy satisfecha, y Juancito se va, apuradísimo, a la casa de Miguel para maquillarlo, ya que en él se enfocarán, como siempre, todas las miradas, desde su llegada. Con él debe tener mucho cuidado, pues, a pesar de pertenecer al ambiente artístico desde que es pequeño y someterse a sesiones fotográficas durante horas, se resiste a lo artificial, así que no le permite “jugar”mucho con su cara: debe ser lo más natural que pueda.Llega la hora decisiva: Jorge Díaz pasa a buscarla en la limosina. Walter le aconseja a Miguel que se presente con él justo sobre la hora.Cuando bajan, los flashes comienzan a encandilarlos. Jorge Díaz ya está acostumbrado, pero Carolina no. Por otro lado,están las fans, que se desilusionan cuando ven que quien baja del vehículo no es Miguel.El loby está lleno de ramos de flores y el salón del hotel, magníficamente arreglado para la ocasión con la portada del disco en tamaño gigante. El escenario construido para la interpretación de Miguel es pequeño pero está estratégicamente iluminado. Al poco tiempo de sentarse junto a Juancito y a Jorge Díaz, Carolina ve llegar a Walter y a Miguel, que van hasta su mesa para saludarla. Todos se desean suerte y van a acomodarse. Los invitados colman el salón.El conductor se maneja con eficiencia, presentando primero a Walter, que agradece la presencia de todos y se desenvuelve con envidiable naturalidad. Tanto él como Miguel hablan de la eficacia, compañerismo y creatividad de su equipo y mientras Carolina se sonroja pensando “Que no lo haga, por favor, que no lo haga”, el cantante nombra a ella y a Jorge, para que se acerquen y saluden. Las luces están sobre su mesa y los acompañan hasta el escenario. Ella no sabe bien cómo llega y, de lo que dice, sólo recuerda la hospitalidad de México y la calidez de sus compañeros, pero no mucho más, debido a sus nervios. Varios periodistas los interrumpen en su regreso a la mesa y sus compañeros músicos, que son los próximos en ser llamados, los felicitan.Emocionada, víctima de los abrazos efusivos de Juancito, asiste al resto del show. Han contratado un mago para darle variedad al espectáculo. Además, el nombre del nuevo disco, como una canción de él es “Magia”. También como cover, un joven talentoso interpreta una canción. El broche de oro es el tema principal en la voz de Miguel.Todo ha salido perfecto: los invitados han quedado más que satisfechos y, al final de las casi cuatro horas que ha ocupado el espectáculo, los periodistas se han ido convencidos de que el lanzamiento será un éxito.Todos disfrutan de la cosecha de un trabajo bien realizado, inclusive con tantas tribulaciones en su transcurso. Los más íntimos van a la casa de Miguel a celebrar con una copa de champán y esperan las primeras ediciones de los diarios, para leer las secciones de espectáculos: todas las notas son alentadoras. Hablan de la continuidad y vigencia de Miguel, de su innovación dentro del mismo estilo y de la creatividad del compositor y la autora. El cantante propone un brindis por lo que considera la “revelación” de la empresa para el público: Carolina. Abrazando a Walter con un brazo, levanta el otro para agradecerles nuevamente a todos. Se vuelve a Walter y no se le ocurren muchas palabras:_ ¡Amigo! ¡Tantos años!En esa mezcla de la emoción del triunfo y la satisfacción de un buen trabajo realizado, abraza a Carolina y ella, muy a lo argentino, le besa la mejilla, como en un acto reflejo. Pero cuando la aleja , parece que el tiempo se detiene, porque no continúan separándose: sus caras quedan muy cerca y sus brazos en la cintura del otro. Por un segundo, un confuso, aterrador y mágico segundo se miran las bocas, como si un aliento buscara el otro para completarse. Al segundo siguiente, la confusión ha sido reemplazada por la vergüenza, así que sonríen y Carolina se separa suavemente. Por suerte, en tanta confusión de brindis y felicitaciones, nadie los ha visto. Bueno, casi nadie: Walter ha observado casualmente la escena, como si fuera una película de la cual él conoce el final, pero los protagonistas son tan testarudos que prefieren no imaginarlo.Es mejor que Miguel aproveche esa noche, porque el día siguiente le depara una sorpresa muy desagradable. Su tía le telefonea: no se han encontrado méritos para continuar con la detención de Néstor, porque se ha comprobado que en el momento del homicidio, él se encontraba viajando hacia Acapulco, y, además, la policía ha conseguido una descripción de la mujer que compró el arma, con un pañuelo y anteojos oscuros. Han detenido a Alicia.


viernes, 19 de agosto de 2016


Carolina, Miguel, Walter, Nélida .... en este capítulo sus historias de entretejen. Y muchas sospechas.

Capítulo L

Carolina y Miguel leen impresionados un titular, mientras Walter busca por los canales aunque ellos no saben qué. Finalmente se dan cuenta: “Joven asesinada en Acapulco.” Pero la joven no es cualquiera: es Alejandra, el último amorío conocido de Néstor. Aparentemente no ha habido forcejeos para ingresar a la casa que estaba alquilando desde hacía pocos días en ese lugar, así que debía de conocer a su asesino. En ese momento aparecen las imágenes en la televisión: sacan el cuerpo atravesando un florido jardín y los periodistas hacen preguntas a los forenses y a la policía. Hay un hombre detenido, quien había hallado el cuerpo.
_ ¡Debe de ser Néstor! Tendrían preparada una “escapada”. Ella se adelantó para instalarse y él, después de abandonar el trabajo fue a reunirse y se encontró con la sorpresa.
_Sin embargo, está declarando: no dijeron si como sospechoso o como testigo.
_Bueno, Néstor no es lo que se diga “un hombre de honor”, pero . . .¿asesino? _ interroga Walter _ Además . . .¿con qué motivación? ¿Por qué querría deshacerse de ella? Supongamos que ella hubiera amenazado con contar todo. Ya era un secreto a voces.
_¡ Es increíble! _ balbucea Carolina y no acierta a decir nada más, mientras ve la fotografía de Alejandra en  el diario y mira la televisión a la vez.
_Tampoco cabe pensar en un crimen pasional _ especula Walter _ Las pasiones de Néstor son tan poco profundas como pasajeras. Aun si ella hubiera querido dejarlo, no lo hubiera tomado tan a la tremenda. Además, dejada la esposa de lado, alejada la otra amante y en un retiro romántico . . .no  parece un momento propicio. Él también estaba más libre que antes. No habría motivos para una riña.
_ Pero si no fue él . . .¿quién? ¿Qué enemigos tendría Alejandra?
_ No sabemos nada de su pasado, pero no parecía una “chica de su casa” _ contesta Walter _ Quizás Néstor no fue el único. Alguna esposa celosa . . .
_O alguna ex amante de él celosa.
_ Es más _reflexiona Walter _De ser inteligente, no sólo mataría a la nueva conquista, sino que podría hacer que él se viera involucrado en un escándalo. Se me ocurre alguien que podría haber pensado en eso . . .
En el aeropuerto de México, recién llegada de Acapulco, está Nélida esperando sus maletas, con su incipiente embarazo. Toma un taxi hasta su departamento, entra y deja sus maletas en un rincón de la habitación. Está muy cansada, así que las desarmará después. Ahora  sólo quiere preparase  una sopa instantánea, llevársela a la cama para ver televisión hasta que la venza el sueño y no levantarse, quizás hasta media tarde. Parece no haber estado en la realidad de lo que ha hecho hace unas horas, hasta que  se interna en el acogedor hueco que forma el acolchado y una súbita película en retrospectiva se desarrolla en su mente: tiempo después de ser “invitada” a un período de descanso por la empresa, se había enterado de que su amenaza falsa a Néstor sobre su embarazo era real; la mentira le había jugado una mala pasada. Ya sabía cuál sería la reacción de Néstor, así que no podía contar con una resolución feliz. Fue a había ido a visitar a una prima a quien le había confiado todo. Al principio le sirvió para descansar y, ayudada por los consejos de su prima, a decidirse a conservar el bebé: aunque pasara momentos difíciles, sería una compañí. Ella adoraba los niños. Quizás, más adelante, más fortalecida, acudiría a las leyes para reclamar los derechos de la criatura, pero, por el momento, tenía que hacerse a la idea de criarla sola.
Después, sus pensamientos se tornaron un poco más oscuros, especialmente en cuanto a Alejandra y Néstor. Su inseguridad le hacía pensar que ésta sí lograría retenerlo, separándolo de su esposa. ¿Y ella? ¿Ella, que había soportado todas las limitaciones de la clandestinidad? ¿Ella, que lo había contenido contra viento y marea cuando Miguel amenazaba con echarlo? ¡Y la ayuda que le había dado con la carta de Carolina! Cada vez fomentaba más y más el odio hacia aquellos dos y hasta se le aparecían en pesadillas riéndose de ella. La idea había surgido amorfa, pero en los atardeceres en que se encontraba en el jardín de la casa de su prima, se iban marcando algunos caminos. Para tener noticias de sus vidas llamó a una empleada con la que tenía cierta confianza y que era bastante amiga. Esta, que no tenía mucha dificultad en desparramar chismes, le contó, (pidiéndole suma discreción) que Sandra se había ido a Acapulco para conseguir una casa en alquiler, y que más adelante se le uniría Néstor. También la puso al tanto del estado de Alicia. Primero surgió la rabia: para ella nunca, nunca había tenido tiempo para una escapada de fin de semana. Luego empezó a maquinar el plan: ¿por qué no hacerle pagar a uno, o más bien, a todos, por su sufrimiento? Pero ¿cómo? Vengarse de cada uno en persona la pondría en evidencia, en cambio, moviendo una sola pieza que afectara a todas las demás . . . Así se le ocurrió lo de Alejandra: no sólo la muerte de ella significaría una venganza. ¿Quién sería más sospechosa que una esposa despechada? ¿Y él, no sólo sometido a un escándalo, sino como posible sospechoso también? Y con el rechazo de toda la compañía, por enredarlos en una cuestión así, aunque no fuera más que indirectamente ?
Nélida aparta la taza, apaga la televisión sin haber visto nada de la noticia del asesinato y va sumiéndose en el sueño.
     Durante la semana siguiente, el periodismo ya tiene otro tema, además de la notoriedad de Carolina, para ocuparse de la empresa de Miguel Saberia: las averiguaciones sobre la vinculación de Alejandra y Néstor a la misma. En ese tiempo ya se ha hecho público el romance, los problemas con su esposa, el incumplimiento de sus tareas y su poca estabilidad amorosa.Cuanto más indiscreciones se revelan, más ávidos están los que quieren tener la atención del público.
En la empresa tratan de trabajar con la mayor naturalidad posible porque los tiempos son perentorios. Miguel, mientras tanto, ha pedido a todos los allegados a su hermana que la mantengan alejada de toda información posible, pero lo inevitable lo sorprende una tarde, mientras están trabajando en el estudio. Una llamada de su tía: la policía se ha presentado en su casa para interrogar a Alicia.



lunes, 15 de agosto de 2016

Uno más para hoy


Por si tienen ganas de leer un rato más, ya que el capítulo anterior fue breve, o mañana no puedo subirlo, aquí continuamos. Buen fin de semana largo, y mejor inicio de semana corta. ¡Piensen que serán sólo cuatro días! ¡Ja, ja!

Capítulo XLIX

      A la mañana siguiente, Carolina se levanta, desayuna y (ya que se ha negado a que un coche de la empresa se ocupe diariamente de su traslado), toma un taxi para ir a trabajar, con recuerdos del día anterior alentándola.
      Al llegar se encuentra con dos periodistas que le hacen preguntas sobre su reciente aparición televisiva, a las que ella contesta con simpatía, pero en forma breve. Realmente no se acostumbra, y mira hacia todos lados buscando un salvador. Para su fortuna, ingresa en ese momento Jorge Díaz, el compositor, y se percata de su situación, la toma de los hombros, y agradeciendo a los periodistas con una sonrisa, se deshace de ellos con dos o tres simpáticos comentarios.
_¡ Mil gracias! _suspira Carolina, ya dentro del edificio.
_No te preocupes, ya te acostumbrarás y saldrás airosa.
Charlando animadamente sobre lo que acaba de suceder, llegan al piso y saludan a la secretaria. Delia les pide que pasen a la oficina de Miguel, que tiene algo que comentarles. Ni bien entran, reconocen en la expresión de este que no se trata de buenas noticias.
_ ¿Delia no les avisó? _ no les da tiempo de responder _ No, claro: ella es muy prudente.
Acto seguido, les explica que alguien llamó de parte de Néstor (ni siquiera lo hizo él en persona) para avisar que no iría y no sabe su fecha de regreso. Miguel está en parte enojado y en parte resignado, porque aunque en el último episodio con estas características se le había dado el ultimátum, sospechaba que la responsabilidad le duraría poco. Ya había hablado con Walter y ambos habían quedado de acuerdo en que, si volviera, no se le permitiría retomar sus labores, cualquiera fueran las excusas que pusiera. Pensaban que, en realidad, sería una escapada con Sandra. Además, con su hermana en recuperación, ya se le había acabado la excusa del “esposo indispensable”.
Miguel les pide disculpas por recargarlos de trabajo, pero ahora la tarea quedará completamente a su cargo. Él les tiene la mayor de las confianzas. Carolina y el músico le aseguran que contará con todo su esfuerzo.
Esa tarde, Miguel no está en el ámbito de trabajo. Ha ido a hablar con el terapeuta de su hermana para saber su opinión sobre el divorcio. El profesional le aconseja que es lo más conveniente. De a poco irá insertando el tema en sus charlas. Alicia asiste dos veces por semana, desde la casa de la tía, en la cual está descansando. De todas maneras, le advierte que Néstor puede rechazar el pedido acusando a su mujer de insania. Luego va a visitar a su hermana y la encuentra de mejor aspecto, lo que atribuye a su alejamiento del alcohol. Lo ha sustituido, ayudada por una terapista ocupacional, por la jardinería, a lo que antes de caer en sus sucesivas depresiones, era tan afecta. También ha recuperado peso, ya que se alimenta mejor. De todas maneras, él no nombra a Néstor. Prefiere dejar el tema al psiquiatra, que sabrá encontrar el momento oportuno.
La distancia que debió recorrer en su auto (para estos asuntos personales nunca quería chofer) y las tensiones del día, lo hacen arribar a la ciudad a la madrugada, así que envía un mensaje desde su celular a Walter para avisarle que se reincorporará a la empresa la mañana siguiente. De vuelta en su departamento, se ducha y desfallece en la cama hasta el otro día.
Carolina también está agotada. Ni bien llega al departamento, suena el teléfono. Es su madre, quien, llena de excitación, le comenta que artículos como “Una argentina en México”, están en varios periódicos, y que una radio local le ha pedido una entrevista para hablar del “genio” que había estado de incógnito en el pueblo. Trata de tranquilizarla sin mucho éxito, le manda todo su amor y se duerme, también, tan rápidamente, que ni siquiera se le ocurre ir al departamento de Juancito a contarle lo que ha hecho Néstor.
Al día siguiente, Carolina llega un poco más temprano y Walter le comenta las determinaciones que ha tomado Miguel, mientras siguen sin noticias de Néstor. Carolina decide hacerle caso a sus impulsos (no sabe si vienen de su corazón o de su consciencia), de darle algunas palabras de apoyo a su jefe, y se atreve a ir a su “cuarto de meditación” antes de sumergirse de lleno en el trabajo. Allí él la recibe con preocupación, pero no puede disimular la satisfacción que le produce, a pesar de que Carolina trata de que el lema de “solidaridad por el compañerismo” sobrevuele cualquier otra intención.
Él se sincera completamente, le abre el abanico de rechazo por la actitud de su cuñado y la preocupación por su hermana, a pesar de que el psiquiatra le ha dado cuanta seguridad ha podido. Le cuenta anécdotas de cuando eran niños. A pesar de ser la mayor, él había actuado siempre como el protector. Su padre la adoraba, y ella a él, así que la muerte del mismo le produjo una ruptura interior. Poco tiempo después se había casado con Néstor, quizás buscando consuelo. Su padre nunca lo había aprobado, pero cuando empezaron a verse no había querido contradecirla, porque consideraba que podía resultarle contraproducente, especialmente para una joven que, a pesar de las oportunidades que tenía en su medio, siempre había demostrado dificultad en socializar. Con su madre no se había llevado muy bien porque eran muy diferentes: la esposa del cantante siempre atrayendo la atención por su finura e inteligencia, con ese estilo tan español y a la vez deliciosamente americano de las mexicanas, participando de todos los tés a beneficio, codeándose con embajadores y cantantes, acompañante perfecta para su marido y la pre-adolescente pecosa, regordeta y de anteojos que se resistía a cualquier intento de embellecimiento y de figuración pública, que no había encontrado como los demás en su familia la extroversión como vocación, no tenían punto de encuentro. Cuando su madre la perseguía para que se pusiera vestidos más bonitos o anteojos de contacto, ella huía, igual que cuando pretendía interesarla en alguna actividad deportiva (esperando que esto la motivara a socializar con gente de su edad) o musical, ella encontró un introvertido escape: la pintura. Desgraciadamente, esa época en que las madres y las hijas se hacen compinches aunque no lo hayan sido antes: el noviazgo, el casamiento, y el nacimiento de los hijos, no las encontró juntas, porque la madre murió joven, antes que su esposo. Miguel pensaba que si su madre no se hubiera esforzado tanto por cambiarla, o si la edad adulta las hubiera unido, la historia de Alicia hubiera sido diferente. Había tratado de protegerla siempre, más después de su orfandad, pero consideraba que había fracasado, especialmente después de su casamiento. Creía que había cometido un gran error al esconderle las indisciplinas de su marido, pero, por miedo a lastimarla . . .
Carolina elige las mejores palabras que puuede para convencerlo de que ha sido un excelente hermano, y de que, por más que hubiera querido, no hubiera podido evitarle los sufrimientos que había pasado. Además, era ella la que había decidido casarse con ese hombre ruin, y, aun  conociendo sus aventuras se había aferrado a él tanto como al alcohol. Él no podía manejarse con los mismos elementos que un profesional.
El diálogo se ha hecho cada vez más íntimo. A  Carolina le parece que los ojos de Miguel, del cantante internacional, del fuerte hombre, del puntual trabajador, del exigente jefe, están llorosos, y nada la enternece más que eso: un hombre entero que sabe enfrentarse a sus emociones sin temer que se lo confunda con debilidad. Miguel se da cuenta de que la ha enternecido y, sin mediar palabra, la abraza, la enreda en un gesto fraternal sin que se mezcle, por un minuto, con otra demostración de afecto. Es la expresión de dos corazones que se han conectado en un momento de dolor. Cuando el gesto amenaza con alargarse y transformar su intención primigenia, se oyen unos nudillos en la puerta. Automáticamente, entre asustados, aliviados y apenados, sus brazos se desenredan y Miguel, componiendo la voz, pregunta:
_ ¿Sí?
Se abre la puerta y se muestra Walter, con un diario en la mano.
_Disculpen, no quería interrumpir nada. Sé que cuando estás aquí no quieres que te molesten, pero creo que esto va a interesarte, Miguel. Es más, sería mejor que encendieras la televisión en algún canal de noticias. Van a sorprenderse.





Capítulo XLVIII


¡Y trajo la de plata! ¡Cuánto sufrimiento y qué largo se hizo! Pero impecable. Bueno, mientras seguimos las otras disciplinas que aún están en juego: ¿nos relajamos de tanta tensión leyendo un poco? Aunque para Carolina, al menos al inicio, este episodio no le resulta nada relajante. Aunque ha estado creciendo mucho. Júzguenlo ustedes mismos.

Capítulo XLVIII 

     En el set de televisión, Carolina no puede manejar los nervios. Ni bien entra, le presentan a la anfitriona. Desde luego, ahí están Miguel, Walter y Juancito, que la ha peinado y maquillado, además de asesorarla en un vestuario sobrio pero distinguido: discute con el maquillador del programa, para que no modifique su trabajo.
Todos le dan ánimos, diciéndole que luce muy bonita, que estará perfecta, que todos están nerviosos la primera vez que aparecen en televisión y que, si sabe manejarlo, eso será hasta simpático para la gente (ya que el programa es con público en vivo) y para la conductora. Que fuera fresca y natural, que contestara con naturalidad a todas las preguntas personales que le hicieran y que su vida sencilla, su pueblo, todo resultaría atractivo y  combinaría perfectamente con su personalidad.
Quizás por las recomendaciones, tal vez porque tiene una habilidad que no ha explorado, en cuanto la entrevista comienza a desarrollarse, empieza a sentirse más relajada. Sólo cuando las luces muestran al público, algo le estremece el estómago, pero, aunque tenga sus grandes diferencias, recuerda cuando daba los discursos en la escuela desde que era pequeña, y trata de olvidarse de la cámara.
La anfitriona la presenta como una revelación. Le pregunta sobre su país, su niñez, su constitución familiar, y la felicita por haber alcanzado una tarea de tal magnitud en una empresa tan exigente. Le pide adelantos de las canciones, pero ella sabe que sólo puede hablar de generalidades, ya que la disquera quiere guardar la sorpresa. Sólo da una idea de la temática: alguna romántica y otra más reflexiva. La sonrisa le fluye muy fácilmente y su carisma no pasa desapercibido para la conductora, quien, creyendo que ha llegado a un grado de confianza suficiente, le pregunta.
_Eres joven y muy simpática, Carolina, así que supongo que gran parte de nuestros televidentes masculinos querrán saber . . .Ya sabemos que eres soltera, así que . . .¿ Algún novio o . . . totalmente libre? ¿Alguien te robó el corazón en Argentina, o en este tiempo que estuviste en México?
Todo tiene un tono muy optimista, pero Carolina no puede evitar la relación de la palabra  ”novio” con “Ricardo” y aún tiene robado el corazón, pero no en una forma feliz. Las sonrisas y gestos del público le dan tiempo para recuperarse y oírse decir a sí misma:
_No, no tengo novio.
La conductora, para mantener el tono, continúa:
_Pero . . .nada flotando por allí, siquiera.
Carolina alcanza a ver a Miguel detrás de cámara y responde:
_ Nada en el horizonte.
Todos ríen, lo cual da pie a la conductora a lanzar un desafío ante las cámaras:
_ ¡Bueno, bueno! ¡Hombres! ¿Qué esperan entonces? ¿Será muy difícil de conquistar?
Mira a Carolina y esta le hace un gesto como diciendo “puede ser”. El público ríe y aplaude. Este ambiente ayuda a la anfitriona a preparar la despedida, felicitándola nuevamente, invitándola a ver todas las bellezas de México y reiterándole su ansiedad ante la aparición del nuevo CD de Miguel.
Se retira con los aplausos, y, detrás de cámara, el primero en atraparla es Juan:
_ ¡Di-vi-na! ¡Estuviste divina! ¿No te diste cuenta de la buena onda que te tiraba la conductora? ¡Te pusiste a todo el público en el bolsillo. Tan sencilla, pero natural y desenvuelta! _ la abraza y le da un beso.
Walter y Miguel le tienen un ramo de azucenas, que se juntan con las rosas que le ha regalado la producción del programa. En el corte, la conductora vuelve a saludarla y le dice que estuvo excelente para ser la primera vez.
Cuando salen, para su sorpresa, está la limusina. Le tienen una sorpresa.
_ ¿Vos qué creías?  _ le pregunta Juancito _ ¿Que la noche iba a terminar aquí?
_No, no, no _asevera Walter mientras los cuatro suben.
_ Al restorán, donde hay unos pocos amigos, los más cercanos de la empresa, a celebrar tu primera presentación en televisión.
“Ojalá hubieran podido ver el programa en casa” piensa Carolina. Así que antes de ir a la celebración, llama por teléfono a su casa, donde, concordando con sus pronósticos, su madre llora de emoción todo el tiempo. Juancito le dice que ha dejado programada la videograbadora, y Carolina le da la buena noticia a su madre: se la enviará y podrá verla.
En el restorán, todos disfrutan mucho la ocasión: con su humildad y generosidad, Carolina ha despertado aprecio en todos los corazones que la han conocido, aunque no es del ambiente, y de que no ha transcurrido tanto tiempo desde que esa extranjera menuda irrumpió en la vida de la empresa. Todos le hacen preguntas. Juancito bromea con pedirle autógrafos y ella cuenta todo lo que puede. No se emborracha, pero algunos vapores etílicos le crean una nube de sutil alegría que la hace sonreír todo el tiempo. Trata de rebobinar su diálogo televisivo y no recuerda algunas instancias, pero cree haber hablado en forma relajada y clara, y se siente aliviada: no se le rasgó el vestido, ni volcó nada, ni se cayó, como en la peor de sus fantasías.
Miguel es el que menos se dirige a ella: la ve sonreír mientras todos le muestran la alegría que sienten por ella y quiere dejarla disfrutar. Él ha sido famoso casi desde que tiene memoria, pero entiende lo que debe de ser para alguien como ella, vivir de un trabajo anónimo, conocida sólo por la familia y por los amigos, y, de repente, una cámara, periodistas . . . Así que la mira asomándose a esa nueva vida.
Walter observa esta situación y le extraña que su amigo esté alejado, siendo parte tan importante de todo. Luego se da cuenta de que Miguel no dialoga pero observa, no deja de observar, y hasta le descubre una línea de felicidad bonachona en los labios. No puede desaprovechar la ocasión, así que se le acerca para decirle al oído:
_Encantadora de todas las formas posibles, ¿no?





domingo, 14 de agosto de 2016

Y vamos porel XLVII


¡Domingo olímpico! Ya está por jugar Del Potro. ¡Qué nerrrrrviooosssss! ¡Vamos Argentina! 

Capítulo XLVII


        Miguel se ha quedado pensando en las palabras de Walter más de lo que quisiera, y por más que ensayan la entrevista para la televisión con Carolina, no se ha atrevido a estar con ella a solas. Además, al menos tres veces durante las reuniones se le aparece la imagen de ellos en el confuso beso.
Hay otra cosa que lo hace meditar: ha tratado de observar las actitudes de Carolina para averiguar de qué manera la ha afectado. Ella disimula muy bien, pero él alcanza a entrever que también está evitando el tema.
¿Y si este estado de tensión afectara su rendimiento en la entrevista? ¿No sería mejor enfrentarlo antes?
Además, tiene que aceptar que su amigo no está muy errado: ¿Hasta cuándo estarían así, esperando a que se produjera otro encuentro inevitable o que las cosas se disolvieran por arte de magia? La excusa de aquel encuentro furtivo de manos, sobre el “trato estrictamente profesional”, está descartada. El resultado ha sido completamente negativo, a juzgar por los recientes hechos. Mejor sería enfrentar las cosas. ¿Con qué armas?  ¿Tiene realmente algo claro para decirle? ¿Sería conveniente confesarle que no había sido una casualidad y que sólo dio rienda suelta a algo que aún no sabía cómo definir? Él, que era tan seguro para otras cosas, debería lanzarse a una charla para la que no tenía norte, ante una persona que sabe que le causa sentimientos perturbadores.
Así es como, la víspera de la entrevista por televisión, cuando terminan de trabajar, toma aire, y, ante el asombro de Walter, a quien no había comentado nada de lo que haría, le pide a Carolina que lo espere. Al principio había pensado que su “refugio”, que había sido el lugar clave, no era lo apropiado, pero la oficina le parecía muy fría y la cafetería era demasiado pública, así que volvió a su idea primigenia.
Carolina no sospecha nada. Está convencida, por el comportamiento de él en los últimos tiempos, que trataría de echar todo al olvido, así que cuando la conduce al lugar, piensa que estará Walter. Ni siquiera cuando está allí sospecha nada. Sólo unos minutos después, cuando traen dos jugos de naranja y Miguel los agradece, ella advierte su gesto grave.
_ Bueno . . . _ comienza él. Carolina confirma sus temores y empieza a enrojecer _tengo que confesarte que no quería hablar de esto pero me parece que debo . . . debemos enfrentarlo de una vez.
Carolina está por preguntarle si se refiere a lo del beso, pero no lo hace porque sabe que es obvio, así que lo deja hablar y asiente a lo que él dice, para que sepa que lo entiende. Miguel se ha metido en una maraña de palabras: la situación delicada de ella, la debilidad de él, la impresión que le causó desde el principio, su generosidad, la belleza que había florecido la noche de la fiesta, la “electricidad” de aquella vez en la oficina.
_ Pero ya no puedo negar más que algo me sucede contigo, Carolina. Lamento no poder explicarte nada más, porque ni yo mismo lo sé. Además, no sería justo, sabiendo de tu vulnerabilidad actual. Pero, a pesar de que creo que nuestro trato no debe cambiar, te aseguro que dedicaré tiempo a pensar en esto.
Ella ha permanecido en silencio, con los ojos muy abiertos, así que él debe preguntarle:
_Carolina, ¿qué es lo que tú piensas?
Ella suspira, como para volver a la realidad y parpadea:
_Yo . . .yo creo que estás exagerando un poco: como bien dijiste, fue la vulnerabilidad, el momento. Pero esos sentimientos . . .no es que desconfíe de tu palabra pero estás hablando de un deslumbramiento que yo no puedo producir. Piensa en la noche de la fiesta: te parecí bonita porque nunca me habías visto vestida así, pero, ¿cuántas mujeres más hermosas has tenido? ¡Miles!
Él va a interrumpirla, pero ella se adelanta:
_ Estoy de acuerdo en que lo pienses si te parece necesario, pero no le des tanta importancia, o sólo terminarás de confundirte más _ ella misma se admira de dar consejos sobre confusión.
Él asiente y hablan muy poco más, como para llenar incómodos baches, hasta que se despiden. En el ascensor, Carolina todavía tiembla. Se mira los brazos: tiene piel de gallina.
Cuando en el balcón de los chismes y las lamentaciones, le cuenta a Juan la conversación que han tenido, él se asombra. No pensaba que Miguel se atrevería a un encuentro frontal, pero no está de acuerdo con la poca importancia que le da Carolina.
_Perdonáme si no coincido con vos, pero Miguel no es un hombre de tomarse las cosas a la ligera: es sofisticado, tiene mucha experiencia . . . le debe haber costado decidirse a abordar así la cuestión . . .es decir, tiene que haber sido por algo muy importante. Y si te dice que tiene que pensarlo . . . _ continúa pintándose con brillo transparente las uñas
__ ¿Qué querés decir?
_ ¡Vamos, Caro! ¡No vas a decirme que no te das cuenta! Lo que tiene que pensar, o más bien aclarar, es lo que siente por vos.
_ ¿Vos estás queriendo decir que cree que puede estar enamorado de mí?
_ Eso es lo que sospecha. Para él no fue un beso casual. Es posible que tu situación haya ayudado, pero tarde o temprano iba a suceder. Hay una conexión entre ustedes que no pueden llegar a entender, o se resisten. Él  ha decidido aclararla y actuar en consecuencia.
_ ¿Actuar . . .?
_Sí, como escuchaste. Él no es un hombre que se ande con vueltas, así que si se da cuenta de que puede haber algo verdadero, te va a preguntar si le correspondés y pretenderá ahondar en el asunto a ver cuánto de cierto hay.
_ ¿Vos creés que él va a considerar la posibilidad de que nosotros . . .?
_ Sí. Yo creo que va a pensar cuánta es la posibilidad de un “nosotros”.
Con un gesto de desaprobación, Carolina le contesta:
_ Estás aspirando el esmalte de uñas y te está haciendo mal, Juancito. Él, que tiene miles de mujeres hermosas a su alrededor . . .
_ ¡Ay, por favor! Ya me está cansando tu baja autoestima. No entiendo porqué no te considerás bonita. Además, eso no tiene nada que ver. No es ese tipo de hombre. Si no, ¿por qué estaría aún soltero? ¿No te das cuenta? No está buscando un cuerpo maravilloso. Quiere un sentimiento diferente, alguien que lo haga sentir de determinada manera, y lo que se estará preguntando es si ese momento llegó.
Carolina niega con la cabeza.
_De todas formas, nos estamos preocupando mucho por lo que él piensa, pero, aunque acabás de salir de una experiencia muy delicada, llegará el momento en que no vas a poder evitarlo, y vas a tener que hacer lo mismo que él: pensar . . . o sentir. Porque aunque no puedas admitirlo todavía, ese tampoco fue un beso así no más, aunque estuviera camuflado de consuelo.
Carolina vuelve a hacerle un gesto y está por hablar, pero él adivina su pensamiento y la interrumpe:
_Está bien, está bien: ya sé que es mucho por hoy como para sacar el tema, así que no voy a torturarte más _deja el esmalte y se sienta más cómodo_ A ver, contáme, ¿ qué pensás para la entrevista?

Pasan la siguiente hora ensayando, como si Juancito fuera el anfitrión y ella la invitada. Se ríen de preguntas y poses disparatadas. Mejor es relajarse. Ya habrá tiempo para tensiones.

sábado, 13 de agosto de 2016


Primer día de un fin de semana largo. Algunos habrán podido viajar, otros descansarán en su ciudad o recorrerán su jardín para observar sus plantitas, o el cielo por la ventana de su departamento. Pero en algún momento del día, quizás tengan ganas de viajar en las alas de las palabras. Aquí están: ¿subimos?

Capítulo XLVI

 Por suerte para Miguel, cuando llega es un poco tarde.Raro en él, pero justificado por la espera del efecto de la aspirina. Así ya encuentra a Carolina trabajando y no puede tener un intercambio verbal: basta con un contacto visual y una agitación de manos desde la cabina. Pero . . . ¡Qué chispa! Habla más que las palabras. Ese rayo pregunta: “¿Qué pasó anoche?”
Y hay más: Walter está con él en la cabina, y Juan, por el estado de su amiga, había decidido acompañarla, así que otros cuatro ojos decían: “Sabemos lo que pasó anoche”.
_ Tenemos que hacer los arreglos con Carolina por la entrevista de mañana._ comienza Miguel.
_ ¿Qué? _ responde su amigo, sorprendido_ ¿Eso es lo primero que se te ocurre decir después de . . .?
_ ¡Ah! ¡”Después de, después de”! ¡Ya sabía yo que no me lo ibas a perdonar ni un segundo!
Walter guarda silencio un minuto como queriendo contener un impulso, pero, en vista de que ese tiempo no le sirve, decide hacer caso a su instinto y, bastante enojado (cosa que es extraña en él, especialmente con Miguel), lo toma de un brazo, lo saca de allí y lo lleva a la oficina, donde entra, ante los asombrados ojos de la secretaria, casi arrastrado por su amigo y mudo de admiración.
Lo sienta en el sillón del visitante y él se acomoda en el de Miguel. Este, mientras tanto, no intenta enojarse siquiera, porque lo conoce demasiado y sabe que cuando Walter tiene esa mirada, es mejor no decir palabra, así que se apresta a escuchar.
_ Vamos a ver _ comienza el arrebatado agente, entrelazando las manos y haciendo girar uno sobre otro los pulgares, lo cual es señal de que le queda poca paciencia _¿Yo soñé, o a la madrugada apareciste medio ebrio en mi apartamento contándome que habías besado a Carolina?
Ante el silencio de su amigo, Walter se acerca y le sacude un hombro, como para despertarlo:
_ ¡Eh! ¿Fue un sueño o tú estuviste allí?
Algo malhumorado pero resignado, el interrogado asiente:
_ Sabes que sí, que fue así.
_ No, no, no. _ se para y comienza a dar vueltas por el cuarto rascándose la cabeza. No me digas que lo sé, porque después de aquella noche de Cenicienta, de la reunión de los tres en tu apartamento, del acercamiento fortuito en tu oficina, de la escena de la mañana del regreso y de lo que ocurrió anoche, ya no sé nada de nada. Y después me dices, muy fresco, que hay que prepararla para una entrevista que ni sabe que tendrá.
_ ¿Y cómo quieres que la enfrente si ni yo mismo sé qué es todo esto?
_ ¡Ahí está! ¿Ves?
_ ¿De qué estás hablando?
_ Varias veces te dije que no soy un experto en cuestiones del corazón, y por su complejidad mis relaciones siempre fueron fugaces, pero hay cosas que hasta yo puedo ver claras. _ le lanza una mirada punzante, como para sacar a relucir el alma que allí, turbulenta, se esconde_ ¿Por qué no lo admites de una vez?
_ ¿Qué?
_ ¡Vamos! Te conozco desde que eras un niño, Miguel. Sabes a qué me refiero. ¿Desde cuándo te preocupas por el beso de una mujer?
_ ¿De qué estás hablando, por el amor de Dios?
_Tú eres el que debe hablar por el amor de Dios _ apoya, exaltado, las manos en los brazos del sillón donde está su protegido _ ¡Admítelo de una vez! ¡Admítelo y sólo desde allí podrás pensar en cómo lo resuelves!
Miguel está por preguntar “¿Admitir qué?”, pero sabe que no puede hacerlo con Walter. Él sabe. ÉL ya lo sabe. Sin embargo, su amigo no le tiene piedad, como quien da una medicina, aunque sea amarga.
_ ¡Quiero escucharlo! Pero sobre todo para que tú te escuches decirlo. Deja de engañarte y sé fiel a lo que sientes. Dilo, dilo de una vez. ¡Di que estás loco por ella!
Entonces es Miguel el que se pone de pie:
_ ¡ Loco por Carolina! ¿Pero qué estás diciendo, hombre? ¿Ahora tú vas a decirme lo que significa un beso? ¿No lo estás sobrevalorando? Porque si los tuyos valieron tanto, entonces habría aquí una fila de mujeres exigiéndote casamiento.
Se vuelve a sentar, tomándose las sienes con las manos, pero su amigo no desiste:
_ Está bien: no te digo que declares amor a los cuatro vientos, o que te prepares para una pasión de novela, pero date un espacio para admitir que te tiene al menos impresionado, y que al poco tiempo de que llegó capturó tu atención, y no en la forma en que otras mujeres lo habían hecho. Puede ser que aún no puedas rotularlo, pero dame la razón en algo, o terminarás loco por no sacar a la luz que algo te sucede y que desde que ella está no has mirado a otra.
Miguel no puede fingir más, y, sin apartar sus manos, sacude la cabeza, para luego dejar caer los puños cerrados sobre la mesa.
_ Impresionado, sí, impresionado _ admite al fin _y no sé por qué lo estoy más: por lo que ella es, o por el efecto que ha causado en mí.
Walter, apiadado por su tono de voz, se sienta a escucharlo y respeta su silencio, después del cual, Miguel rompe con una insólita pregunta:
_ ¿Cómo puede ser que me importe si al final del día tiene cara de agotada o no? ¿Por qué me late el corazón cada vez que, aun llena de trabajo, se toma el trabajo de servir algo a cualquiera en el estudio y se lo alcanza con una sonrisa?
Su amigo ha descubierto algo más profundo de lo que imaginaba.
A la hora del almuerzo, le toca el turno a Juancito de hablar con la otra parte: ella tampoco piensa mencionar nada si él no lo trae a colación, a pesar de que su amigo trata de convencerla.
_ Pero, Carolina, no podés hacer de cuenta que no ha pasado nada. De alguna manera tenés que enfrentarlo.
_Si tan importante fue para él, hablará primero; si no, será la forma de darme cuenta de que ha sido un impulso del cual no quiere volver a saber nada y me voy a sentir más aliviada, porque podremos seguir como antes, ahorrándonos un momento embarazoso.
_ ¿Seguir como antes? _ sin saberlo, Juan tiene la misma opinión que el agente_ ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? ¿Que no pasó nada? ¿Hasta cuándo? Ya han pasado varios “momentos” entre ustedes. Yo no sé lo que eso signifique, pero creo que tienen que descifrarlo entre ustedes, y tomar una resolución. Aunque sea seguir como hasta ahora, pero conversándolo: a lo mejor escuchando al otro, pueden darse cuenta de lo que pasa con cada uno. Pero dejarlo así . . .no es la forma, Carolina. No vas a poder escapar de esto mucho tiempo más: no va a desaparecer. Si no tomás vos al toro por las astas, el problema es el que te va a atrapar a vos.
_ Pero . . . _ comienza Carolina, aunque no sabe bien qué es lo que va a decir. La salva la campana, o, mejor dicho, el toque de puerta:
_ ¿Sí? _ dicen los dos, y aparece la cabeza de Miguel.
_Perdonen: Carolina, perdona que interrumpa tu descanso, pero necesitaría hablar contigo unos minutos: ¿me permites?
A ella le da una puntada en el estómago, y mientras se dirigen a la oficina, va rogando: “Que no sea sobre lo de anoche, Dios mío, que lo haya olvidado por completo”
Cuando llegan a la oficina, se tranquiliza porque está Walter. No hablaría de algo tan personal delante de él.
Pasando el primer momento de tirantez en el ambiente, le explican que Natalia Ortiz, la conductora más famosa de un show por televisión quiere entrevistarla. A la sorpresa le sigue la negativa, y hasta argumentos contractuales para no ir. A pesar de eso, y al terror de Carolina ante los medios, logran convencerla haciéndola pensar en que será una buena promoción para los nuevos temas.
A cada “Pero yo no puedo . . .” de la chica, ellos le levantan la autoestima recordándole que su personalidad le ha ganado el aprecio de todos en la oficina, que se ha manejado muy bien en la fiesta y que la conductora ya sabría bastante de ella por lo aparecido en los periódicos. Además, no es una persona agresiva o intolerante, sino simpática, y sabría comprender su falta de experiencia ante las cámaras, sin aprovecharse de eso.
Cuando le dicen que es en dos días, la cara de ella se congela, pero también la tranquilizan con respecto a eso: ¿Para qué están ellos y Juan, sino para orientarla?
Carolina sabía que saldría confundida de esa oficina, pero no imaginó que esas serían las razones. Tampoco serían las palabras que Juancito esperaba, comiéndose las uñas, en su lugar de encuentro.




domingo, 7 de agosto de 2016

Tarde de domingo con dos capítulos


Uno de los pocos domingos con sol en lo que va de este invierno. Como para ir a la plaza a jugar con los chicos o tomar un café con un amigo en las sillas de afuera de una confitería. Pero temprano, porque al atardecer, ya se va terminando la bondad de Febo y volver a casa a leer un rato es una buena opción.

Capítulo XLIV

Después de tan embarazosa situación, Carolina le ha hecho caso a Juan. Se había dejado masajear, había dormido una hora y desempacado. Y hasta la idea de la zambullida en la piscina, que al principio le había parecido tan extravagante (de donde venía, a ella le parecía algo propio únicamente de los fines de semana en un club o en la casa de alguna amiga, o de las vacaciones, no de un día laborable), se convirtió en un refrescante alivio físico y psicológico.
Desde luego que hubiera preferido ausentarse del almuerzo, pero le parecía que resultaría mucho más sospechoso inventar una excusa que presentarse. Si lograba ir y estar sentada allí, mirando a Miguel a los ojos con total tranquilidad, probaría que nada la había perturbado. Le había preguntado al maquillador si Walter los acompañaría, pero él le había contestado que era sólo "el mensajero del zar". Luego se le ocurrió sugerirle que la acompañara, pero su respuesta fue la misma, aunque con más humor. Por otro lado, como Carolina lo había puesto al corriente de lo sucedido en el departamento, él razonó de igual modo: la presencia de un invitado sorpresa podía sugerir que ella quería evitar incomodidades. Lo que no estaba en absoluto lejos de la verdad.
Aún con mariposas en el estómago, Carolina se presenta en el lugar fijado con una expresión de naturalidad que sólo se consigue después de practicar varias veces en el taxi. Nunca se le había ocurrido que la espontaneidad necesitara ensayos. Para su alivio, Miguel no está solo: lo acompañan Walter y Jorge Díaz. Los tres se paran al verla llegar y retiran su silla.
La conversación brota con fluidez: el viaje, su familia, el descanso, el cambio de clima . . . pero ella alcanza a percibir algunas miradas furtivas del representante. No cabía duda de lo que había pensado esa mañana, pero . . .¿qué le habría dicho su amigo? Conocido su buen humor, estaba segura de que no habría reservado bromas.
Por otro lado, queda el tema de la inesperada publicidad, que ninguno de los comensales se atreve a tocar. Ella rearma mentalmente el discurso que pensaba darle cuando iba caminando por el pasillo con un zapato en la mano. Desde luego, el lugar no es ahora el apropiado y su humor se había suavizado bastante desde que la vergüenza, por fuerza, había desplazado al enojo. "¿Cómo se había atrevido a violar así su intimidad?", piensa mientras mastica su ensalada. "¿Acaso resultaba ser el don Juan caprichoso que había imaginado antes de viajar, y creía que podía disponer de los demás como si estuvieran a su servicio? Pues no, señor, no. Con ella no se jugaba y se lo iba a dejar bien claro…"
_ ¿Más agua mineral? _ le ofrece él con una amplia sonrisa, que parece hecha nada más que para ella, quien no quiere admitirlo, pero cada vez que esos ojos la miran directamente, le van calando más el alma y toda la monserga que se ha traído preparada se le está derritiendo.
No quiere ser descortés, pero tampoco por tonta,  así que, en cuanto la conversación hace una pausa a la espera del postre, aprovecha:
_ La verdad es que me llevé una sorpresa. Seguramente se habrán enterado de la cantidad de periodistas que había en el aeropuerto. Yo creí que había sido clara…bueno…aunque no estuviera en el contrato . . . _ toma un sorbo de agua para darse ánimo _ A mí la fama, realmente . . .
Miguel y Walter intercambian miradas serias. Ellos saben que lo mejor hubiera sido evitar el incidente debido a la personalidad de Carolina, pero por lo mismo, no esperan  de su parte un planteo tan llano de la situación. Es ingenua, dulce, pero al parecer con suficiente carácter como para marcar territorio cuando corresponde.
_Bueno…. _comienza Walter aclarándose la garganta.
Pero Miguel, aprovechando la llegada del mozo, le hace una seña pidiéndole la palabra, que, en cierta forma, es aceptar la responsabilidad.
_ La culpa es mía, Carolina. Me invitaron a un programa de televisión muy conocido aquí en México, y como me interrogaron sobre mis actividades porque hace unos meses que no doy recitales, comenté lo del nuevo trabajo. A Walter y a mí nos había parecido el momento propicio.
El representante asiente con la cabeza.
_ Y…una cosa llevó a la otra: como los temas son tan nuevos, me  preguntaron por Néstor. Mi temor más grande era que sacaran a la luz alguno de los episodios vergonzosos en los que  nos había comprometido últimamente, así que, para desviar la atención se me ocurrió nombrarte. La conductora reaccionó con mucho interés y quiso saber más. En el tiempo que llevas en este medio te habrás dado cuenta de que así son las cosas. En definitiva, preservé todo lo que pude tu intimidad, pero, al menos tu país de origen tuve que dar a conocer. Con eso sólo a los periodistas les basta. Averiguar el vuelo y el horario no les habrá costado nada.
_Nunca ha sido necesario que yo avalara la palabra de Miguel, Carolina, pero si de algo te sirve: soy testigo de que así fueron las cosas.
_ Es que…si hubiera estado preparada…si me hubieran avisado antes…
_Tratamos de hacerlo _continuó Walter _ pero no te hallamos en tu apartamento, y dejarte el mensaje en una máquina no nos pareció muy cortés.
Ella recordó su prisión voluntaria en casa de Marta.
_ Además, la entrevista fue apenas anteayer. Al día siguiente ya estarías volando, así que no corríamos el riesgo de que las nuevas te sorprendieran en tu país. Al menos sabíamos que podrías salir de allí tranquila. Es posible que hoy se estén imprimiendo allí, o que hubiera algún periodista argentino en el aeropuerto de aquí.
Jorge Díaz se atreve a intervenir respetuosamente:
_ Si me permiten, yo creo que el hecho de no encontrarla fue una señal.
Se vuelven a él desconcertados.
_ Sí. Yo no confío en muchas cosas sobrenaturales, pero en el destino, sí. ¿No es mejor que la encuentren así, naturalmente? Con un aviso anterior, ¿no habría pasado  hora tras hora del vuelo en un inútil estado de nervios? ¿De qué le hubiera servido? Sabemos que no hay forma de prepararse para esto. Se procedió como se pudo: una retirada en silencio y luego se verá. Quién sabe si le dan tanta importancia.
El músico tiene una muy buena teoría sobre el destino, pero, aparentemente, no lo adivina, porque mientras ellos están allí, la famosa conductora está telefoneando a la oficina para pedir la asistencia exclusiva de Carolina Duprat a su programa lo antes posible.
Aceptadas las explicaciones, se dirigen a trabajar. Miguel ha insistido en que Carolina no acuda, en consideración a los hechos sorpresivos  que le ha deparado esa media jornada, pero ella no ha aceptado. Ahora que ha demostrado el costado fuerte de su personalidad, no quiere renunciar al lugar ganado. Por otro lado, desde su separación con Ricardo, ha decidido aprovechar los poderes terapéuticos del trabajo.
 A pesar de sus intenciones y de que su creatividad no parece afectada, una sombra desmerece su rostro durante toda la tarde. Miguel lo nota, pero lo atribuye al cansancio y se preocupa por dos motivos: el primero, es que se da cuenta de que, sin dominio de su voluntad, no ha dejado de observarla desde que llegó; y el segundo, que su secretaria le ha avisado de la casi imperiosa invitación al programa. Carolina, que ha identificado que el problema de su humor se debe, más que a lo sucedido en el aeropuerto o en el apartamento de Miguel, a su desilusión con Ricardo, está ansiosa por reunirse con Juancito para hacer catarsis narrándoselo. Quizás la receta de shopping y tequila que habían aplicado en la ocasión anterior sirviera.
Con la anuencia de Walter, finalizado el trabajo, Miguel le pide que le conceda unos minutos.  Ella posterga sus deseos y lo sigue. No van a la oficina, sino al cuarto especial que él tiene reservado para muy contadas ocasiones.
Para saber sobre qué terreno caminará, jugo de naranja de por medio, él comienza:
_ Aquí estamos…_suspira para aliviar las tensiones de ese día, esperando que el gesto la ayude a ella a hacer lo mismo _ ¡Puff! ¡Qué día! ¿No?
Para sorpresa de Carolina, la relajación comienza a ejercer el efecto contrario al que habían trazado las buenas intenciones de él. Quizás por no haber podido desahogarse con Juan, tal vez por el impulso reprimido de la furia matutina, o la situación embarazosa con Miguel, o por todas esas razones juntas, un peso le presiona el pecho y un nudo va cerrándole poco a poco la garganta.
_ ¿Cómo has estado?
_ ¡Bien! _contesta ella con un sobresalto, como si hubiera sido descubierta en un laberinto de angustias.
_ Es que…_continúa él, advirtiendo que el rostro de la muchacha va tornándose púrpura _ casi no tuvimos tiempo de hablar. En el almuerzo me hablaste de tu familia, de tu país, pero, bueno, todo muy general. Lo que me interesa saber ahora es cómo estás…quiero decir… _ a estas alturas es él quien se ha turbado, porque cae en la cuenta de que está violando la regla que habían impuesto sobre la relación estrictamente personal _ si no invado tu privacidad: ¿cómo estás ?
Carolina siente que sus ojos no contienen más las lágrimas. Sin embargo, se dice a sí misma: "¡Ni se te ocurra llorar frente a él! ¡Tonta! ¿Qué es esto? ¿Por qué ahora? ¿Por qué con él? ¿Te estás volviendo loca? ". Esboza una sonrisa complaciente. Irónicamente, se le escapa un quejido que alarma a Miguel.
_ ¿Carolina? _ baja la voz hasta hacerla casi íntima e inclina su cuerpo hacia la muchacha _ ¿Qué…?
No alcanza a terminar la pregunta porque un estallido en llanto lo interrumpe.
Ella oculta la cara entre las manos. Él recuerda el rostro que estuvo observando con atención todo el día y, entre compadecido y confuso, se acerca más.
"¡Estúpida! ¿No te das cuenta de la vergüenza que estás pasando?", piensa la chica.
Miguel, a su vez, está paralizado de miedo, no tanto por la reacción de ella, sino porque en su interior surge el deseo de abrazarla. No abrazarla con pasión, como le había sucedido con otras mujeres, ni con compasión filial, como en las caídas y recaídas de su hermana. Quiere abrazarla con ternura, para protegerla, no sabe de qué, para defenderla, sin importar de quién. ¿Qué es eso?
Ella no percibe la mano que se ha posado en su hombro. Sus sentidos no le aportan datos de la realidad, porque la voz que le recriminaba vergüenza se ha callado, arrasada por la imagen de Ricardo con su amiguita, por la figura que corre detrás del taxi y por el dolor del desengaño.
Cuando se descubre el rostro, su mirada empañada por las lágrimas le revela otro: uno desconocido, como bajo otra luz que lo hace increíblemente sensible, cercano, tan ineludible y tan poderoso que ha hecho que el dolor cese repentinamente.
No sabe cuántos segundos transcurren hasta que lo siente en sus labios. Tampoco sabe cómo, pero los suyos le responden.
Ninguno de los dos comprende. No hacen preguntas: no están en condiciones de formularlas ni importa en ese momento contestarlas. El beso largo, dulce, suave pero cargado a la vez de ignotas significaciones se ha producido. Destino, necesidad mutua, o una carta que el mazo de la vida reparte sin permitirles saber cómo seguirá el juego.



Capítulo XLV


Juan, que la ha estado esperando en el coche, no entiende nada: la ve salir del edificio corriendo, con expresión alterada. Cuando sube al auto, la interroga con preocupación, pero no consigue respuesta. Su sensibilidad de condición y de amigo, le aconseja de inmediato que la insistencia será una mala estrategia, así que conduce en silencio, conformándose con presionarle el hombro de cuando en cuando. Sabe que cuando esté lista hablará. Carolina también cuenta con que, en ese momento, su amigo la escuchará.
Aún sin cruzar palabra, con la comprensión tácita de los amigos incondicionales, ambos se dirigen al apartamento de Carolina. Ella huele un aroma delicioso y lo mira:
_ Me imaginé que estarías muy cansada, así que preparé la cena. Hay suficiente para dos, pero si querés… _se acerca a la puerta.
Ella se arroja en sus brazos y él le frota la espalda.
_ De ninguna manera. Quedáte, por favor.
Juan le pasa las manos por el rostro sufrido.
_ Entonces, andá a bañarte. Cuando salgas del cuarto va a estar todo listo.
Mientras acomoda vasos y se afana en la presentación estética de su trabajo culinario, Juan siente una mezcla de preocupación y dolor, además de la incertidumbre que le produce el estado de su amiga. ¿Qué sería? ¿La presión del recibimiento del aeropuerto? ¿El encuentro con Miguel en el apartamento? Poco probable: él la había visto bastante recuperada después del masaje y la piscina. ¿O una espina que ha traído clavada desde la Argentina y aún no le ha confiado? Estas preguntas no serían pronunciadas nunca, aunque tuviera que morderse la lengua. Por experiencia propia sabe que la función de los fieles amigos en estos casos de extremo dolor y confusión, es esperar las respuestas, no provocarlas.
Carolina tiene mejor semblante cuando se sientan a la mesa y comienzan, casi en forma de ceremonia curativa, a deleitarse con las gambas al ajillo (él sabe que es su comida preferida en México). ¡Qué tranquilidad para ella no sentirse presionada a dar explicaciones! ¡Qué alivio mirar por la ventana esa espléndida luna con alguien que no la interroga!
_ ¡Mmm! ¡Deliciosas! _comenta, con una mirada que dice mucho más: "Gracias por limitarte a estar, por acompañar respetando el silencio".
Él sonríe comprensivamente y ambos entienden lo que están diciéndose sin mover los labios.
Cuando terminan el postre, Juan no la deja moverse de la silla para limpiar. Mientras él  lava y acomoda la vajilla, ella se atreve a comenzar:
_ ¿Sabés? Pasaron muchas cosas desde que me fui.
_ ¿Ajá? _ se limita a decir él. Después de voltear para echarle una mirada, pregunta:
_ ¿Allí solamente? ¿o acá también?
Carolina suspira:
_ Por todos lados.
_Bueno, eso sí que es estresante. Demasiado para soportarlo sola, ¿no?
_ Demasiado  _ comienza a sollozar _ Sí, demasiado.
Cuando la ve llorar, Juan suelta el repasador arrugado sobre la mesada, porque se da cuenta de que el momento de escuchar ha llegado y se pone en acción.
_ A ver, a ver…Lo primero es salir a tomar un poco de aire.
La toma de los hombros y la lleva al balcón que da a la piscina.
_ ¿Con tequila o sin tequila?
_ Sin tequila esta vez. _sonríe ella entre las lágrimas que se enjuga con la mano _No quiero amanecer con dolor de cabeza.
_ Al menos un té.
_ Agua mineral nada más, por favor.
Él entra y regresa de inmediato con dos vasos de agua con hielo que transpiran frescura.
_ Va contra mis principios, pero por acompañarte  beberé lo mismo_trata de animar la situación, pero ella vuelve a llorar en sus brazos.
Juan la abraza:
_ ¡Vamos, vamos! Nada es irremediable, salvo los políticos. ¿Tus padres están bien? ¿Se enojaron cuando les dijiste la verdad? ¿Algo de salud?
Se sientan y, entre sorbo y sorbo, Carolina le cuenta lo sucedido con Ricardo. El peluquero queda atónito.
_ ¿Estás segura? A lo mejor la situación era confusa. ¡Ese muchacho parecía tan enamorado!
_ Precisamente: dijiste la palabra adecuada, Juancito: parecía, pa- re cí- a. Pero no lo estaba.
_ ¿Y por qué iba a estar con vos si no, Carolina? Sos buena, dulce, inteligente. Nadie te tomaría a la ligera.
_ ¿Y quién te dice que no fue eso lo que lo cansó? La que estaba en el departamento, creéme: ¡a esa sí que se la puede tomar a la ligera!
_ ¡Carolina, por favor! No podemos negar que a los hombres les encanta, pero sólo los tontos no saben diferenciarlas. ¿Cuánto pensás que pueda durar eso? El hastío llega pronto cuando no hay nada verdadero.
_ Entonces, si conmigo tenía algo verdadero, ¿por qué arriesgarlo así? ¡Y humillándome, encima!, porque él sabía que yo iba a ir. No, Juan, no. Vos sos muy sensato y confío en tus apreciaciones, pero esta no es la primera, y no la voy a dejar pasar. Se terminó. Duela cuanto duela, hasta aquí llegué. La otra vez fui comprensiva; pero tonta, no voy a ser.
_ Pero vos seguís enamorada de él, ¿o no?
_ Me lastimó muchísimo. Yo nunca, jamás lo hubiera herido así. Se terminó la confianza, Juan, y donde no hay confianza, no cabe el amor. 
Él no insiste en la defensa. Sólo le toma la mano.
_ Pero eso no es todo. Hay más, me parece.
_ Sí, pero no tiene que ver con la Argentina ni con Ricardo. Esto es de aquí.
_ ¿No se te pasó lo de esta mañana? ¿Te fue mal en el almuerzo?
_ No, es otra cosa.
_ ¿Otra más? ¿Hoy? ¡Pero, criatura de Dios! ¡Con razón estás así! ¿Por eso saliste llorando?
_ No lo vas a adivinar en mil años.
_ Ni pienso esperarlos, aunque los viviera. ¿Qué es? ¿Qué es? No seas cruel. ¿No te fue suficiente con ocultarme lo demás por casi veinticuatro horas?
_ ¡Pero si no tuvimos tiempo! ¿O te olvidás de nuestra conversación desde el aeropuerto? ¿Te parece que la mente me daba para decirte: " Ah, antes de que me olvide, Juan, encontré a mi novio con una mujer semidesnuda, así que lo dejé y no pienso hablarle nunca más en la vida?"
_ Está bien, está bien. Te perdono. _ saborea lo último que queda en el vaso, pone cara de disgusto y se levanta para ir a la cocina _ ¡Aj! Te acompañé hasta donde pude, mi vida, pero voy por algo que tenga sabor…o burbujas, por lo menos.
Regresa con la misma copa, pero su contenido es colorido y espirituoso.
_ Además, me parece que voy a necesitarlo.
_ No te equivocás _suspira y lo lanza sin más, porque sabe que si da rodeos, será peor _ Miguel y yo nos besamos.
Juan no ha terminado de sentarse, así que, aunque se toma del respaldo, se cae con silla y todo, manteniendo, desde luego, el trago en alto para que no sufra daño alguno. Carolina quiere ayudarlo, pero él se niega:
_ No pasó nada, no pasó nada _ coloca el asiento en su lugar, se sienta, suspira y ríe_ Es que... ¡Qué cosa rara! ¿Sabés qué me pareció que decías? _ sigue riendo y bebe_ Que....¡Ja, ja, ja! Que Miguel y vos se habían besado.
_ Así es.
La cara de su amigo se congela.
_ Bueno, en realidad, él me besó. Aunque yo no se lo impedí. Y, en cierta forma, yo también lo besé…pero él…sin embargo…
_ ¿Co- co- cómo?
Carolina entiende el desconcierto de su amigo, porque ni ella sabe exactamente la respuesta. Le explica lo que puede: el encuentro, su angustia, el extraño acercamiento y su huida, tan repentina que no le permitió percatarse del hombre que, aún con una rodilla en el suelo, la veía irse e intentaba gritar, pero sólo le salía un susurro:
__ Carolina.
No la había detenido. Algo en su interior le decía que así era mejor, que no tenía derecho. De todas maneras, si la hubiera seguido, si la hubiera tomado entre sus brazos otra vez, ¿qué le hubiera dicho?
Juan ha llegado al fondo del vaso, pero no le ha bastado para sobreponerse. Mira la luna y su reflejo en la piscina, pero no acerierta decir nada, porque por más de que trata de ordenar palabras en  alguna frase coherente, ninguna le parece de utilidad para la afligida Carolina. Además, esta vez no es como las otras, en que puede salir airoso con alguna broma que le levante el ánimo. La noche que habían jugado a la Cenicienta había sido divertida: era un juego inofensivo. Aún más, desde ese día, Juan había sospechado que Miguel iba a terminar sintiendo algo auténtico por Carolina, y que no iba a durar mucho tiempo negándoselo a sí mismo. No sabía bien qué haría “el jefe” con esos sentimientos, pero apostaba a que ella le estaba despertando, por su dulzura y su naturalidad, cosas que las demás no le habían revelado que existieran. Pero ahora las circunstancias son diferentes. Si él hubiera sabido con seguridad que su amiga se estaba enamorando realmente de Miguel, se hubiera alegrado de que, aparentemente fuera correspondida, pero la reciente ruptura con Ricardo le hace sospechar: ¿y si no es más que una desesperada salida con esa brizna de ternura que se le ha presentado en el momento oportuno? Por Miguel no se preocupa, porque no es un hombre de decisiones apresuradas. Lo tildan de mujeriego y tiene relaciones superficiales, pero no porque lo prefiera de esa manera, sino porque así son las mujeres que se le presentan en ese ambiente. Es incapaz de aprovechar la debilidad de una joven como Carolina para su beneficio. Es más, se imagina cuánto habrá luchado para no hacerlo, pero no sería el instinto el que lo había llevado a eso, sino algo más profundo. Pero Carolina…ella es la que le preocupa. Si ni ella siquiera entiende la situación, ¿cómo podría él ayudarla?
Finalmente se atreve y empieza a esbozar, sin dejar el tono afectuoso y la calidez de su mano, una especie de consejo, unos puntos sueltos, como en esos juegos infantiles en que hay que unirlos para formar una figura. No tiene las respuestas, así que trata de orientarla hacia las preguntas que le convendría hacerse a sí misma: ¿Podría describir qué  había sentido cuando se besaban? ¿Había sido solamente un acto de consuelo? ¿No había pensado ni por un segundo en Ricardo en ese momento? ¿Había besado realmente a Miguel, el cantante, el que controla su trabajo, el que la considera una colaboradora, al que se había acercado peligrosamente un día, y la había “puesto en su lugar” luego? ¿O ha besado a alguien que la estáhaciendo verse a sí misma como una mujer deseable, cuando todavía se siente desvalorizada al ser traicionada por Ricardo? ¿La imagen de su novio con otra mujer ha sido suficiente para terminar con el amor, o sólo es superado por el orgullo herido?
Carolina no tiene las respuestas, ni en su mente, ni en su corazón, pero, un poco por el cansancio del día ajetreado, y otro por la tranquilidad que le ha causado la voz de Juan, se queda dormida, esta vez sin poner el despertador: siempre había sido muy responsable y sabía que, aunque se retrasara, su conducta sería disculpada. Desde luego, no daría la razón verdadera de su cansancio, pero no le gustaba mentir, así que, se apoyaría en su reciente viaje como explicación. Sabe que Miguel no pondrá objeción. Apenas alcanza a preguntarse cómo sería la situación entre los dos, cuando el sueño la vence.
Sin embargo, no todos tienen la misma suerte. Al menos no Walter, que, somnoliento, a las dos de la madrugada, abre la puerta de su apartamento a Miguel. Ambos rostros lucen terribles, por distintas razones: el anfitrión, porque acababa de entrar en un reparador sueño después de ver una película policial muy buena cuando el timbre sonó. El segundo, con el pelo igualmente revuelto, se había quedado hasta esa hora en la oficina, sospechando que no podría dormir, apurando dos bebidas que no fueron suficientes para darle sueño ni turbarle los sentidos, pero le alcanzaron para pedir socorro sin importar la hora. No ha querido dejarlo para el día siguiente, porque sospecha que creería que había sido un sueño, o que no podría, más que recordar, sentir lo mismo que en ese momento.
Después de escuchar lo sucedido, tan pasmado como Juancito, y con la misma prudencia, Walter se toma unos momentos para hablar. En realidad, su discurso no es muy diferente al del peluquero: la posible situación de sensibilidad extrema ante el rompimiento con su novio y el deslumbramiento por tratarse de una estrella. Quizás ante el sentimiento de soledad se había acentuado al alejarse de su país, y había sentido un apoyo paternal en los brazos de Miguel. Esta última excusa no la creía ni el propio Walter, porque imaginaba que esa función la hubiera podido cumplir Juan; sabe la amistad que los ha unido desde que llegó ella. Sin embargo, cualquier hilo le sirve para tejer un tapiz donde las cosas parecieran más claras. Walter tiene  bien claro que “la” pregunta es qué siente por ella, pero igualmente diáfana es la idea de que le causaría más confusión.
       Hora y media después, Miguel vuelve a su auto, por más que Walter ha insistido en llevarlo a su casa, o que se quede en la de él. Parte, un poco más tranquilo, prometiéndose dejar todas las preocupaciones para el día siguiente. Sin embargo, la pregunta que su amigo no le ha hecho, le ronda y no se va hasta que el dolor de cabeza lo despierta en la mañana: ¿Qué pasa con esa dulce criatura a la que había conocido de manera tan casual y en la que cada día encuentra algo nuevo? ¿Por qué tiene ganas de consolarla? ¿Qué siente por Carolina?